Bikini, medio siglo de m¨²sica y copas
La sala de la Diagonal recuerda en dos noches y un libro sus primeros 50 a?os
Dos noches para comenzar a celebrar 50 a?os de historia. Un libro en forma de bikini que recoge los recuerdos de decenas de amigos del homenajeado. Cuatro conciertos para poner ritmo a la onom¨¢stica. El Bikini ha comenzado a recordar que ya es un cincuent¨®n y todos aquellos que a¨²n tienen cuerpo para darse una fiesta pasaron las noches de mi¨¦rcoles y jueves por el local barcelon¨¦s que probablemente abriga m¨¢s recuerdos nocturnos por metro cuadrado. Al fin y al cabo son 50 a?os.
Primera noche: cena y tres conciertos. Ambiente de fiesta, jam¨®n del bueno, tiros largos y barra libre. Banda sonora: las canciones de Sheila Weaver, Los Mejores y la Fundaci¨®n Tony Manero, grupo que creci¨® entre las paredes de la sala peque?a del Bikini hasta que su popularidad ha dejado diminuta la grande. Conversaci¨®n m¨¢s recurrente: "?Te acuerdas de aquella noche en que.....?". Tema de fondo: "Cu¨¢nto tiempo ha pasado, qu¨¦ j¨®venes ¨¦ramos, cu¨¢nto pod¨ªamos beber y con qu¨¦ despreocupaci¨®n viv¨ªamos". Aquella despreocupaci¨®n del pasado ha dejado paso a una preocupaci¨®n del presente: "Ya no me cabe la talla 44", dijo una invitada que bien podr¨ªa resumir la angustia de muchos de los all¨ª presentes, personas de da igual qu¨¦ sexo cuyo crecimiento no s¨®lo se ha traducido en canas.
"Ya no me cabe la talla 44", se quejaba una invitada, mientras sonaban los Manero
Una generaci¨®n lami¨¦ndose las heridas con la clarividencia que otorga el alcohol. Mirando el panorama, un hombre de 81 a?os que parec¨ªa tener 65. Elegante americana frambuesa oscuro que llevaba con la convicci¨®n de no estar pas¨¢ndose tres pueblos. No lo hac¨ªa. Era Enric Henning, el fundador de la sala all¨¢ por la d¨¦cada de 1950. Reacio a salir en cualquier foto, Enric rehu¨ªa a la prensa y se limitaba a saludar a su nutrida colecci¨®n de amigos con la vitalidad de un octogenario con americana frambuesa oscuro. ?l deb¨ªa de ser de los pocos que no pensaban que cualquier tiempo pasado fue mejor. Adem¨¢s, no necesitaba una 44, y eso ayuda. De fondo, los Manero cantaban Supersexy girl y los que ma?ana se lamer¨¢n las heridas bailaban despreocupadamente.
Un asistente re¨ªa en una esquina: estaba leyendo el libro-objeto dise?ado por Albert Isern donde se recogen los recuerdos de muchos amigos de Bikini. ?Una de las an¨¦cdotas del libro? Un grupo de beodos que al salir de la sala confundi¨® su Ford Fiesta blanco con otro y s¨®lo se dieron cuenta cuando uno de ellos puso m¨²sica en el radiocasete. En realidad, su coche no ten¨ªa equipo de m¨²sica.
Segunda noche. Los damnificados de la primera omiten su presencia bien por los da?os sufridos la v¨ªspera, bien porque dos noches de canguro alteran severamente el presupuesto mensual.
Los empleados de Bikini est¨¢n af¨®nicos. En el escenario se mueve el reaparecido Chaval de la Peca. Ha vuelto de Miami s¨®lo para esta actuaci¨®n. Escenifica su paso m¨¢s conseguido, una especie de surplace ciclista que ¨¦l ejecuta corriendo y braceando en el aire sin por ello moverse de lugar. Se antoja una par¨¢bola del Bikini: una sala que ha mantenido el mismo lugar en la noche sin parar de moverse. El Chaval se pone una camisa de lunares para atacar el tramo de coplas de su repertorio y muestra un vientre fibroso y plano. Mirarse a uno mismo resulta entonces dram¨¢tico. Suena eso de "mi jaca galopa y corta el viento" y m¨¢s de uno piensa que ser¨ªa m¨¢s propio cantar a un buey.
Pelillos a la mar. Bikini tiene 50 a?os y no se puede pretender un envejecimiento tan vital como el de una sala que atesora viejos recuerdos y las vivencias de una generaci¨®n que ahora mismo est¨¢ fabricando sus recuerdos del futuro.
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