Caprichosos consentidos
Los jugadores del Real Madrid protagonizaron, con su capit¨¢n a la cabeza, un mot¨ªn que arrastr¨® por el lodo el t¨ªtulo reci¨¦n conquistado. Pocas veces se ha visto un ejercicio tan lamentable en el f¨²tbol. En el momento de la m¨¢xima felicidad de un club y sus aficionados, los jugadores respondieron como caprichosos consentidos. Esgrimieron para su bufonada una coartada infantil: el alcalde de Madrid no les permit¨ªa subir a la Cibeles y colocar una bandera en la estatua. El alcalde, que tiene la obligaci¨®n de velar por los mejores intereses de la ciudad, actu¨® con la sensatez que no demostraron los futbolistas. Decidi¨® proteger uno de los monumentos m¨¢s queridos y representativos de la ciudad. Un monumento que, por cierto, ha sufrido graves da?os por vandalismo en los ¨²ltimos meses. La Cibeles es patrimonio de la ciudad y sus ciudadanos, pero, en su delirio, los jugadores del Madrid piensan que son due?os de la Cibeles y de todo lo que pretendan. Beodos de ¨¦xito, fama y dinero, no repararon en gastos y convirtieron su pataleta en una pugna de poder con la instituci¨®n.
No son nuevos ciertos comportamientos de los jugadores del Madrid. La elecci¨®n de Florentino P¨¦rez como presidente se interpret¨® como un cambio que tambi¨¦n alcanzaba a la relaci¨®n con los futbolistas. No ha sido as¨ª. En su condici¨®n de prima donnas, han protagonizado algunos desaf¨ªos intolerables para el buen orden del club. El incidente de Montecarlo, donde Hierro y Ra¨²l chiquillearon p¨²blicamente en defensa de Morientes mientras trataban de torpedear el fichaje de Ronaldo, fue la se?al m¨¢s evidente de su desprecio por cualquier jerarqu¨ªa y por los intereses del club. Lejos de tomar medidas contundentes, el club adopt¨® una actitud paternalista que los jugadores entendieron como un acto de consentimiento. El resultado se observ¨® ayer en los penosos acontecimientos que sucedieron a la conquista del t¨ªtulo. Con la desbocada vanidad de quienes se sienten el ombligo del mundo, consideraron que el f¨²tbol, el club y la ciudad les pertenece. La actuaci¨®n de Hierro, capit¨¢n del equipo, desafiando al presidente del club es la expresi¨®n m¨¢xima de su incompetencia como l¨ªder de la plantilla y la confirmaci¨®n del vedetismo triunfante en un club que quiere hacer un capital de la imagen. Infame imagen, en este caso.
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