Desaf¨ªo a los dioses del silencio
Hace unos a?os atr¨¢s, Kerry Kennedy-Cuomo, la prominente abogado de derechos humanos norteamericana, me propuso que yo adaptara para el teatro una serie de testimonios de defensores de derechos humanos que ella hab¨ªa reunido en un libro. Lo que m¨¢s me atra¨ªa del proyecto era que, despu¨¦s de presentaciones con actores c¨¦lebres en escenarios conocidos, tratar¨ªamos de que j¨®venes estudiantes montaran la obra en sus colegios, estimulando una vasta discusi¨®n sobre temas que, por mala fortuna o displicencia, suelen omitirse de la generalidad de los programas educativos.
?C¨®mo negarme a la difusi¨®n de modelos alternativos de coraje, dar a conocer a un p¨²blico vasto la existencia de alguien como Kailash Satyarthi, un hombre sosegado y eficaz que, sin grandes ¨ªnfulas, ha liberado en la India a cuarenta mil ni?os que viven esclavizados? ?Qui¨¦n sabe que Van Jones protege a las v¨ªctimas de la violencia policial en Estados Unidos, alguien conoce acaso su nombre? ?O el nombre de Rana Husseini, una periodista jordana que ha denunciado los asesinatos en su pa¨ªs de mujeres que, sin estar casadas, esperan un hijo? ?A qui¨¦n le importa el destino de Ka Hsaw Wa que se pas¨® largos a?os en las selvas de Myanmar, empecinadamente recogiendo historias de tristes y olvidados campesinos a los que nadie quiere escuchar? ?O Koigi Wa Wamwere, Juliana Dogbadi o Harry Wu, los que siembran ¨¢rboles en Kenya y luchan por la libertad de expresi¨®n en China, c¨®mo no ayudar a que sus voces se extendieran por el mundo entero?
Y, sin embargo, no acept¨¦
de inmediato la oferta de Kerry. Siempre he desconfiado del arte que trata de convencer al p¨²blico de la bondad de una causa, siempre me ha parecido sospechoso un teatro que reduce los complejos problemas contempor¨¢neos a soluciones simples y heroicas. ?Pod¨ªa hallar yo una forma dram¨¢tica que rindiera homenaje a la valent¨ªa, la pureza, la rectitud, de estos defensores de la luminosidad humana, sin negar simult¨¢neamente la oscura precariedad de nuestra condici¨®n contempor¨¢nea? ?Pueden la esperanza y la inspiraci¨®n, inevitables y esenciales para el activismo social, aliarse con el recelo y el amor a la transgresi¨®n, la experimentaci¨®n ling¨¹¨ªstica y el juego verbal, el pantano de la duda ¨¦tica, todo lo que nutre en forma neblinosa la literatura m¨¢s interesante de nuestra ¨¦poca? ?Qu¨¦ tienen en com¨²n, despu¨¦s de todo, el Dalai Lama y Samuel Beckett?
Si finalmente me decid¨ª a escribir esa obra de teatro, fue debido a que las voces mismas, esa inconmensurable variedad de causas y continentes, me fueron guiando, lentamente susurr¨¢ndome c¨®mo escenificar sus historias distantes. La clave ser¨ªa, justamente su mismo anonimato, la dificultad misma de que accedieran a una nombrad¨ªa siquiera espor¨¢dica. Fui componiendo su odisea como si fuera una cantata, una red de narradores que iban recitando sus tribulaciones y peque?os triunfos, d¨¢ndose ¨¢nimo en la medida de que se contaban sus m¨²ltiples traves¨ªas, un collage cosechado de sus propias palabras, derrotando su aislamiento por medio de la expresi¨®n, acompa?¨¢ndose para que el viaje hacia nosotros, hacia el peligroso espacio p¨²blico, no fuera solitario ni caduco, una voz y otra voz y otra m¨¢s buscando una salida de la oscuridad. Enfrentando al antagonista principal, lo que esos disidentes, m¨¢s que la misma muerte, de veras temen en la secreta sombra de su coraz¨®n: la casi infinita fuerza de la indiferencia humana.
Y fue as¨ª que lanzamos la obra en el Kennedy Center de Washington, DC, en septiembre del a?o 2000, inaugurada por el presidente Clinton y protagonizada por Kevin Kline, John Malkovich, Sigourney Weaver, Rita Moreno, Alec Baldwin, Julia Louis-Dreyfuss, Alfre Woodard, H¨¦ctor Elizondo y Giancarlo Esp¨®sito. Y ahora, despu¨¦s de montajes igualmente estelares en Londres, Atenas y Sidney, acabamos de estrenarla, finalmente en mi propio idioma, bajo la direcci¨®n de Mario Gas en el teatro Alb¨¦niz de Madrid este 7 de mayo pasado y bajo el t¨ªtulo de Decir la verdad al poder, a lo que seguir¨¢ una gira y, ojal¨¢, una llegada masiva a los colegios, adem¨¢s de un montaje pr¨®ximo en Barcelona.
En esta fase de nuestra historia en que el planeta se llena de miedo, en que tantos temen hablar y acatan a los dioses del silencio ante nuevas tiran¨ªas que se levantan y se expanden, necesitamos m¨¢s que nunca las voces que se enfrentan al poder, las voces que nos se?alan c¨®mo podemos dejar de ser c¨®mplices del vasto dolor que sigue perpetu¨¢ndose ahora mismo, d¨ªa a d¨ªa, noche tras noche, desde cerca y desde lejos, en tantos pa¨ªses de los que nada sabemos.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.