La gaseosa
Hace dos d¨ªas, unos desconocidos apalearon a un joven magreb¨ª en la Casa de Campo madrile?a. Lo dejaron medio muerto, pero lo m¨¢s aterrador fue la extrema crueldad que emplearon: s¨®lo le golpearon en la cara, hasta destroz¨¢rsela por completo (incluyendo los ojos). Pero este suceso, siendo como es espeluznante, ha ocupado un rinconcito en los peri¨®dicos y no ha causado "esc¨¢ndalo social", esa expresi¨®n de moda que viene a ser como el hit parade de los miedos colectivos. Lo que s¨ª caus¨® considerable esc¨¢ndalo, como es natural, fue la muerte de esa turista griega apu?alada hace una semana por un menor marroqu¨ª. Tan s¨®lo la cerdada cometida en la Asamblea de Madrid, que nos tiene a todos sorbido el cerebelo, ha impedido que el asesinato de la griega abra un encendido debate en la prensa. En cualquier caso, ambos hechos hablan de una violencia ciega y angustiosa. De un amontonamiento del horror y de un creciente recelo contra los inmigrantes.
Tengo un gran amigo, Javier Velasco, que es economista y vive en Bruselas. Reside en un barrio marroqu¨ª; las ventanas de su casa (planta baja), como es habitual en Bruselas, carecen de barrotes. No son necesarios, porque apenas si hay robos. "?Por qu¨¦ se dan estas situaciones de violencia en Madrid, y por qu¨¦ no sucede lo mismo en Bruselas?", se pregunta l¨²cidamente mi amigo. La capital belga, me explica, tiene 978.000 habitantes, y 280.000 son extranjeros: un porcentaje enorme. El grupo m¨¢s nutrido es el marroqu¨ª: hay 69.000. En t¨¦rminos relativos, son m¨¢s numerosos que en Madrid. Pero est¨¢n bien integrados. Dice Javier que Bruselas aplica diversas medidas: ofrece buenas casas sociales a los emigrantes, fomenta el asociacionismo y la creaci¨®n de empresarios entre ellos, abre locales de barrio para el apoyo de los j¨®venes... Los belgas llevan muchos a?os tratando con la inmigraci¨®n y han aprendido; los espa?oles fuimos un pueblo cerrado y homog¨¦neo hasta ayer y hoy nos est¨¢ aflorando la xenofobia, que es ignorancia pura. Pero, por favor, no nos pongamos a estas alturas a intentar reinventar la gaseosa. Es mucho m¨¢s ¨²til estudiar los m¨¦todos de aquellos que saben m¨¢s que nosotros. Y deprisa, porque la cosa urge.
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