Las Horas de la Rep¨²blica
Bien es conocido el valor del papel del rey Juan Carlos en su calidad de jefe de Estado en la transici¨®n de Espa?a. Su actuaci¨®n le permiti¨® ser una instancia de mediaci¨®n e interlocuci¨®n en las jornadas que condujeron a un nuevo arreglo pol¨ªtico democr¨¢tico; tambi¨¦n fue factor de institucionalidad en momentos cr¨ªticos del cambio. El comentario viene al caso por las dificultades de las naciones latinoamericanas, casi en su totalidad bajo un r¨¦gimen presidencial, en el que en una misma persona radican tres funciones relevantes para el proceso pol¨ªtico: jefe de Estado, jefe de Gobierno y l¨ªder de la coalici¨®n gobernante. La cuesti¨®n no es menor, ya que el presidente, invariablemente, es sujeto de inercias distintas y hasta contradictorias respecto a la orientaci¨®n de su desempe?o.
Nos preocupaba lograr la certeza plena para los ciudadanos de que el voto ser¨ªa respetado
El mensaje del presidente Zedillo fue la conclusi¨®n de un complejo proceso de reformas electorales
Un Gobierno responsable debe tomar decisiones pol¨ªticas, decisiones a tiempo
Un Gobierno responsable debe tomar decisiones pol¨ªticas, decisiones a tiempo, en circunstancias cr¨ªticas, como fue en M¨¦xico a lo largo de las reformas democr¨¢ticas que inici¨® en 1977 Jes¨²s Reyes Heroles, continu¨® Carlos Salinas en 1990 y culmin¨® Ernesto Zedillo en 1996; cambios institucionales todos que dieron cauce y propiciaron pluralidad, certeza jur¨ªdica, competencia pol¨ªtica, equilibrio de poderes y equidad en la lucha electoral.
Hoy, en el marco de la elecci¨®n federal intermedia de M¨¦xico, se mira en retrospectiva lo ocurrido el 2 de julio del a?o 2000, cuando, despu¨¦s de siete d¨¦cadas del PRI en el poder, se dio la alternancia en la presidencia de la Rep¨²blica. A tres a?os de distancia pongo el acento en que perdi¨® el partido en el que milito y al que desde siempre he pertenecido, el PRI; es mi deseo que lo que el pa¨ªs haya ganado supere por mucho la magnitud de tal derrota. Tengo la convicci¨®n de que en la democracia, para quienes asumen a plenitud sus reglas, no hay triunfos definitivos ni derrotas perennes.
Eran las 23.08 horas del 2 de julio de 2000; en las pantallas de millones de hogares mexicanos aparec¨ªa el presidente de la Rep¨²blica, quien daba a conocer los resultados de los comicios de ese domingo, evento que abrir¨ªa la puerta de la presidencia al candidato opositor, Vicente Fox. M¨¢s que poner t¨¦rmino a 71 a?os de dominio de un solo partido, el acontecimiento debe entenderse como el significativo y emblem¨¢tico momento de un largo y accidentado proceso de construcci¨®n democr¨¢tica. Casi simult¨¢neamente al mensaje del jefe de Estado, el candidato del PRI, Francisco Labastida, reconoc¨ªa p¨²blicamente que las tendencias de los resultados preliminares no le eran favorables. Los medios de comunicaci¨®n hab¨ªan informado del triunfo de Vicente Fox tres horas antes.
Para algunos, particularmente simpatizantes del candidato que result¨® triunfador, la conducta del presidente de la Rep¨²blica les represent¨® una sorpresa; el peso del prejuicio sobre la imposibilidad de que un presidente pri¨ªsta pudiera reconocer un resultado adverso explica la incredulidad inicial. Para otros, especialmente quienes favorec¨ªan al candidato del PRI, la actuaci¨®n del presidente fue precipitada, incluso impropia, dada su pertenencia partidaria, en una singular interpreta-ci¨®n de lo que debe ser la lealtad de un mandatario con el partido en el que ha militado y lo llev¨® a la primera magistratura del pa¨ªs.
Aunque ambas apreciaciones acerca de la conducta del presidente son contradictorias, comparten un desentendimiento elemental respecto de las responsabilidades del jefe de Estado en una realidad democr¨¢tica; para los primeros, prevalece el prejuicio sobre las instituciones y las personas que las encabezan, especialmente la presidencial; una suerte de fundamentalismo acumulado por la ret¨®rica oposicionista que sostiene que no es posible que la presidencia de la Rep¨²blica sea eje y base para la construcci¨®n de la democracia. Para los segundos, el error descansa en el desconocimiento de las responsabilidades del jefe de Esta-do, particularmente su compromiso con la legalidad y la invariable supremac¨ªa de los intereses generales del pa¨ªs, respecto a cualquier consideraci¨®n de grupo o partido. Si nos apartamos del prejuicio, el presidente no hizo nada singular: simplemente cumpli¨® con la ley.
