El Athletic tiene un desaf¨ªo
Hace tiempo que el Athletic no pasa por Madrid para vivir las emociones de un gran duelo de f¨²tbol. Sol¨ªa ocurrir en las finales de Copa, de las que fue tan asiduo que se le consider¨® propietario moral del torneo. Disput¨® su ¨²ltima final en 1985 y sali¨® derrotado por el Atl¨¦tico en lo que signific¨® el comienzo del desplome de la era Clemente. Siete meses despu¨¦s fue despedido en medio de una virulenta crisis, la m¨¢s grave que ha atrevesado el Athletic y, sin duda, la m¨¢s da?ina. Sus efectos se han prolongado hasta ahora, por mucho que aquel episodio s¨®lo sea un rumor para la nueva generaci¨®n de aficionados. All¨ª se incub¨® todo aquello a lo que hab¨ªa sido impermeable el Athletic: la fractura social, la agitaci¨®n, la p¨¦rdida de perspectiva hist¨®rica, la insensatez. Han pasado 18 a?os de evidente decadencia, con apenas alg¨²n repunte circunstancial, como el imprevisto segundo puesto en la Liga del centenario del club.
Nada asegura al Athletic su viejo protagonismo en el f¨²tbol espa?ol. Pero tampoco nada le asegura el fracaso que los pesimistas le auguran desde la noche de los tiempos. En los mismos 18 a?os del declive rojiblanco se ha asistido a los descensos del Valencia, el Atl¨¦tico, el Sevilla, el Betis, el Zaragoza o el Sporting de Gij¨®n, por citar a seis de los equipos cl¨¢sicos de la Liga espa?ola. Quiz¨¢ el Athletic ha encontrado la energ¨ªa de los resistentes en esas limitaciones que tanto se le achacan. El problema es que el Athletic no est¨¢ en el f¨²tbol para resistir. Est¨¢ para protagonizar. Si es prisionero de sus viejas tradiciones, tambi¨¦n lo es de su glorioso pasado, de manera que se siente obligado a rendir cuentas a la historia de los Pichichi, Belauste, Iraragorri, Gainza, Garay, Iribar, Rojo, Goikoetxea y Sarabia, de la gente que le hizo grande y orgulloso. Esta dificultad para sentirse a la altura de la historia es la que atormenta al club, a los jugadores y a los aficionados.
Si las mejores generaciones del Athletic interpretaron la dificultad -y no es peque?a la singular pol¨ªtica territorial del club- como un motor de superaci¨®n, los ¨²ltimos equipos la han visto como una limitaci¨®n insalvable. ?Pero lo es? Para saberlo es mejor atenerse a las pruebas y aceptar ciertos desaf¨ªos. El mismo equipo que parec¨ªa condenado a un drama en la Liga, ocupa la sexta posici¨®n del campeonato, con una hornada de futbolistas j¨®venes, muchos de ellos adiestrados desde ni?os en Lezama, como Yeste, Aranzubia, Arriaga o Del Horno. Este equipo ha marcado 32 goles fuera de casa -es el segundo m¨¢ximo goleador del torneo- y ha enviado un imprevisto mensaje de optimismo a su hinchada. Este equipo llega a Madrid no como invitado a la fiesta de coronaci¨®n del Madrid ni a buscar un puesto en la Copa de la UEFA. Su desaf¨ªo es mucho mayor. De alguna manera, el Athletic juega hoy en Madrid su primera final en 18 a?os. Es una final contra sus dudas, contra sus vacilaciones, contra las coartadas pesimistas. Es el partido que otros jugaron, la final que los once aldeanos le ganaron en 1958 al Madrid de Di St¨¦fano y de las tres primeras Copas de Europa.
El Madrid se juega la Liga, pero el Athletic se juega la defensa de un modelo que merece la vigencia que muchos le niegan. ?O c¨®mo se explicar¨ªa una victoria hoy frente al fulgurante Madrid de Ronaldo, Zidane, Ra¨²l y Figo?
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