El avestruz
Los problemas no comienzan a solucionarse hasta que no se nombran. Es el abc de la psicolog¨ªa: en el momento en que uno llama a las cosas por su nombre se inicia un camino de redenci¨®n. Sucede con ciertos asuntos, como la inseguridad, o la inseguridad relacionada con la inmigraci¨®n, en los que se prefiere callar antes que decir algo inadecuado. Recuerdo una velada en la que el embajador del Jap¨®n contaba a sus invitados la cantidad de veces que ten¨ªan que prestar ayuda a sus compatriotas que suelen ser las v¨ªctimas preferidas de los ladronzuelos del centro de Madrid. De hecho, hay todo un ritual para acompa?ar a estos turistas por determinadas calles. El embajador se?al¨® que suelen ser j¨®venes magreb¨ªes los que se ceban con los turistas orientales. No s¨®lo con los japoneses, tambi¨¦n con los chinos que trabajan aqu¨ª, y que por tener cierta inseguridad en el manejo de sus derechos, no denuncian los robos. Una de las asistentes a la velada corrigi¨® al embajador: no encontraba adecuado que se se?alara la nacionalidad de los que delinqu¨ªan. Y uno se pregunta: ?si se informa de la nacionalidad de la v¨ªctima por qu¨¦ no se va a informar de la del delincuente? Hace unos d¨ªas mor¨ªa una turista griega a manos de un menor marroqu¨ª. De esta tragedia podr¨ªan deducirse dos asuntos: la importancia de la seguridad de los turistas y las medidas a tomar con esos menores que deambulan sin valores, sin esperanza, sin nadie a quien rendir cuentas. Mientras en la mente de los carcas no exista m¨¢s que la palabra expulsi¨®n y en la mente de ciertos progres evang¨¦licos la idea de que todo inmigrante es bueno, no hay espacio para el debate. El falso debate se zanja siempre con m¨¢s polic¨ªas. Y el dur¨ªsimo d¨ªa a d¨ªa, como siempre, queda en manos de los asistentes sociales y los maestros (en muchos casos desesperados). La postura del avestruz ante este asunto se practic¨® en Francia y ahora hay barrios parisinos en los que la polic¨ªa ni entra. Y el descontento de las clases trabajadoras que soportaron, m¨¢s que la clase media, la inseguridad acab¨® generando el alarmante voto fascista a Le Pen. Y todo por no atreverse a llamar a las cosas por su nombre.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.