Robert Wilson descubre el 'gospel'
Gustave Flaubert tuvo una fuerte impresi¨®n la primera vez que contempl¨® Las tentaciones de san Antonio, de Brueghel, en G¨ºnes, mientras realizaba un viaje familiar en 1845. Dicen algunos de sus bi¨®grafos que se inspir¨® en el cuadro para escribir la obra teatral del mismo t¨ªtulo. La asociaci¨®n es, como m¨ªnimo, curiosa. Robert Wilson llevaba 20 a?os d¨¢ndole vueltas a c¨®mo poner la pieza dram¨¢tica en escena, sin encontrar en todo ese periodo un hilo iluminador. Rizando el rizo, tal vez quer¨ªa establecer un puente con la pintura en general (citar a Brueghel ser¨ªa demasiado), dada la dimensi¨®n pl¨¢stica desde la luz, el color y el movimiento, que suele desplegar en sus realizaciones esc¨¦nicas el inclasificable artista. En la larga espera se cruz¨® la cantante y compositora negra Bernice Johnson Reagon. Salt¨® el flechazo. El espect¨¢culo surgido de la extra?a combinaci¨®n de Flaubert, Wilson y la m¨²sica afroamericana se estren¨® anteayer en Duisburgo, en el marco de la Trienal del Ruhr que dirige G¨¦rard Mortier. Este verano recalar¨¢ en los festivales de Peralada y Santander.
Las canciones y la m¨²sica de Johnson Reagon son la m¨¦dula espinal de una representaci¨®n que se ha clasificado en la categor¨ªa de ¨®pera-gospel. Espirituales, canciones de iglesia, baladas con una pizca de blues y, por supuesto, m¨²sica gospel forman el repertorio del grupo Sweet Honey In The Rock, creado hace ya 30 a?os por Johnson Reagon, especialista en m¨²sica afroamericana, profesora de Historia de la Universidad de Washington y luchadora infatigable contra la discriminaci¨®n racial, adem¨¢s de compositora. Sus canciones son hermosas, muy hermosas, y los diecis¨¦is integrantes de su grupo las exponen con ilusi¨®n y un diab¨®lico sentido del ritmo, desde los protagonistas Carl Hancock Rux (San Antonio) o Helga Davis (Hilarion) hasta el ¨²ltimo secundario.
Seguramente fue el tono ritual, la doble dimensi¨®n espiritual y vital, lo que atrajo a Wilson del grupo americano para sacar a flote su proyecto Flaubert. La figura de san Antonio supone una oportunidad para plasmar la eterna lucha entre la virtud y el pecado. El eremita, con sus visiones, se presta asimismo a una correspondencia con la inspiraci¨®n del artista. A un autor como Wilson todo esto le ven¨ªa como anillo al dedo. Pero Flaubert fue pasando a segundo plano y la dial¨¦ctica se desplaz¨® a la confrontaci¨®n de dos est¨¦ticas. La de Wilson, minimalista, geom¨¦trica, puntillosa desde la exactitud; la de los negros, un torbellino existencial. ?Qu¨¦ pod¨ªa salir de este choque?
Algo totalmente conciliador. Las tentaciones de san Antonio es un espect¨¢culo Robert Wilson en estado puro y tambi¨¦n un espect¨¢culo de gospel sin concesiones. Bien es verdad que el director esc¨¦nico, sin renunciar a su ceremonial ling¨¹¨ªstico, se muestra algo m¨¢s permisivo que en otras ocasiones en la aplicaci¨®n de sus c¨®digos. La convivencia de culturas se hace latente sin forzar en ning¨²n caso la desnaturalizaci¨®n. Los cantantes se mueven a sus anchas y Wilson, por citar un detalle significativo, incluso pidi¨® construir un falso fondo en el escenario para que no se vieran unas escaleras de hierro. El metal no le va, est¨¦ticamente hablando, al americano. Lo suyo son los colores vivos, las luces insinuantes, los ambientes on¨ªricos, los gestos geom¨¦tricos. La mezcla de culturas en las ant¨ªpodas, de tradici¨®n y modernidad, de mar y monta?a, por decirlo de una manera mediterr¨¢nea, suscita simpat¨ªa. El espect¨¢culo es entretenido. La osad¨ªa deja su sitio a la amabilidad y el p¨²blico reacciona positivamente.
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