La Europa real y la trivialidad del bien
En el caf¨¦ Orange de Oranienburgerstrasse, en el moderno coraz¨®n de lo que antes era Berl¨ªn Este, hablo con un tipo que lleva camiseta, sandalias y gafas de sol de dise?o. Es un veterano del 68 que critica con dureza la pol¨ªtica actual del Gobierno de Bush. En un momento dado se inclina hacia delante y dice, en tono humor¨ªstico: "?No cree que nos hace falta una nueva fiesta del t¨¦ de Boston?". Es evidente -bromea- que la fiesta del t¨¦ de Boston fue beneficiosa para las relaciones entre el Reino Unido y Estados Unidos... a largo plazo. Cuando se levanta para irse, veo que se pone una gorra de b¨¦isbol que anuncia la marca American Eagle. "Ja", dice, "das habe ich in Boston gekauft". "La compr¨¦ en Boston".
En la Europa de hoy existen dos figuras caracter¨ªsticas: el antieuropeo totalmente europeizado y el antiamericano totalmente americanizado
Ahora nos dicen que hay una "vieja Europa" y una "nueva Europa". Menuda tonter¨ªa. ?Acaso Londres, Madrid y Varsovia son "nuevas"?
Ser hoy europeo es, nos guste o no, estar profundamente vinculado a Estados Unidos desde el punto de vista cultural, social, econ¨®mico, intelectual y pol¨ªtico
En todos los rincones de Varsovia, en las calles, en el canal televisivo de noticias Tvn24, en Radio Zet, veo y oigo anuncios del nuevo disco de Madonna, American life. (Hay que decirlo con acento polaco: "A-mehrr-ikan Life"). En la plaza de C¨¢novas del Castillo, frente al Museo del Prado, en el centro de Madrid, hay un Planet Hollywood y un McDonald's. El libro m¨¢s vendido en la librer¨ªa cercana es El diario de Bridget Jones. De vuelta en Oxford, recibo un correo electr¨®nico que me anuncia: "Harry Potter 5 en fran?ais d¨¦j¨¤ sur amazon.fr!". The Daily Telegraph, junto a una furibunda informaci¨®n euroesc¨¦ptica sobre los planes de Val¨¦ry Giscard d'Estaing para suprimir el Reino Unido, anuncia vuelos a Roma y la Dordo?a por 4,99 libras.
De modo que, para variar, hablemos de la Europa real. En las ¨²ltimas semanas he repartido mi tiempo entre cinco ciudades europeas: Madrid, Varsovia, Berl¨ªn, Londres y Oxford. En la pr¨¢ctica son ciudades con muchas cosas en com¨²n. Una de ellas -y es posible que los europeos se sientan inc¨®modos con esto- es una enorme dosis de Estados Unidos y el mundo anglosaj¨®n.
Oxford, que acaba de perder por estrecho margen la designaci¨®n como capital europea de la cultura en el a?o 2008, es una ciudad europea, no s¨®lo por factores tan visibles como su arquitectura, sus bibliotecas y su historia intelectual. Tambi¨¦n es profundamente europea en su vida cotidiana. Se cuenta (si non e vero e ben trovato) que cuando el fil¨®sofo polaco Leszek Kolakovski lleg¨® a la ciudad en 1969, despu¨¦s de ser expulsado por motivos pol¨ªticos de la Universidad de Varsovia, recorri¨® las calles durante varias horas y lleg¨® a casa algo confuso. "Es una ciudad bonita", le dijo a su mujer, "pero ?d¨®nde est¨¢n los caf¨¦s?". Pues bien, ahora hay casi m¨¢s caf¨¦s que pubs. Llenos de estudiantes alemanes, italianos, espa?oles, polacos, checos, griegos, finlandeses, suecos y rusos. En primavera se ve en todas partes el juego de la atracci¨®n sexual de las escuelas de idiomas.
Ahora bien, el caf¨¦ en el que quedan Vlad¨ªmir y Mar¨ªa tiene tantas probabilidades de ser un Starbucks como un pr¨ºt-¨¤-manger, y el lenguaje en el que coquetean es ingl¨¦s. ?O ser¨¢ americano? El escritor checo V¨¢clav Havel, ex disidente y ahora ex presidente, me dijo en una ocasi¨®n que existen tres clases de ingl¨¦s: "El ingl¨¦s que hablan los checos con los espa?oles y los italianos con los rusos. Se entiende todo. El ingl¨¦s americano; se entiende alrededor del 50 %. Y el ingl¨¦s ingl¨¦s, del que no se entiende nada". En general, el ingl¨¦s de los caf¨¦s de Oxford pertenece a la primera o a la segunda categor¨ªa. Es lo que ahora se denomina ELF; que no tiene nada que ver con el lenguaje de los elfos, inventado por el oxoniano J. R. R. Tolkien, sino que es English as Lingua Franca.
