El sexo "Y"
Contra la pretensi¨®n feminista de que el hombre y la mujer son sujetos pr¨¢cticamente iguales, la ciencia acaba de mostrar, a trav¨¦s del ADN, que las diferencias son incluso mayores de lo que cab¨ªa imaginar. Nos asombramos hace meses cuando, a partir del estudio de los respectivos genomas, resultaba que entre el chimpanc¨¦ y el ser humano apenas exist¨ªa 1,5% de componentes distintos. A todas luces era patente que con los chimpanc¨¦s, con su mundo, su aspecto, su instrucci¨®n o sus modales, apenas ten¨ªamos que ver. ?C¨®mo pod¨ªa decirse que gen¨¦ticamente compart¨ªamos tanto? Aunque, en todo caso, ?c¨®mo negar que ese pu?ado gen¨¦tico diferencial, fuera el que fuera, se revelaba definitivo?
La conclusi¨®n ahora de la Washington University School of Medicine de San Luis viene a ser parecida. Su informe dice que la cantidad de genes distintos entre un hombre y una mujer no es alta pero es tan importante como entre un hombre y un mono o entre una mujer y una mona. ?Consecuencia? La consecuencia es que m¨¢s all¨¢ de las absorciones culturales, la coeducaci¨®n y la moda unisex, nuestra fundamentaci¨®n refleja senderos que se bifurcan. Ni siquiera la consabida diversidad en los flujos hormonales agota el cat¨¢logo de nuestras diferencias en los sentidos y los pensamientos. M¨¢s abajo de la secreci¨®n hormonal, en el tatuaje de los cromosomas, los hombres y las mujeres est¨¢n marcados.
El art¨ªculo que ayer apareci¨® en Nature sobre la secuencia completa del cromosoma sexual Y, ilustra que la pareja de cromosomas XY, propia del macho - frente a la XX de la hembra- no tiende a la la rendici¨®n. Por a?os se hab¨ªa cre¨ªdo que el cromosoma Y, mucho m¨¢s peque?o y pobre que el X, era como un detritus biol¨®gico. De esta manera, lo que dar¨ªa car¨¢cter al hombre ser¨ªa como una excrecencia o part¨ªcula de basura destinada a la desaparici¨®n.
Ahora, no obstante, las cosas se ven de otro modo. El hombre altamente vilipendiado (dentro y fuera de la ciencia, en la sociedad, en los sermones, en la televisi¨®n) se reivindica en las p¨¢ginas de Nature a trav¨¦s de la nueva insignia de su cromosoma. Ahora, al contrario de presentarse la Y como un resto en trance de extinci¨®n, se erige como una fuerza narcisista que persiste a fuerza de sortear, de vez en cuando, su alianza denegadora con el X de la mujer. El cromosoma Y parec¨ªa raqu¨ªtico cada vez m¨¢s menguado pero hoy se descubre con 78 genes dirigidos tanto a afianzar la fertilidad como otras varias funciones biol¨®gicas.
En suma el Y no aparece tan in¨²til, ni tan f¨¢cil de abatir. La idea, muy celebrada estos a?os, de que el hombre era una costilla de Eva m¨¢s que Eva una costilla de Ad¨¢n se queda en una ocurrencia superada, porque la ¨²ltima comprobaci¨®n, seg¨²n el doctor William Rice, un experto en la evoluci¨®n de los cromosomas sexuales de la Universidad de California, es que el cromosoma sexual Y es terne e irreversible, casi insobornable o intravestible. Es decir, contra el nuevo hombre casi mujer y contra el supermodelo gay de nuestros d¨ªas, la nueva voz cient¨ªfica norteamericana, en l¨ªnea con la dureza de la Administraci¨®n Bush, proclama el regreso del macho erecto y bien armado.
Ayer, los medios de comunicaci¨®n europeos, en general, a trav¨¦s de la agencia brit¨¢nica Reuters, presentaron esta importante noticia referida al despliegue de la secuencia completa del cromosoma sexual Y como un fracaso a medias de la condici¨®n masculina. Pero, significativamente, el comentarista cient¨ªfico de The New York Times, Nicholas Wade, ofreci¨® la informaci¨®n a sus lectores como el descubrimiento de un trofeo masculino hasta hoy oculto o menoscabado. Un trofeo tan bien apostado en el cromosoma diferencial Y que, para mayor intriga, estar¨ªa compuesto en su mayor parte por genes no precisamente sexuales. ?Obsesionados, pues, los hombres con el sexo ? ?No ser¨¢ definitivamente esta leyenda una parad¨®jica invenci¨®n de la mujer?
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