El legado zaplanista
No podr¨¢ quejarse el presidente Francisco Camps de la acogida medi¨¢tica que ha merecido su primer Consell. Hasta los observadores y cr¨ªticos menos propicios lo han celebrado con muy pocas reticencias, y aun ¨¦stas, de poca monta, cuando no son trasunto de man¨ªas personales. En l¨ªneas generales y sumariamente, se conviene en que se trata de un equipo capaz de desarrollar una pol¨ªtica de largo aliento que incluso puede revalorizarse si se aplica el mismo criterio incondicionado en los nombramientos del segundo escal¨®n. Eso est¨¢ a punto de verse y de comprobar si prima la eficiencia o la necesidad de repartir vi¨¢ticos entre los aspirantes. Sin embargo, es tanto el man¨¢ que a nadie ha de faltarle.
Contento asimismo el de los mismos consejeros, fascinados por la oportunidad que se les brinda, pero no menos por sentirse enrolados en un grupo humano de notable peso pol¨ªtico y presto a desarrollar una tarea con sello propio. Esto es, desanclada de la tutela zaplanista, sin cuya aquiescencia no se ha movido una hoja a lo largo de estas dos legislaturas. Como nobleza obliga, uno de los consejeros atribu¨ªa, precisamente, al ex presidente Eduardo Zaplana la paternidad de este gabinete en el sentido de que ha fomentado su alumbramiento y emancipaci¨®n poniendo las m¨ªnimas trabas, o acaso ninguna. ?Qu¨¦ inter¨¦s habr¨ªa de tener en ponerle chinas a los rodamientos del Consell?, inquir¨ªa el consejero. Pues eso ser¨¢.
Por otra parte, y en esta l¨ªnea de razonamiento, se tiene la impresi¨®n de que el temido o sospechado legado zaplanista se ha diluido en apenas unos d¨ªas. No nos chocar¨ªa que su larga sombra se disipase en horas 24 y, en contrapunto, se afirmase la personalidad de este colectivo que proyecta la imagen de serlo, no obstante la constelaci¨®n de pesos pesados que lo sazonan. Una percepci¨®n que habr¨¢ de verificarse en la acci¨®n concreta del Gobierno, pero que, por lo pronto, tal aparente cohesi¨®n ser¨ªa un m¨¦rito de su l¨ªder, el presidente, m¨¢s atento, por lo que se desprende, a la competencia y compatibilidad de los elegidos que al contentamiento de las familias partidarias. Con las inevitables excepciones.
Ya solo falta que se pongan el mono de faena y se apliquen al tajo. Los cien d¨ªas de gracia pasar¨¢n en un suspiro y debemos recordar que, si bien la Administraci¨®n P¨²blica no se ha resentido notoriamente del largo proceso electoral, ¨¦ste ha sido inusualmente largo, casi un a?o, con la inevitable dispersi¨®n de energ¨ªas y ralentizaci¨®n de los proyectos, algunos, y cimeros, se quedaron en el tintero. Aunque pequemos de insistentes, viene al teclado mencionar la ordenaci¨®n del territorio, tanto m¨¢s apremiante en la medida que se constatan los disparates perpetrados y la presi¨®n incontenible del urbanismo -o lo que por tal se tiene- en el litoral, sobre todo, pero tambi¨¦n tierra adentro. El lobby del ladrillar no se para en barras.
Y en contraste con este trance felicitario que festeja la derecha (?o Camps recuperar¨¢ con fundamento la adscripci¨®n al centro?), aqu¨ª tenemos al partido alternativa hecho unos zorros. Uno se pregunta si tal desolaci¨®n hay que atribu¨ªrsela tambi¨¦n al legado de Zaplana, o se trata de un mal end¨®geno del socialismo que nos luce. Pronto tendremos oportunidad de verificar si era aqu¨¦l quien imped¨ªa la tonificaci¨®n del PSPV, o es ¨¦ste el que no tiene arreglo. Ambos diagn¨®sticos son viables.
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