Los cr¨ªmenes de Oslo
El verdadero liderazgo se manifiesta no s¨®lo en las "decisiones valientes" y en las "acciones audaces". El liderazgo se manifiesta ante todo en la voluntad de los l¨ªderes de provocar un cambio de parecer entre sus partidarios y entre sus pueblos. Ejemplos que vienen al caso son el de Charles de Gaulle, quien, en completa contradicci¨®n con la actitud de generaciones, persuadi¨® a sus conciudadanos de las ventajas de abandonar las colonias de ultramar; David Ben-Gurion, quien una vez y otra ense?¨® a sus conciudadanos los l¨ªmites del poder; Menahem Begin, que mostr¨® a sus enfurecidos seguidores que la paz era m¨¢s importante que los territorios; y su hom¨®logo Anuar el Sadat, que mostr¨® a los egipcios que la paz era m¨¢s importante que la venganza. ?Est¨¢n Ariel Sharon y Mahmoud Abbas, como l¨ªderes, hechos de la misma pasta que todos estos? ?Tienen la capacidad de reprogramar el coraz¨®n y la mente de sus conciudadanos? ?Tienen verdaderamente la intenci¨®n de procurar cambiar el panorama emocional y remodelar los patrones de pensamiento fijados? Es dif¨ªcil saberlo. Mientras tanto, como es habitual, Ham¨¢s y los Kahanistas, la Yihad Isl¨¢mica y los principales secuaces jud¨ªos, est¨¢n enloqueciendo de furia, amenazando al un¨ªsono con destruir y erradicar, a cualquier precio, la "deshonrosa traici¨®n de ?qaba". Todos ellos prometen seguir hasta que la amenaza de la paz haya pasado. Todos exigen de sus heridos y asustados pueblos que no olviden "las lecciones de Oslo", es decir, la traici¨®n del bando contrario.
En realidad, todos tienen algo de raz¨®n: antes de disponernos a seguir la senda de ?qaba, vale realmente la pena pararnos a examinar los chascos de Oslo: nuestra enfurecida derecha, la derecha que clama incesantemente por el "desastre de Oslo", y que exige que sus "criminales" -es decir, los negociadores israel¨ªes- sean juzgados; la derecha que ve los r¨ªos de sangre vertidos desde la firma de los acuerdos de Oslo como prueba de que los palestinos nos han enga?ado; la derecha que llega a la conclusi¨®n de que no se debe hacer la paz con esos "rufianes" y que debe seguir la guerra total. Entre los palestinos hay demasiados que han llegado a la misma conclusi¨®n, pero a la inversa: Israel fue a Oslo con el objetivo de defraudarnos y despojarnos. ?Fueron los acuerdos de Oslo buenos o malos? ?Razonables, o absurdos y llenos de lagunas? En realidad, no hay forma de saberlo, porque ninguno de los bandos los cumpli¨®, ni siquiera por un instante. El acuerdo de Oslo naci¨® como hijo no deseado. Lo maltrataron sus dos progenitores desde el momento mismo en que vino al mundo.
Arafat y su banda utilizaron Oslo como trampol¨ªn para entrar en Ramala y en Gaza, llevando con ellos el concepto "salami" de la liquidaci¨®n gradual de Israel, la incitaci¨®n a continuar la yihad y un escudo para la aparici¨®n de la infraestructura terrorista. Pero tampoco las manos israel¨ªes est¨¢n limpias: durante los diez a?os de Oslo, bajo los Gobiernos de Rabin y Peres, Netanayahu y Barak y Sharon, los asentamientos se multiplicaron. Israel dio a entender a los palestinos que, por lo que a ¨¦l se refer¨ªa, los acuerdos de Oslo eran un sutil m¨¦todo para proseguir su ocupaci¨®n de los territorios palestinos. Israel fue a Oslo para decirles a los palestinos algo como: hasta ahora, hemos hecho la guerra y saqueado vuestras tierras, y vosotros nos hab¨¦is matado. Pero desde el d¨ªa de la firma de los acuerdos de Oslo, pasemos p¨¢gina: vosotros dej¨¢is de matarnos y no interfer¨ªs con nuestra continua rapi?a de vuestro territorio, hasta que finalmente no os dejemos nada.
Por consiguiente, podemos encontrar a los verdaderos "criminales de Oslo" en ambos bandos: son todos aquellos que hablaron de compromiso hist¨®rico pero que en realidad siguieron luchando por sojuzgar al contrario. De modo que las lecciones de Oslo son m¨¢s sencillas y mucho m¨¢s punzantes de lo que los incitadores y los demagogos de ambos bandos pretenden hacernos creer: la paz exige -adem¨¢s de habilidad, astucia, precauci¨®n y sutileza- una enorme cantidad de buena fe. S¨®lo aquel que acepta verdaderamente e interioriza verdaderamente el hecho de que este diminuto territorio es la ¨²nica patria de dos pueblos heridos, ¨¦l y s¨®lo ¨¦l podr¨¢ iniciar el largo camino hacia la curaci¨®n y la recuperaci¨®n.
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