March o Martorell
Con el t¨ªtulo, un oc¨¦ano de cultura, el Instituto Cam?es de Portugal rindi¨® homenaje a todos los autores que, en su lengua portuguesa, contribuyeron a crear un lugar de encuentro para el proyecto intercultural propiciado por las expediciones transoce¨¢nicas que surcaron las aguas de medio mundo. Prop¨®sito similar ha inspirado la creaci¨®n y la actuaci¨®n de los institutos Leopardi en Italia, Goethe en Alemania, o Cervantes en Espa?a.
La sociedad valenciana conserva la cultura de un pa¨ªs peque?o, sin Estado que fomente exteriormente su lengua, pero que, en base a los mismos argumentos derivados de su propia expansi¨®n mediterr¨¢nea, puede plantearse el porqu¨¦ de no adoptar una soluci¨®n similar para el desarrollo de su cultura y lengua propias, que simbolice su identidad y refuerce su diversidad, o al rev¨¦s.
As¨ª poder relanzar la actividad cultural, mediante la actuaci¨®n de un Instituto, d¨ªgase March o Martorell, equivalente a los arriba citados, que aproveche las actuales posibilidades que brinda hoy el disponer de un organismo de estas caracter¨ªsticas y tambi¨¦n las derivadas de las nuevas tecnolog¨ªas, junto a la disponibilidad de los medios de comunicaci¨®n p¨²blicos, para proyectar hacia el exterior una imagen que se corresponda m¨¢s con nuestro pasado hist¨®rico, nuestra realidad actual y nuestra voluntad de ser.
Por poner un ejemplo pr¨®ximo, la exposici¨®n en la Via del Corso de Roma sobre los Borja, familia a cuyo estudio el jesuita Miquel Batllori dedic¨® tantas valiosas p¨¢ginas, como recientemente recordaron en Gandia la alcaldesa Pepa Frau y el provincial de la orden Dar¨ªo Moll¨¢, fue una clara oportunidad para poner de manifiesto nuestra historia, y tambi¨¦n nuestra proyecci¨®n social. As¨ª la importancia de este linaje en la Europa de finales del siglo XV, cuando el valenciano de X¨¤tiva y Canals se escuchaba entre los muros vaticanos, destapando las pasiones de quienes, como la familia Piccolomini desde Siena, acostumbraban a ocupar los aposentos papales y que en aquellos momentos deb¨ªan conformarse con alternarlos con los pont¨ªfices valencianos.
La circunstancia es digna de ser resaltada, pues a nadie se le escapa el hecho de haber sido valencianos y ejercientes, dos de los escasos papas no italianos habidos en el Vaticano, y habida cuenta adem¨¢s de la trascendencia hist¨®rica del momento, de la contribuci¨®n financiera valenciana para la expedici¨®n de la conquista de Am¨¦rica, y del declive posterior que sufrimos tras nuestro siglo de oro, al girar la pol¨ªtica del nuevo reino de Espa?a sobre el eje castellano.
Dicho sea de paso nuestra presencia ya resultaba alarmante en la ¨¦poca, como recoge Dante en La divina comedia, al repasar episodios acontecidos cuando la conquista de N¨¢poles. Con papas controvertidos, como Calixto III que canoniza a quien lo profetiza, San Vicent Ferrer, o Alejandro VI, creador hace cinco siglos de las Universidades de Valencia y Alcal¨¢, e impulsor de la inquisici¨®n, con hijos como Lucrecia y C¨¦sar, inspirador de Maquiavelo, que acrecientan la leyenda negra, o reyes magn¨¢nimos como Alfons, que expande sus dominios por el mediterr¨¢neo.
Como en el citado N¨¢poles, donde las torres del Castelnuovo resultan tan familiares a nuestros ojos como las de Quart en Valencia, o en la isla de Cerde?a, donde la ciudad de L'Alguer conserva el r¨®tulo de la plaza de Les quatre cantonades escrito en nuestra lengua, recordando que no estamos en tierra extra?a, y que ellos no quieren olvidarlo, ni que nosotros lo olvidemos.
Volviendo al principio, Virgilio Ferreira, importante novelista portugu¨¦s contempor¨¢neo, en alguna ocasi¨®n ya citado por el compromiso que mantiene permanente con su pa¨ªs, afirma que desde su lengua, se ve el mar, se oye su rumor y se sienten sus inquietudes. Desde la nuestra, las inquietudes resultan ya acuciantes, como un reciente estudio de la Universidad de Alicante ha puesto de nuevo de manifiesto, por lo que se hace preciso una actuaci¨®n decidida en favor de la lengua y cultura del pa¨ªs.
Un instituto como los indicados, adem¨¢s de otras actuaciones paralelas, debe complementar la actuaci¨®n del Consell y Acad¨¨mia. Los estatales, a los que arriba se hace referencia, como la intervenci¨®n de Julio de Espa?a en las Cortes Valencianas, juegan a la contra de la lengua propia. Las tecnolog¨ªas y medios de comunicaci¨®n p¨²blicos deben ser utilizados igualmente en favor de nuestra cultura y lengua comunes, de manera que no se distancien entre s¨ª, que se coordinen sus actuaciones, y que se contemplen las aspiraciones y proyectos sociales de quienes nos reconocemos parte del colectivo, al que la historia nos compromete.
Alejandro Ma?es es Licenciado en Ciencias Econ¨®micas y Derecho.
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