El rey Canuto
Bienvenidos a la Europa real. Que quede claro que no tiene sentido estar a favor ni en contra de ella. Es lo que hay. Como sol¨ªa comentar filos¨®ficamente Mija¨ªl Sergeyevich Gorbachov, es "la vida misma". Cuando los franceses intentan detener las oleadas de americanismo cultural transformado y sutilmente re-europeizado, con el fin de conservar, mediante el proteccionismo burocr¨¢tico, el franc¨¦s y lo que llaman la "excepci¨®n cultural" europea, se parecen al rey Canuto cuando intentaba detener la marea que sub¨ªa. Salvo que Canuto sab¨ªa que no pod¨ªa parar la marea, y los franceses no parecen darse cuenta (o, por lo menos, no lo reconocen).
Ahora nos dicen que hay una "vieja Europa" y una "nueva Europa". Menuda tonter¨ªa. ?Acaso Londres, Madrid y Varsovia son "nuevas"? Pero el otro d¨ªa, en un debate televisivo sobre la "identidad europea" en el que particip¨¦ en Berl¨ªn, la pel¨ªcula de presentaci¨®n comenzaba con la famosa frase de Donald Rumsfeld en la que calificaba despreciativamente a Francia y Alemania de "vieja Europa". Despu¨¦s, el filme se remontaba a Europa, la m¨ªtica princesa secuestrada por Zeus. Pero incluso entonces, el presentador hac¨ªa una intrincada comparaci¨®n entre Zeus, el dios-toro-violador, y el Estados Unidos de Bush. ?Y cu¨¢l es el ensayo sobre Europa m¨¢s influyente del a?o pasado? El de Robert Kagan, un neoconservador estadounidenses, a quien se cita constantemente en todas las capitales europeas. Es decir, no se trata s¨®lo de la comida r¨¢pida, el cine, la moda o el idioma. Hasta nuestros propios debates sobre Europa se rigen por Estados Unidos.
Como consecuencia, en la Europa de hoy existen dos figuras caracter¨ªsticas: el antieuropeo totalmente europeizado y el antiamericano totalmente americanizado. Todos conocemos a ese conservador euroesc¨¦ptico brit¨¢nico, con su traje de raya diplom¨¢tica, su casa en la Toscana, experto en vinos franceses, que sabe mucho m¨¢s sobre las ¨®peras de Wagner que el canciller Gerhard Schr?der (claro que esto ¨²ltimo puede no ser tan dif¨ªcil). Todos conocemos a la pacifista alemana de cierta edad, antiamericana, cuyas fuentes de inspiraci¨®n son Woodstock, Joan B¨¢ez y no el Mart¨ªn Lutero alem¨¢n, sino el Martin Luther King norteamericano. Sin embargo, cada uno de ellos protestar¨ªa: "No soy antieuropeo; s¨®lo estoy en contra de la idea eurocr¨¢tica de Bruselas sobre un superestado federal". "No soy antiamericana, s¨®lo estoy en contra de la pol¨ªtica inhumana y beligerante de ese vaquero tejano que ocupa la Casa Blanca".
La diferencia es v¨¢lida hasta cierto punto. Por supuesto, uno no est¨¢ obligado a admirar la Comisi¨®n Europea y la PAC s¨®lo porque le guste la ciabatta, el cafe latte y Armani; el hecho de que disfrute con The New Yorker, John Updike y el ala oeste de la Casa Blanca no quiere decir que tenga que apoyar a Bush y la CIA. Las etiquetas de "antieuropeo" y "antiamericano" se reparten con demasiada alegr¨ªa. Pero no es posible separar por completo las ideas que uno tiene sobre un pa¨ªs como Estados Unidos o un continente como Europa de lo que piensa sobre sus instituciones representativas.
