La buena memoria
Ronda, en el ambiente cultural de nuestra ¨¦poca, una suerte de constante exhortaci¨®n a la memoria, no solamente como llamada al ejercicio de una facultad desprestigiada (el "saber de memoria") sino tambi¨¦n como invocaci¨®n moral contra el olvido del da?o infligido y del dolor de las v¨ªctimas. Ello es, seguramente, un s¨ªntoma m¨¢s del envejecimiento de nuestra modernidad, que en sus a?os mozos hizo bandera del desprendimiento del pasado como un signo de renovaci¨®n o redenci¨®n indispensable para el progreso, y hoy se encuentra abarrotada de conmemoraciones. La cuesti¨®n involucra al mismo tiempo una dimensi¨®n que podr¨ªamos llamar c¨ªvica (?cu¨¢l es el lugar que debe desempe?ar la memoria en la constituci¨®n pol¨ªtica de las sociedades, hasta d¨®nde es l¨ªcito usar de ella y en qu¨¦ punto este uso amenaza con convertirse en un abuso?), una dimensi¨®n de reflexi¨®n cient¨ªfica acerca de la metodolog¨ªa de la Historia como saber del pasado, y desde luego una dimensi¨®n filos¨®fica acerca de la propia condici¨®n hist¨®rica de la existencia humana. Sin embargo, todas estas dimensiones del problema se arriesgan a permanecer en lo superficial si soslayan la pregunta previa que subyace a todas ellas: ?cu¨¢l es el modo de ser del pasado?, ?qu¨¦ significa "recordar" o "acordarse de" algo?, ?hasta qu¨¦ punto es posible la fidelidad a lo ocurrido y en qu¨¦ sentido puede lo pasado, precisamente por serlo irremediablemente, volverse a vivir o rehabilitarse?
LA MEMORIA, LA HISTORIA, EL OLVIDO
Paul Ricoeur
Traducci¨®n de Agust¨ªn Neira
Trotta. Madrid, 2003
680 p¨¢ginas. 39 euros
Tras un largo camino recorrido en la meditaci¨®n acerca de las relaciones entre el tiempo como experiencia originaria y la narratividad como articulaci¨®n ling¨¹¨ªstica fundamental que revela tal experiencia, coronado por Tiempo y narraci¨®n y por toda la colecci¨®n de escritos emparentados con esa obra, el veterano Paul Ricoeur aborda este rompecabezas en La memoria, la historia, el olvido. La triple articulaci¨®n esbozada en el t¨ªtulo no es circunstancial: se?ala el procedimiento integrador al que Ricoeur tiene acostumbrados a sus lectores, y que incorpora en su reflexi¨®n una fenomenolog¨ªa (en sentido husserliano) de la memoria, una discusi¨®n con la epistemolog¨ªa historiogr¨¢fica contempor¨¢nea, y un horizonte de fondo dominado por la recepci¨®n cr¨ªtica de la hermen¨¦utica de Heidegger.
Pero, m¨¢s all¨¢ de la diversi-
dad tem¨¢tica y metodol¨®gica, Ricoeur sigue una estrategia unitaria en lo que podr¨ªamos llamar una "defensa cr¨ªtica" de la memoria. Esta estrategia consiste en llevar hasta el final los prejuicios contra la memoria para mostrar que todas las sospechas arrojadas sobre esta facultad no pueden serlo sino desde un fondo de aceptaci¨®n de su poder, es decir, desde la memoria misma. As¨ª, el autor pasa revista minuciosamente a los argumentos que primero el racionalismo y despu¨¦s el positivismo de los historiadores han levantado contra las debilidades y traiciones de la memoria: al faltar la posibilidad de comparar lo recordado con lo efectivamente acaecido, pues lo propio del pasado es justamente su ausencia, lo rememorado es objeto permanente de desconfianza, por temor a su utilizaci¨®n ideol¨®gica en el terreno colectivo (la historia escrita por los vencedores tiende a olvidar convenientemente a los derrotados) y a la reconstrucci¨®n falseada en la biograf¨ªa individual (se recuerda el pasado en funci¨®n de un presente y de unas expectativas de futuro, encubriendo lo que no es congruente con esa perspectiva).
Otro orden de objeciones son las dirigidas por pensadores como Pierre Nora o Tzvetan Todorov contra la pl¨¦tora de celebraciones, aniversarios y homenajes complacientes con los cuales nuestro tiempo finge rendir tributo a su pasado para disimular sus propias sombras. Est¨¢ claro, sin embargo, que en todas estas cr¨ªticas no hay sino una reivindicaci¨®n de la "verdadera" memoria contra sus m¨¢scaras, pues nada puede sustituir a la memoria como trayecto hacia lo ya sido ni como elemento en el cual tienen sentido las nociones de "imputabilidad" de las acciones o de responsabilidad por las mismas, de las cuales ninguna de estas cr¨ªticas puede prescindir. Dialogando con Bergson, con Levinas o con Derrida, Ricoeur pone de manifiesto que esta "verdadera" memoria es la que asume su vulnerabilidad, su car¨¢cter siempre parcial y revisable: la historia falsificada es la que se pretende total, la que desconoce que ella s¨®lo es posible y necesaria porque hay cosas que faltan a las palabras y personas ausentes de sus nombres. El olvido -como aquello que limita las pretensiones "totalitarias" de la memoria- no es ¨²nicamente la fuerza destructiva que erosiona y borra las huellas externas e internas de lo ocurrido, sino tambi¨¦n el producto del amor que permite soslayar la aflicci¨®n y que hace posible el perd¨®n. La presunta desventaja "cient¨ªfica" de que no se pueda vivir sin olvidar queda compensada por el hecho moral de que tampoco puede hacerse sin perdonar. Que no haya memoria sin olvido no es s¨®lo una imperfecci¨®n lamentable, sino tambi¨¦n lo que celebra El cantar de los cantares cuando nos recuerda que "el amor es m¨¢s fuerte que la muerte".
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