...Y el impulso, soberano
Aunque la hayan popularizado las novelas polic¨ªacas, me imagino que ser¨¢ una t¨¦cnica habitual en las investigaciones policiales: cuando se comete un crimen, quien de ¨¦l se beneficia, se convierte en sospechoso (qui prodest). Y en el lamentable caso ocurrido en la Asamblea de Madrid, no hay que perder mucho tiempo en averiguar a qui¨¦nes beneficia la felon¨ªa de esos dos diputados, y por lo tanto en qui¨¦nes recae la sospecha.
Sospechosos, desde luego, hay varios. En primer lugar sospechosos son quienes presumiblemente van a beneficiarse de una pol¨ªtica urban¨ªstica m¨¢s laxa que la que Simancas hubiera llevado a cabo. A nadie le ha resultado extra?o que, desde el principio, hayan sido promotores inmobiliarios quienes se encuentren metidos en todas las salsas de la conspiraci¨®n. Aunque esos tales V¨¢zquez y Bravo s¨®lo sean la punta del iceberg, pues bien se han apresurado a protestar por ser los paganos. Ahora s¨®lo cabe una rigurosa investigaci¨®n que les haga decir qui¨¦nes se encuentran detr¨¢s.
Pero ser¨ªa injusto pensar que s¨®lo se pueden encontrar sospechosos entre los promotores inmobiliarios. Aqu¨ª tambi¨¦n hay beneficiarios pol¨ªticos, y, naturalmente, quien m¨¢s se beneficia de la situaci¨®n es el Partido Popular, y, por lo tanto a nadie puede extra?ar que su actuaci¨®n se encuentre bajo sospecha. Por cierto que el t¨¢ndem Arenas-Aznar deber¨ªan abandonar las amenazas y la prepotencia, y, si son tan inocentes como afirman, tendr¨ªan que explicar las razones por las que los especuladores inmobiliarios se sienten tan c¨®modos con su pol¨ªtica urban¨ªstica, que est¨¢n dispuestos a gastarse aut¨¦nticas fortunas para facilitar su acceso al poder.
Y la actitud del PP resulta sospechosa porque nadie arriesga su dinero (y, de ser ciertos los rumores, much¨ªsimo dinero) en una jugada pol¨ªtica sin haberse garantizado una red de seguridad. Imag¨ªnense, por ejemplo, que al PP le hubiera entrado un ins¨®lito ataque de "moralina" al ver el tama?o del desaguisado, y hubieran optado por seguir el uso parlamentario brit¨¢nico de los "pares", que consiste en ordenar a un n¨²mero igual de diputados de sus filas que no est¨¦n presentes cada vez que se ausentaran o votaran en contra de su partido quienes se han convertido en tr¨¢nsfugas. Nadie arriesga su tiempo y su dinero sin tener un grado aceptable de seguridad de que sus objetivos van a cumplirse. Y eso, ?qui¨¦n lo puede asegurar?
Pero, adem¨¢s, la operaci¨®n parece tan bien planificada -y perfectamente orquestada- que no resulta veros¨ªmil que no responda a un dise?o previo. Esa estrategia ha ido encaminada desde el principio a conseguir la repetici¨®n de las elecciones. No hab¨ªan trascurrido m¨¢s que unas pocas horas desde la consumaci¨®n de la traici¨®n, cuando ya desde los portavoces de la derecha -tanto la pol¨ªtica como la medi¨¢tica- ya se estaban lanzando mensajes en favor de una nueva convocatoria electoral. Y no es que esa soluci¨®n resulte muy aceptable -?qui¨¦n va a impedir que, en el futuro, se pidan elecciones por parte de quienes las pierdan por la m¨ªnima?- pero, desde luego, el que el PP gobernara con unos tr¨¢nsfugas, le supondr¨ªa un considerable desgaste antes de las elecciones generales.
Dentro de esa estrategia, la elecci¨®n del Presidente de la Mesa, y la mayor¨ªa en su composici¨®n, resultaba imprescindible. Y el mecanismo utilizado resulta tan perfecto como una maquinaria de relojer¨ªa: la ausencia de los diputados imprescindibles, esto es, dos, no uno ni tres, solamente dos. El ¨¦xito de la estrategia ya se est¨¢ poniendo de manifiesto: la fijaci¨®n del per¨ªodo de legislatura, la composici¨®n de la Diputaci¨®n Permanente, el convocar de forma inmediata el Pleno de investidura... En fin, todo demasiado perfecto para ser casual.
Y no s¨®lo se trata de convocar nuevas elecciones. Se trata de hacerlas coincidir, el mismo d¨ªa o en fechas muy cercanas, con las elecciones catalanas. Con ello, el debate catal¨¢n quedar¨ªa contaminado con el madrile?o, y disminuir¨ªan las posibilidades de Maragall... y, de paso, si triunfa CiU, se atar¨ªan unos votos para formar mayor¨ªa en el Congreso de los Diputados. Todo sigue siendo perfecto para los conspiradores.
Todas estas circunstancias fundamentan las sospechas. Y el PP deber¨ªa dar explicaciones, o alejarse de cualquier estrategia que justifique cuanto hasta ahora est¨¢ ocurriendo, o lo califique de conflicto pol¨ªtico. Porque est¨¢ haciendo precisamente todo lo contrario. No s¨®lo no pide p¨²blicamente que los traidores devuelvan sus actas, sino que ni tan siquiera condena su actuaci¨®n. Se limita a atacar al PSOE. Como de costumbre.
Aznar gusta de recordar conspiraciones del pasado -aunque se confunda de fechas- para establecer paralelismos con el presente. Pues tal vez habr¨ªa que recordarle alguna, aunque haya que cambiar el motivo, el resultado y el rango de los inspiradores de la conjura. En el Siglo XVII, hubo una conspiraci¨®n que concluy¨® con la muerte del Conde de Villamediana, que presum¨ªa de tener amores con la reina (en un lance taurino lleg¨® a lucir una leyenda que rezaba "son mis amores reales"). El pueblo sospech¨® que tras esa muerte se encontraba el monarca, y comenzaron a circular unas coplillas, que algunos atribuyen a Quevedo, que dec¨ªan "el mentidero de Madrid pregunta, ?decidme, qui¨¦n mat¨® al Conde?... la verdad del caso ha sido, que el matador fue Bellido, y el impulso, soberano". ?Qu¨¦ tiempos aquellos en los que la opini¨®n p¨²blica ten¨ªa las cosas tan claras!
Luis Berenguer es eurodiputado socialista.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.