Me dir¨¢n que a George W. Bush no le eligi¨® la mayor¨ªa, ni siquiera la mayor¨ªa de esa minor¨ªa de ciudadanos estadounidenses adultos que se molestaron en ir a votar en las ¨²ltimas elecciones presidenciales; que al presidente de la Comisi¨®n Europea no le ha elegido nadie, y que, por consiguiente, decir que las presidencias actuales de Estados Unidos o la Comisi¨®n Europea son "instituciones representativas" es una broma de mal gusto. Sin embargo, los m¨¢s altos tribunales y ¨®rganos pol¨ªticos de Estados Unidos aceptaron, aunque fuera a rega?adientes, que Bush era el presidente electo y leg¨ªtimo del pa¨ªs, y las instituciones europeas representan, aunque sea de forma imperfecta, una asociaci¨®n voluntaria y legal de democracias europeas. As¨ª que la diferencia no est¨¢ tan clara.
C¨®mo detener a EE UU
De ah¨ª que el t¨ªtulo de un reportaje publicado hace poco por el semanario brit¨¢nico de izquierdas The New Statesman no fuera C¨®mo detener a Bush, sino C¨®mo detener a Estados Unidos. Yo no quiero vivir en una Europa que intenta construir su identidad pregunt¨¢ndose "c¨®mo detener a Estados Unidos". No sirve de nada, porque el hecho de definirse por las diferencias con Estados Unidos no contribuye a unir Europa, sino a dividirla, como hemos visto con la guerra de Irak, en la que separ¨® a los Gobiernos en dos bandos, con Francia, Alemania y B¨¦lgica en uno, y la mayor¨ªa de los dem¨¢s en el otro. Y dividi¨® a la opini¨®n p¨²blica: la mayor parte de la gente estaba contra la guerra, y muchos contra Bush, pero, desde luego, la mayor¨ªa no estaba en contra de Estados Unidos. Ser hoy europeo es, nos guste o no (y a m¨ª me gusta), estar profundamente vinculado a Estados Unidos desde el punto de vista cultural, social, econ¨®mico, intelectual y pol¨ªtico. ?Por qu¨¦ tirar piedras contra nuestro propio tejado? ?Por qu¨¦ definirnos en funci¨®n de aquello contra lo que estamos, y no de aquello que defendemos?
Hay muchas cosas que defender en la Europa actual. La horrible primera mitad del siglo XX abreviado, desde 1914 hasta la muerte de Stalin en 1953, se caracteriz¨® -guerras, holocausto y gulag- por lo que Hannah Arendt denomin¨® la "trivialidad del mal". Los ¨²ltimos 50 a?os en Europa occidental y los ¨²ltimos 15 (desde las revoluciones de terciopelo de 1989) en Europa central y gran parte de la oriental (excepto los Balcanes y algunas zonas de la antigua Uni¨®n Sovi¨¦tica) se han distinguido, cada vez m¨¢s, por lo que yo llamo la trivialidad del bien.
Hacer el amor y no a la guerra
Es la trivialidad del bien lo que se observa entre los j¨®venes alemanes, italianos y, ¨²ltimamente, polacos y rusos que ligan en los caf¨¦s de Oxford, Madrid y Varsovia; es la trivialidad del bien lo que permite a los tories euroesc¨¦pticos, con su traje de raya diplom¨¢tica, volar a la Dordo?a por 4,99 libras, y a los manifestantes antiamericanos, con sus vaqueros, agrupar sus fuerzas en Ginebra por 8,50 euros; es la trivialidad del bien lo que hace que los europeos se dediquen a hacer el amor y no la guerra mientras comparan sus notas sobre la ¨²ltima pel¨ªcula llegada de Estados Unidos, en ELF. ?ste es el rico terreno en el que podemos plantar y cultivar el "consenso moderno, profundo y de futuro a favor de Europa" del que habl¨® elocuentemente el lunes pasado, en la C¨¢mara de los Comunes, un ministro de Hacienda escoc¨¦s, europeo y proamericano.
Por supuesto, la pol¨ªtica del poder tiene un papel importante. Resulta peligroso para el mundo que s¨®lo exista una hiperpotencia. Resulta peligroso para Estados Unidos ser esa ¨²nica hiperpotencia. Como me dec¨ªa el tipo del caf¨¦ Orange de Berl¨ªn, un motivo por el que son tan malas las relaciones entre Europa y Estados Unidos es la debilidad europea. Estados Unidos necesita un socio m¨¢s fuerte, y Europa necesita desesperadamente al Reino Unido para poder convertirse en ese socio. Tal como suena. Y eso es lo que puede ayudarnos a conseguir la verdadera Europa.
Por cierto, se me ha olvidado decir el nombre del tipo del caf¨¦ Orange. Era Joschka Fischer. S¨ª, Joschka Fischer: ese que pertenece a los Verdes, es ministro de Exteriores de Alemania y tal vez pronto sea el primer ministro de Exteriores de Europa.
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