P¨¢jaros de Hispanoam¨¦rica
?sta es una historia desquiciada en la que se enfrentan dos culturas y se suceden los lugares comunes. Pedro Reissig muri¨® traicionado y asesinado por la dictadura boliviana despu¨¦s de luchar hasta la extenuaci¨®n por la revoluci¨®n social y la independencia del pueblo. Pedro Zabalaga, su hijo, ejerce de profesor pijo en Madison, donde vive rodeado de gadgets de ¨²ltima generaci¨®n (un ibook color mandarina, for instance), de ¨ªnfulas de autor de prestigio y de n¨ªnfulas explosivas como una alumna y amante llamada Ashley, lolita a lo Ver¨®nica Lake de la que Pedro huye despavorido como un Humbert Humbert del rev¨¦s. El regreso a su Bolivia natal, en busca de recuerdos y de certezas acerca de su heroico padre, ilumina el contraste entre la atm¨®sfera enrarecida que le toc¨® respirar al cabecilla Reissig y el bienestar que disfruta el joven profesor Zabalaga, un tipo sin demasiados escr¨²pulos, que se codea con gays y lesbianas como Yasmine o Joaqu¨ªn -para que la novela exhiba la deuda contra¨ªda con la vaina de lo pol¨ªticamente correcto- y suscribe el carpe diem con cierta promiscuidad, un culturalismo snob y caprichos de toda suerte. Zabalaga entra en la telara?a de relaciones, componendas y secretismos que envuelven la muerte de su padre y sus propios or¨ªgenes, metaforizados en los crucigramas que perge?a el caleidosc¨®pico T¨ªo David, seguramente el personaje m¨¢s interesante de la novela, que daba sin duda para mucho m¨¢s. Entre los p¨¢jaros de Hispanoam¨¦rica que Pedro encuentra en Bolivia, incluye adem¨¢s a Jaime Villa, Robin Hood del narcotr¨¢fico y autor de unas memorias trufadas de falsedades que no justifican demasiadas p¨¢ginas pl¨²mbeas, y hablando con unos y otros, Zabalaga se da cuenta de que "nuestro pasado, por lo com¨²n, es una verg¨¹enza, y no puede ser uno leal con el pasado a costa de ser desleal con el presente", como reza el texto de Bioy espigado como ep¨ªgrafe. Persuadido de que lo oportuno es tratar de pasar p¨¢gina, el hijo de Reissig merodea no obstante -para tratar de darle m¨¢s apresto a la novela- por los enigm¨¢ticos fragmentos de la novela que compuso su padre, Berkeley, y que puede esconder la identidad de quien lo traicion¨® llev¨¢ndolo a la muerte, pero el caso es que nada se muestra verdaderamente s¨®lido en esta trama desigual y t¨®pica en la que lo que s¨ª destaca es la banalidad con la que el inmaduro y charnego profesor de literatura, pijoaparte boliviano en alg¨²n sentido, despacha sus angustias existenciales, "ah, si ella hubiera podido saber c¨®mo la amaba cada vez m¨¢s, con ese capricho de los corazones salvajes que s¨®lo saben entregarse a lo inalcanzable" (p¨¢gina 142).
LA MATERIA DEL DESEO
Edmundo Paz Sold¨¢n
Alfaguara. Madrid, 2002
313 p¨¢ginas. 17,20 euros
En realidad, el thriller prometido en la contracubierta brilla por su ausencia, si no es que se considera tal la trayectoria del propio protagonista, Pedro, busc¨¢ndose a s¨ª mismo entre tornadizas amantes, salamandras simb¨®licas y confusos criptogramas que acaban en agua de borrajas. La trama, gregaria en algunos aspectos de la vida del profesor Paz Sold¨¢n, da tumbos, los episodios amorosos, en cambio, dan risa, no son pocos los personajes con contradicciones y, en fin, todo parece haber sido escrito sin la necesaria claridad de ideas pero, eso s¨ª, con una absurda e imperiosa obligaci¨®n de exhibir el biling¨¹ismo de nuestro profesor m¨¢s all¨¢ de lo aconsejable, hasta extremos inadmisibles en que p¨¢rrafos enteros, en la 138, en la 159, en la 97-99, aparecen en ingl¨¦s coloquial, sin m¨¢s.
Que dios nos perdone, pero todo aqu¨ª revela la insoportable vanidad del ser.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.