Las observaciones de prospectiva electoral una semana antes no eran concluyentes, aunque aportaban datos como que la disputa se centrar¨ªa, en el nivel nacional, en dos opciones, y que la diferencia entre ganador y perdedor no tendr¨ªa precedente por lo cerrado del resultado.
Eran momentos cr¨ªticos para el r¨¦gimen y para el Estado; la Rep¨²blica viv¨ªa horas cruciales. Un escenario de incredulidad motivado por la desconfianza afectar¨ªa la legitimidad del nuevo Gobierno, la estabilidad pol¨ªtica y la misma soberan¨ªa nacional. As¨ª, desde la perspectiva del militante, a Ernesto Zedillo y a su equipo, sin duda, nos preocupaba la posibilidad de una derrota de nuestro partido; sin embargo, en el orden de la responsabilidad de Estado, la principal preocupaci¨®n en la casa presidencial no era qui¨¦n iba a ganar, sino lograr que desde el Gobierno y la presidencia se generaran condiciones de certeza plena para los ciudadanos de que el sentido del voto ser¨ªa escrupulosamente respetado.
La ma?ana de ese d¨ªa, en la Oficina del Presidente, hab¨ªa sido desalentador escuchar las expresiones del candidato Vicente Fox, quien, al sufragar, invitaba a la poblaci¨®n a defender el voto. Sus palabras despertaron intranquilidad, ya que por su tono negativo y catastr¨®fico podr¨ªa pensarse como un llamado de guerra, ante un eventual triunfo del PRI, que, seg¨²n anticipaba el candidato Fox, habr¨ªa resultado merced a un supuesto "megafraude" que se estaba ejecutando por el partido en el poder.
Una de las lecciones de estas horas de la Rep¨²blica es que la mora, la imprecisi¨®n o el ocultamiento de lo que acontec¨ªa hubieran puesto en riesgo todo el esfuerzo y el empe?o para una elecci¨®n confiable.
Poco despu¨¦s del mediod¨ªa, y ya con informaci¨®n preliminar, como me hab¨ªa instruido el presidente el d¨ªa anterior, proced¨ª a establecer comunicaci¨®n con los candidatos en forma directa y con sus enlaces. La comunicaci¨®n fue crucial para que los candidatos advirtieran la seriedad y el rigor en el manejo de datos por la presidencia, y para garantizar que se respetar¨ªa el resultado y se anunciar¨ªa con oportunidad, cualquiera que fuese el triunfador de la elecci¨®n.
A las cuatro de la tarde, despu¨¦s de diversas llamadas con los candidatos o sus enlaces, dos horas antes del t¨¦rmino de la votaci¨®n, todos los sondeos de salida de casilla ratificaban como irreversible un resultado favorable al candidato de la Alianza por el Cambio. Dicha informaci¨®n se les comparti¨® a los candidatos, quienes por su cuenta hab¨ªan obtenido datos en el mismo sentido. En este contexto, fue muy importante escuchar en conversaci¨®n telef¨®nica con el candidato del PRI la intenci¨®n de que ¨¦l mismo o la dirigente nacional del partido saldr¨ªan a informar antes de las 20.00 horas que la tendencia de los resultados no les era favorable.
Minutos despu¨¦s se estableci¨® contacto telef¨®nico con el enlace del candidato Fox, la se?ora Marta Sahag¨²n, para intercambiar informaci¨®n y ratificar la determinaci¨®n del Gobierno de reconocer el resultado, independientemente del partido o coalici¨®n ganadora. Lo se?alado era necesario. En la comunicaci¨®n con el candidato Fox, ¨¦l solicit¨® las seguridades de una conversaci¨®n con el jefe de Estado. Despu¨¦s de todo, Ernesto Zedillo y Vicente Fox no hab¨ªan dialogado en los ¨²ltimos dos a?os, a partir de una precampa?a claramente hostil y descalificadora al Gobierno y al presidente por parte del l¨ªder opositor. La conversaci¨®n solicitada tuvo lugar a las 19.50 horas de esa tarde. El candidato de la Alianza por el Cambio acept¨® la recomendaci¨®n de modificar el discurso; pasar a un lenguaje de conciliaci¨®n integradora, a efecto de abrirle al presidente un mayor espacio de di¨¢logo con su propio partido.
