Una escultura con luz interior
El pasado mes de mayo abri¨® sus puertas en el n¨²mero 2 de la calle P¨ªo XII de Pamplona, el Civican, ambicioso espacio c¨ªvico m¨²ltiple que ha financiado la Fundaci¨®n Caja Navarra. Pero adem¨¢s es un nuevo elemento en la renovaci¨®n urban¨ªstica de la capital navarra, dise?ado por los arquitectos Manuel Blasco, Patxi Garraus, Luis Felipe Gaztelu y Francisco Javier Tellechea, con una inversi¨®n de 7,81 millones de euros.
La Fundaci¨®n Caja Navarra barajaba desde hace a?os la creaci¨®n de un centro c¨ªvico intergeneracional y multidisciplinar. Un espacio donde convivieran ni?os con jubilados, aficionados a la lectura con interesados en la gastronom¨ªa, deportistas e internautas, conferenciantes y amantes de conferencias invernales; un microcosmos que sirviera para atender todas las necesidades imaginables. Era todo un reto para el equipo de arquitectos que tuviera que llevar al papel, primero, y luego a las tres dimensiones, el proyecto de la entidad de ahorro.
Para empezar, el solar deb¨ªa ser accesible, c¨¦ntrico, lo suficientemente extenso como para acoger un edificio con los requisitos citados y muchos m¨¢s.
Tras llegar a un acuerdo con el Gobierno de Navarra y el Ayuntamiento de Pamplona, se consigui¨® una parcela ubicada en una de las zonas preferentes de la ciudad, entre la Vuelta del Castillo y el barrio de San Juan.
Nada m¨¢s recibir el encargo, el equipo de arquitectos -colaborador habitual de la entidad bancaria- estim¨® que una construcci¨®n de tal envergadura requer¨ªa una consideraci¨®n escult¨®rica, de referencia para un barrio con un urbanismo disperso y donde escasean los edificios de cierto inter¨¦s. Pero es que, adem¨¢s, ten¨ªa que mirar a una de las masas verdes m¨¢s atractivas de la ciudad, el bosque de casta?os adyacente a la Ciudadela, la construcci¨®n por excelencia de Pamplona.
"Est¨¢bamos ante un solar que se presentaba como el l¨ªmite entre la ciudad rota y la ciudad verde", recuerda Manuel Blasco. Y la soluci¨®n pas¨® por desafiar a los edificios de gran altura con una cierta indiferencia herm¨¦tica, mientras que se enfrentaba con respeto al espacio ajardinado. Eso s¨ª, su concepci¨®n de masa escult¨®rica necesitaba que el uso interno no se percibiera desde el exterior.
Civican es, pues, un aparente edificio mudo cuyo interior se inunda de luz directa y reflejada, llenando de color los espacios definidos por esos muros que hacen que desde el exterior parezcan ciegos. La ¨²nica concesi¨®n al di¨¢logo con el aire libre es un patio cuya disposici¨®n lo mantiene aislado de la presencia y los ruidos del verdadero due?o de la ciudad contempor¨¢nea, el autom¨®vil.
En esa pelea particular por hacer del edificio un lugar cautivador, atrayente en una zona de ronda y grandes calles, se apost¨® por una plaza de entrada que seduce al paseante de la calle P¨ªo XII. Ante esta plaza, la fachada aporta algunas de las escasas concesiones a la contundencia del hormig¨®n: un ventanal de vidrio y alabastro, un peque?o ojo de cristal y una celos¨ªa de madera.
Pero no se olvida una licencia crom¨¢tica: el hormig¨®n se ha tintado del color de la piedra de Estella, tan frecuente en las construcciones navarras. Y para acentuar ese car¨¢cter escult¨®rico del edificio, las fachadas se han lucido con los bajorrelieves del pintor Pedro Salaberri, que ha recreado el paisaje que contemplar¨ªa el paseante del bosque de casta?os antes de que se levantara el barrio de San Juan.
Ba?o con vistas
Una vez traspasado el umbral del Civican, el visitante accede a un atrio de disposiciones m¨²ltiples en funci¨®n de las actividades que se vayan a realizar. Los muebles con ruedas ayudan a que la transformaci¨®n del lugar sea lo m¨¢s r¨¢pida posible, sin olvidar el di¨¢logo que se establece con el patio, que le da acceso. Desde este gran espacio central se accede a todos los servicios del centro. La piscina (orientada, m¨¢s que a la nataci¨®n, al aprendizaje y a la rehabilitaci¨®n) se encuentra apartada del n¨²cleo por razones evidentes. A cambio, su orientaci¨®n permite ba?arse con las mejores vistas al parque, aunque con la protecci¨®n de una celos¨ªa que acent¨²a la serenidad y el aislamiento en los que se practica el ba?o.
Un poco m¨¢s all¨¢ est¨¢ el cibercaf¨¦, cerca del espacio de recreo para los jubilados y la biblioteca infantil, que acent¨²a ese car¨¢cter intergeneracional. En la entreplanta, la biblioteca (en realidad, un espacio multimedia donde conviven libros, ordenadores con acceso a Internet y equipos audiovisuales), y el auditorio principal. Y m¨¢s arriba, las aulas para realizar los talleres correspondientes, sean de danza del vientre, de yoga o de cer¨¢mica. Se cierra el microcosmos en el s¨®tano, con la cocina donde se imparten clases de gastronom¨ªa y que tambi¨¦n est¨¢, como todas, iluminada por el sol, en la que es una de las caracter¨ªsticas de este edificio con voluntad de permanencia: la luz discreta.
APUNTE
Uno de los responsables de este proyecto singular es Manuel Blasco, arquitecto que mantiene estudio en Tudela y Pamplona, profesor en la Escuela de Arquitectura de la capital navarra y responsable de una obra polifac¨¦tica: va desde la restauraci¨®n, como el palacio de Huarte en Tudela, hasta los puentes, como el que se encuentra en la salida de Pamplona a Vitoria. Tambi¨¦n es autor de la interesante reforma del Colegio de los Jesuitas, en el barrio bilba¨ªno de Indautxu.
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