El 'indio' blanco
Ra¨²l, cuya apendicitis comprometi¨® toda la temporada del Madrid, regresa al campo de su infancia para jugar "la final" de la Liga
Hay alguno en su propio vestuario que con iron¨ªa todav¨ªa le llama "indio". A Ra¨²l (Madrid, 1977) no le hace mucha gracia que le recuerden el pasado y el Atl¨¦tico lleva los mismos colores de su infancia. No pudo reprimir un gesto de fastidio la noche que le vio descender a Segunda y hace diez a?os celebr¨® las derrotas del Madrid en Tenerife, cuando perdi¨® la Liga en la ¨²ltima jornada, en 1992 y 1993, con el j¨²bilo visceral de cualquier colchonero. Luego Jes¨²s Gil le neg¨® una subvenci¨®n para que se pagara el autob¨²s al entrenamiento, cerr¨® las divisiones inferiores y dej¨® que se marchara a Chamart¨ªn.
Santiago, conserje jubilado de los vestuarios de la Ciudad Deportiva, se acerc¨® ayer a ver el entrenamiento del Madrid. Ah¨ª, en el mismo campo donde el equipo de Del Bosque prepar¨® el que puede ser su ¨²ltimo partido competitivo de la temporada, Santiago vio entrenar a Di St¨¦fano, a Puskas, a Netzer, y a la Quinta, y, antes de jubilarse, a Ra¨²l. "Ra¨²l", dijo ayer; "se ha hecho a s¨ª mismo. Lo ¨²nico que hicieron por ¨¦l lo hizo Valdano, cuando lo puso a jugar en La Romareda. A partir de ah¨ª ¨¦l se ocup¨® solo de no salir del equipo".
Ra¨²l sali¨® ayer del vestuario con una camiseta Adidas a rayas y sin mangas. Desde esta temporada suele vestirse seg¨²n la moda. Ten¨ªa uno de esos d¨ªas gratos, y sonre¨ªa. Habl¨® con su habitual precisi¨®n: "No tengo nada claro que consiguiendo seis puntos seamos campeones. La Real ha hecho muchos m¨¦ritos y pude ganar los dos partidos que quedan".
Amante de la caza, de los perros, de los caballos, de los toros, de los coches sobrios y negros -tiene un Audi como los del Ministerio del Interior-, Ra¨²l es un peque?o enigma hasta para sus propios compa?eros. ?De d¨®nde proviene su fuerza? Patizambo y lento, sin mucho peso muscular, sin demasiada potencia y con un golpeo que m¨¢s de una vez le sale mordido, ha conseguido alzarse a cotas inh¨®spitas para cualquier jugador espa?ol. Es el futbolista m¨¢s importante en la historia del reino y, sin embargo, es dif¨ªcil determinar si su ¨¦xito se funda en el sentido de la oportunidad o en las virtudes sustanciales, si es afectuoso o implacable, amable o grosero, d¨¦spota o conciliador. De lo que no cabe duda es de que es el emblema del Madrid desde que debut¨® en 1994 hasta convertirse hoy, a los 26 a?os, en el decimocuarto goleador en la historia de la Liga con 153 goles en 316 partidos.
Tanto depende el Madrid de Ra¨²l que la temporada pudo irse al traste con su peritonitis. El 21 de abril fue operado de urgencia y desde entonces el equipo -y la selecci¨®n- se fue apagando lentamente, al mismo ritmo que se recuperaba. Que durante su ausencia Ronaldo salvara la eliminatoria contra el Manchester, con su fant¨¢stico hat trick
, fue un brillo ef¨ªmero. Esa es la diferencia b¨¢sica entre Ronaldo y Ra¨²l, am¨¦n de las consideraciones mercantiles.
Si sobre Ra¨²l se asienta la empresa a largo plazo, Ronaldo, un a?o mayor, es el recurso extraordinario. Ambos se miran de soslayo, de tan distintos que se ven. Ra¨²l desconf¨ªa de los retrasos del brasile?o, de su hedonismo perpetuo. Ronaldo desconf¨ªa del sacrificio laboral como modo de vida. Ra¨²l se empe?a en planificar cada minuto de su carrera, cada partido, cada masaje, cada entrenamiento. Ronaldo s¨®lo se desvive por demostrarse a s¨ª mismo que no le hace falta obsesionarse con la perfecci¨®n para ser perfecto.
Seguramente Ronaldo no regrese al Calder¨®n tan cargado de emociones y de responsabilidades como Ra¨²l. Para el capit¨¢n, a todos los efectos, el partido es, como dijo ayer, "una final".
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