El candidato del PRI, que inicialmente se hab¨ªa mostrado dispuesto a aceptar p¨²blicamente y con la mayor oportunidad el resultado, a esas horas del d¨ªa ya hab¨ªa tomado la decisi¨®n de no reconocer su derrota hasta en tanto no fuese el IFE quien la anunciara. En el di¨¢logo con el candidato Labastida se comentaron las ventajas que para el proceso, para el PRI y para ¨¦l en lo personal, representaba un reconocimiento a tiempo. Surgieron opiniones divididas al respecto en su equipo de campa?a. As¨ª el candidato Labastida decidi¨® esperar a que la autoridad electoral hiciera p¨²blicos los resultados, conforme a lo programado por el IFE, a las 23.00 horas, independientemente de que los medios de comunicaci¨®n, de manera un¨¢nime, habr¨ªan de informar, desde las 20.00 horas, de la ventaja de Vicente Fox. No hab¨ªa lugar a dudas.
Sin menoscabo de la honestidad del candidato Francisco Labastida para asumir una realidad electoral que no le favorec¨ªa, mucho habr¨ªa aportado para transmitir serenidad a la naci¨®n entera, en esas horas de incertidumbre, que ¨¦l hubiese informado a la opini¨®n p¨²blica con mayor anticipaci¨®n de su aceptaci¨®n del triunfo del adversario. No fue menos preocupante su argumentaci¨®n de "esperar a escuchar la opini¨®n de los gobernadores" (?sobre qu¨¦ iban a opinar los gobernadores?) -o "yo considero conveniente observar la ortodoxia y esperar¨¦ a lo que diga el IFE" (el ¨®rgano electoral)-; no hab¨ªa ortodoxia que observar en el primer caso de alternancia en el M¨¦xico contempor¨¢neo. En todas las democracias del mundo, la sociedad sabe con certeza qui¨¦n triunf¨® en una contienda cuando el candidato derrotado expone ante los medios el resultado.
Finalmente, a las 23.05 horas, unos minutos antes de que se transmitiera en cadena nacional el mensaje del jefe del Estado mexicano, se recibi¨® en la Oficina de la Presidencia una llamada informando de que el candidato Labastida saldr¨ªa a los medios a reconocer el resultado y que solicitaba que el presidente lo hiciera despu¨¦s de ¨¦l. El procesamiento de la cadena nacional para difundir el comunicado del presidente Zedillo, en ese momento, ya no pod¨ªa ser interrumpido porque el mensaje grabado del jefe de Estado estaba sujeto a un protocolo t¨¦cnico imposible de modificar con unos cuantos minutos de anticipaci¨®n. Hay que destacar tambi¨¦n que poco despu¨¦s de las 22.00 horas el candidato del PRD, Cuauht¨¦moc C¨¢rdenas, ya hab¨ªa salido a los medios a reconocer el triunfo de Vicente Fox.
Partamos de una realidad. El presidente de la Rep¨²blica, al tener certeza del resultado y de que era irreversible, deb¨ªa reconocerlo. Para la poblaci¨®n, ganadores y vencidos, el presidencialismo mexicano, desde un punto de vista cultural es un referente esencial. Adem¨¢s, algunos miembros de la fuerza pol¨ªtica triunfadora, que no hab¨ªan sabido leer las reformas electorales y los signos pol¨ªticos de los a?os previos, con-siderar¨ªan el silencio de la presidencia como un intento fraudulento o una maniobra -qui¨¦n sabe con qu¨¦ prop¨®sito- y justificar¨ªan as¨ª conductas pol¨ªticas irracionales que podr¨ªan orillar a una confrontaci¨®n, hasta violenta, con militantes del PRI.
En justicia, debe destacarse el contraste de la declaraci¨®n del candidato Fox, por la ma?ana, al emitir su voto, con la que hizo m¨¢s tarde a los medios de comunicaci¨®n a las 20.43. A esas horas, el candidato ganador sali¨® a celebrar la jornada democr¨¢tica, reconocer a los otros contendientes y felicitar a todos los mexicanos; fue fundamental que quien se perfilaba al triunfo haya cuidado los tiempos y el tono de su intervenci¨®n.
El mensaje del presidente Zedillo, al anunciar el resultado de la elecci¨®n, no admite ser le¨ªdo como el punto de partida en la construcci¨®n democr¨¢tica. Acaso fue la conclusi¨®n de un complejo proceso de reformas electorales -desde 1952 con Adolfo Ruiz Cort¨ªnez, 1963 con Adolfo L¨®pez Mateos, pasando por 1977 con Reyes Heroles, 1990 con Salinas de Gortari y 1996 con Ernesto Zedillo-, en la larga marcha de M¨¦xico a su plenitud democr¨¢tica, reformas emprendidas y aprobadas en m¨¢s de las ocasiones, exclusivamente con la voluntad de legisladores del PRI, las que sentaron las bases de un sistema electoral transparente, equitativo, competitivo, jur¨ªdicamente confiable. Era la hora de mirar por la Rep¨²blica.
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