La infamia
Recuerdo el caso de un joven historiador que al estudiar el tema cl¨¢sico de la relaci¨®n entre los empresarios catalanes y el pistolerismo en la Barcelona de 1920 lo resolvi¨® con una absoluci¨®n de los primeros. Efectivamente ning¨²n documento de la patronal conten¨ªa la condena a muerte de dirigentes de la CNT, del mismo modo que Hitler tampoco puso su firma a pie de la soluci¨®n final. Y lo que ocurre con los cr¨ªmenes contra la humanidad se da tambi¨¦n en toda la gama de delitos menores. Sus promotores prefieren quedar en la sombra, cosa tanto m¨¢s f¨¢cil cuando existen como en la actualidad medios de comunicaci¨®n donde las palabras no dejan huella de su contenido (aunque s¨ª por fortuna de que palabras hubo).
Las peripecias de la reciente crisis poselectoral en Madrid son una muestra de estos efectos del cambio tecnol¨®gico. Aun cuando como parece la corrupci¨®n fue un hecho, sus inductores pol¨ªticos pueden estar tranquilos por lo que toca a las conversaciones concretas, y si no se registra una improbable confesi¨®n por parte de alguien, la absoluci¨®n por falta de pruebas queda garantizada. Otra cosa es el significado que tiene en s¨ª mismo el dato de que esas conversaciones hayan tenido lugar y es torpe argumento elusivo afirmar que Tamayo habl¨® con muchas otras personas. Resulta inexplicable, salvo como muestra de una relaci¨®n pol¨ªtica culpable, que en momentos cruciales del proceso hablara repetidamente con hombres del partido que luego hab¨ªa de beneficiarse de su traici¨®n. Eso no basta como prueba de delito ante un tribunal, pero desde el punto de vista pol¨ªtico cae por su peso toda interpretaci¨®n que no se mueva entre los l¨ªmites de una posible entrega al adversario por despecho, apoy¨¢ndose ya en v¨ªnculos impresentables, y la pura y simple venta de los esca?os por intereses materiales. La secuencia de tomas de posici¨®n por parte de Tamayo y S¨¢ez, desde la ausencia del primer d¨ªa a la posterior abstenci¨®n, tiene tal coherencia a favor del PP que s¨®lo desde las posiciones interesadas de este partido es posible asumir que todo fue cosa de l¨ªos en la FSM y del enfado de esos a quienes TVE-1 llama "socialistas rebeldes".
Paralelamente, el comportamiento del v¨¦rtice madrile?o del PP tampoco encuentra otra explicaci¨®n racional que un grado mayor o menor de implicaci¨®n en lo sucedido. Aceptemos que se beneficiaran el 10 de junio de la ausencia de los tr¨¢nsfugas, producida por sorpresa, y que aprovechen al m¨¢ximo la ocasi¨®n para destacar ante la opini¨®n p¨²blica el lamentable estado de un partido que as¨ª selecciona a sus candidatos. Pero eso es una cosa y otra bien distinta lanzarse a fondo como han hecho, con Esperanza Aguirre al frente, para darle la vuelta al resultado electoral del 25 de mayo. Falta a la verdad reiteradamente la ex ministra cuando afirma que ellos ganaron las elecciones: son el partido m¨¢s votado, pero de modo concreto, guste o no, quienes votaron PSOE o IU sab¨ªan perfectamente que de obtener mayor¨ªa de esca?os la coalici¨®n de izquierda gobernar¨ªa la Comunidad. Es un punto crucial, porque del mismo se deriva el intento de apresurar la convocatoria de nuevas elecciones, con el esc¨¢ndalo caliente, y sobre todo el indigno respeto que el PP ha venido mostrando hacia los tr¨¢nsfugas, seg¨²n se vio el pasado s¨¢bado al soportar el v¨®mito negro desde sus esca?os, as¨ª como el desprecio hacia los evidentes signos de que gente de su partido pudo tener que ver, y mucho, con la p¨¢gina m¨¢s negra de la democracia espa?ola desde la transici¨®n. Las declaraciones oficiales de responsables cargan todo el peso de la culpa ¨²nicamente sobre el PSOE y sobre Simancas, y dejan cuidadosamente de lado a quienes son los aut¨¦nticos transgresores.
De cara a las encuestas, y sobre todo ante la expectativa de dar la vuelta al resultado electoral del 25-M, la t¨¢ctica del PP supone un ¨¦xito innegable. Otra cosa es si atendemos a las exigencias de un comportamiento democr¨¢tico en el marco de una visi¨®n m¨¢s amplia de cuanto ha ocurrido. Pasen o no los indicios a pruebas, resulta plausible que la edad de oro disfrutada por el sector inmobiliario durante el periodo de Gobierno del PP se haya tratado de prolongar por todos los medios posibles y la inhibici¨®n agresiva mostrada por Aguirre y los suyos ante los indicios de que tal infracci¨®n haya ocurrido convierte la hip¨®tesis de su responsabilidad en la m¨¢s veros¨ªmil. Entre tanto, a los votantes de izquierda, a la democracia, no a un partido concreto, les han robado las elecciones. Y no ha sido Simancas ni Zapatero, sino un par de personajes que han hecho la jugada favoreciendo decisivamente al PP: aceptar este regalo, y como se ha hecho, resulta m¨¢s significativo que cualquier prueba.
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