El arte es la invenci¨®n del arte
La considerable cantidad de cerca de 45 t¨ªtulos publicados le ha dado fama de escritor prol¨ªfico al argentino C¨¦sar Aira (1949). Fama falsa: pocos, poqu¨ªsimos de estos libros sobrepasan las doscientas p¨¢ginas, la inmensa mayor¨ªa tienen menos de cien y algunos son textos m¨ªnimos, como Dante y Reina o La pastilla de hormona. Con Aira se confunde la proliferaci¨®n de peque?os vol¨²menes con la idea de un graf¨®mano, pero en verdad, a estas alturas, Aira va m¨¢s lento que la avidez de la creciente secta de iniciados del, creo, m¨¢s personal, m¨¢s ins¨®lito y, acaso, m¨¢s interesante entre los prosistas latinoamericanos de hoy.
Podr¨ªa decirse que Fragmentos de un diario en los Alpes, con su aparente desarticulaci¨®n, con su modesta brevedad, es un libro marginal: la perversidad del asunto consiste en que todo Aira es deliberadamente marginal, desde sus ediciones en peque?as editoriales, sobre todo la rosarina Beatriz Viterbo Editora, hasta sus intenciones y relatos resultantes, siempre a contra corriente, en el filo del experimento, autoinmol¨¢ndose en nuevos riesgos narrativos, a veces -de nuevo la enga?osa apariencia- lineales y simples hasta sembrar la duda de si ser¨¢n tan simples y tan lineales.
FRAGMENTOS DE UN DIARIO EN LOS ALPES
C¨¦sar Aira
Beatriz Viterbo Editora
Rosario (Argentina), 2003
128 p¨¢ginas. 15 euros
Ser¨ªa inocente afirmar que existe una clave inequ¨ªvoca para desentra?ar el mundo aireano. Si la hay, ¨¦sta ser¨¢ mutante por necesidad: lo interesante de este diario es que Aira hace un enunciado inicial que, me temo, termina derog¨¢ndose a s¨ª mismo. Afirma Aira que "a medida que una civilizaci¨®n progresa, sus objetos se hacen cada vez m¨¢s im¨¢genes de otros objetos" y explica los procedimientos de Balzac: "El gran realista nunca escribi¨® sobre la realidad tal como la percib¨ªa directamente sino mediada por el arte, serio o popular... Cuando describe un paisaje, est¨¢ pensando en los cuadros de alg¨²n pintor...
Y hasta los argumentos, sobre todo los argumentos, los tomaba de diarios o libros m¨¢s que de la experiencia. Esta mediaci¨®n no lo hace menos realista, al contrario. Habr¨ªa que ver si hay otra forma de realismo posible. Quiz¨¢ la grandeza de Balzac, lo que lo hace el padre del realismo, est¨¢ justamente en haber practicado esa mediaci¨®n por los signos".
Aira quiere empezar desde
cero, redescubrir los signos, reivindicar el procedimiento; antes lo dijo ¨¦l mejor que yo: "Cuando el arte ya estaba inventado y s¨®lo quedaba seguir haciendo obras, el mito de la vanguardia vino a reponer la posibilidad de hacer el camino desde el origen... y el modo de hacerlo fue reponer el proceso all¨ª donde se hab¨ªa entronizado el resultado". La ventaja que tiene la literatura de Aira consiste en que ¨¦l reivindica la invenci¨®n pura y salva el proceso pero el resultado siempre se preserva. Para C¨¦sar Aira, la escritura es "como si fuera un arte unipersonal, como si el arte fuera la invenci¨®n del arte. Y as¨ª es en realidad. En el arte de verdad el medio sigue siendo medio, vuelve a inventarse cada vez; frente al arte comercializado, en que el lenguaje de ese arte es meramente usado, el arte de verdad muestra una recurrente radicalidad, es un lenguaje que vuelve a plantear cada vez sus condiciones de posibilidad". El arte, entonces, "es la actividad mediante la cual puede reconstruirse el mundo, cuando el mundo ha desaparecido".
El valor de estas declaraciones radica en que son, consistentemente, un testimonio sobre su propia aventura como escritor. Sandra Contreras, autora de un estudio pionero, Las vueltas de C¨¦sar Aira, lee a nuestro autor bajo esa lupa -"el arte es la invenci¨®n del arte", y en el entendido de que "el mundo ha desaparecido" y que, por tanto, la supervivencia es la materia del relato: "No hay, pr¨¢cticamente, en la literatura de Aira, historias cuyo objeto ¨²ltimo no sea, de uno u otro modo, sino un m¨¦todo o un deseo de supervivencia: c¨®mo recuperar la juventud, c¨®mo sobrevivir a la cat¨¢strofe, a la muerte o al fin del mundo, c¨®mo empezar o volver a vivir"-.
El escenario buc¨®lico de este diario, una casa de gente culta que "tiene ese rasgo infantil de re¨ªrse del arte como de una farsa bien pensada" y que est¨¢ rodeada de toda clase de objetos preart¨ªsticos, casi art¨ªsticos, "proliferaci¨®n de im¨¢genes-objeto", colecciones de c¨®mics, casas de mu?ecas, es el medio preciso para disparar el imaginativo pensamiento de Aira hacia el interrogante que nace de su actitud de artista de empezar desde cero y reinventar el proceso: "Muchas veces me he preguntado qu¨¦ debe pasar para que un medio de expresi¨®n se transforme en un arte; porque ninguno nace como arte, m¨¢s bien al contrario, nace lejos del arte", pregunta que nace con el examen del taumatropos, un juguete que antecede al cine, otro de tantos inventos que producen la ilusi¨®n de movimiento de las im¨¢genes y que no son arte, como el cine, que es "el ¨²nico arte que surgi¨® en los tiempos hist¨®ricos". El interrogante que sigue, as¨ª, en forma de pregunta, acaso sea la explicaci¨®n m¨¢s certera del gusto que los lectores de C¨¦sar Aira sacamos de sus textos: "?Cu¨¢les fueron los juguetes maravillosos y conmovedores que anunciaron, toscos e imperfectos, a la literatura? ?Qu¨¦ no dar¨ªa por verlos, por tenerlos! Y quiz¨¢ los tengo, y no lo s¨¦, y eso hace incurable mi nostalgia". Los tiene.
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