Hechos, no palabras
Las palabras del primer ministro marroqu¨ª ayer en la sede de la Uni¨®n Europea ratificando el compromiso de su pa¨ªs con la democracia y las libertades -la de expresi¨®n entre ellas- suenan a sarcasmo contra el tel¨®n de fondo de la sentencia del Tribunal de Apelaci¨®n de Rabat que condena a tres a?os de prisi¨®n, uno menos de lo impuesto en primera instancia, al periodista Al¨ª Lmrabet por ultraje al rey y ofensas a la monarqu¨ªa y a la integridad territorial de Marruecos. Lmrabet, encarcelado desde el 21 de mayo, el mismo d¨ªa en que fue pronunciada la condena inicial, lleva m¨¢s de un mes en huelga de hambre y su situaci¨®n se deteriora por momentos.
Los cr¨ªmenes del periodista, cuyos dos semanarios sat¨ªricos han sido cerrados indefinidamente por los jueces, han consistido en la publicaci¨®n de algunos dibujos mordaces, informaci¨®n sobre el presupuesto de la casa real, un fotomontaje sobre personajes pol¨ªticos y extractos de una entrevista, previamente divulgada en Espa?a, en la que un antiguo preso pol¨ªtico se declaraba republicano. Todo ello, como es patente, gravemente atentatorio contra las instituciones mon¨¢rquicas y la integridad del reino alau¨ª. Rabat aprob¨® el a?o pasado, con la abierta oposici¨®n de sus periodistas, una ley de prensa en la que se prev¨¦ c¨¢rcel para quienes atenten contra los denominados valores sagrados del reino, un arbitrario caj¨®n de sastre de dif¨ªcil engarce en una sociedad de referentes europeos y te¨®ricamente abierta al siglo XXI.
Marruecos renquea abiertamente en la modernizaci¨®n prometida por Mohamed VI hace cuatro a?os, mucho m¨¢s vendida por sus consejeros de comunicaci¨®n y la propaganda gubernamental que real en la pr¨¢ctica. Sentencias como la de Lmrabet, cuya liberaci¨®n inmediata pidi¨® ayer el sindicato de prensa marroqu¨ª y media docena de organizaciones internacionales, ponen en tela de juicio no s¨®lo la inexistente independencia del poder judicial, sino la pretendida liberalizaci¨®n del pa¨ªs magreb¨ª. Driss Jettu, que no aludi¨® al caso en ning¨²n momento durante su visita a Bruselas, ha insistido en que su pa¨ªs "construye con determinaci¨®n un Estado de derecho". Pero la consolidaci¨®n de la democracia, la ampliaci¨®n de los espacios de libertad y el respeto estricto de los derechos humanos exigen una actitud diferente.
La clase dirigente marroqu¨ª tiende a seguir viendo en cualquier disidencia un delito de lesa patria. Pero una cosa es que Marruecos sea un pa¨ªs conservador y tradicionalista y otra distinta que su sistema pol¨ªtico mantenga un arca¨ªsmo institucional incompatible con un r¨¦gimen de libertades.
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