Mi paso por la f¨¢brica de tortas
Hoy se cierra la comisar¨ªa sevillana de la plaza de la Gavidia, centro de detenci¨®n de la oposici¨®n durante la dictadura
El cierre hoy al p¨²blico de la comisar¨ªa sevillana de la plaza de la Gavidia cierra tambi¨¦n, simb¨®licamente, uno de los ¨²ltimos recintos de la memoria de la dictadura de Franco. Durante m¨¢s de un cuarto de siglo, el edificio fue conocido entre los grupos de la oposici¨®n como "la f¨¢brica de tortas" y cada cual procuraba eludir no s¨®lo las visitas al interior sino el pasar por las inmediaciones para evitar encuentros no deseados.
Yo, por desgracia, estuve all¨ª en varias ocasiones. La primera fue en el oto?o de 1969 cuando hac¨ªa casi un a?o que militaba en el PCE (Internacional), la escisi¨®n del Partido Comunista que m¨¢s tarde desembocar¨ªa en el Partido del Trabajo. Conducido desde mi casa a esas dependencias, supe que el nombre era una cruda realidad ya desde el momento en el que rellenaba mi ficha de ingreso: la primera bofetada psicol¨®gica de un inspector de la Brigada Social me restall¨® entre la mejilla y la oreja derecha.
Despu¨¦s, durante las consabidas 72 horas, vinieron el paso por la habitaci¨®n del "espejo transparente", los careos, los interrogatorios diurnos y nocturnos con las subidas y bajadas a los calabozos en un ascensor que sonaba como deb¨ªa sonar la cuchilla de una guillotina. De aquello sal¨ª bien; el juez me inco¨® proceso en el Tribunal de Orden P¨²blico pero me puso en libertad condicional sin fianza.
Un a?o despu¨¦s, en otra redada, le toc¨® estar alojada all¨ª a una novia m¨ªa. Permaneci¨® muchos m¨¢s d¨ªas porque Espa?a se encontraba en uno de los m¨²ltiples estados de excepci¨®n de aquellos tiempos. Me dejaban llevarle alguna chucher¨ªa y alguna vez hasta fuimos con el inspector de turno a tomar un caf¨¦ en el bar de la planta baja.
Pero en 1971 lleg¨® lo peor: en una operaci¨®n de gran alcance con dos etapas, "cay¨®" pr¨¢cticamente toda la organizaci¨®n sevillana del PC (I). Era junio y entonces yo hac¨ªa la mili en la base de Tablada y tambi¨¦n daba clases en un instituto. Primero nos cogieron a tres compa?eros y en esos d¨ªas altern¨¦ los interrogatorios con la correcci¨®n de ex¨¢menes de mis alumnos en el calabozo y con unas "clases particulares" de Historia del Arte a uno de mis carceleros, un polic¨ªa armado. A cambio, le ped¨ªa que pasara a los otros dos detenidos detalles de los interrogatorios, de manera que mantuvimos sorprendido y sin saber a qu¨¦ carta quedarse al comisario que los dirig¨ªa, por nuestra coincidencia hasta en los m¨¢s m¨ªnimos detalles.
Pero nos sirvi¨® de poco: una semana m¨¢s tarde y a partir de unas notas que hab¨ªan hallado en un piso, apresaron a una veintena de personas y volvieron a llevarme a Gavidia desde el calabozo del cuartel. Con sutiles palabras convencieron a los dos polic¨ªas militares que me acompa?aban para que dieran un paseo y me mantuvieron durante varias horas en una situaci¨®n al borde del paroxismo.
Cuando ya entrada la noche volvieron a recogerme para trasladarme a Tablada, entr¨¦ con los muslos y las costillas magulladas en el jeep y, al llegar, opt¨¦ por dejarme caer desde el veh¨ªculo. El capit¨¢n de d¨ªa me pregunt¨® si me hab¨ªan golpeado, le dije que s¨ª y, a partir de ah¨ª, el Ej¨¦rcito del Aire no permiti¨® m¨¢s traslados.
Mi ¨²ltima visita a la Gavidia fue distinta: cruc¨¦ la puerta en 1979, junto con Manuel Armenta y Pina L¨®pez Gay, formando parte de una comisi¨®n del PT que llevaba un comunicado oficial para que lo firmara Eladio Garc¨ªa Castro, preso por las ocupaciones de fincas del Sindicato de Obreros del Campo en la Sierra Sur de Sevilla.
Aquello ya no era como antes pero, as¨ª y todo, el nuevo nombre del lugar, Plaza de la Concordia, igual que hab¨ªa sucedido con la Plaza de la Alfalfa-General Mola o la Magdalena-General Franco no arraig¨® en el nomencl¨¢tor popular del callejero. Por algo habr¨¢ sido.
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