?Alerta, se?or Trillo!
Pertenezco a la gran familia militar desde 1946. Como componente de la misma comparto vivamente el intenso y colectivo dolor por la p¨¦rdida infructuosa de 62 heroicos compa?eros y me uno a la pena de sus familiares. Es una tragedia que se hubiera podido evitar si el se?or Trillo, como primer centinela de los Ej¨¦rcitos y p¨¢ter pol¨ªtico de esta familia, se hubiera encontrado en estado de alerta.
El ministro de Defensa debe saber que ese estado de alerta es la primera lecci¨®n que se da a los centinelas en su misi¨®n para salvaguardar la vida de los que viven en el cuartel. Siento decirle que usted, como primer centinela del Ej¨¦rcito, la ha olvidado. Ha necesitado ver las fotograf¨ªas de los preocupados y resignados militares para darse cuenta de la calidad de aviones que ha permitido contratar. Recurre a una mera medida cautelar designando, nada m¨¢s y nada menos, a los aviones que dan servicio a su majestad el Rey y al se?or Aznar para traslado de estas fuerzas con m¨¢s garant¨ªas de seguridad, dulcificando el triste hecho de que, yendo a misiones humanitarias, regresen a su patria en condiciones infrahumanas.
Sesenta y dos muertos son muchos. Supone la mayor tragedia de estas caracter¨ªsticas en la historia de los Ej¨¦rcitos. Sesenta y dos familias destrozadas por el dolor y la pena, que permanentemente se les ha instalado en el coraz¨®n son tambi¨¦n muchas. ?C¨®mo va a subsanar tanta tragedia y tanto dolor? ?Qu¨¦ correctivo se le impone a un centinela que no da la voz de alerta a su tiempo? Que yo recuerde: relevarle y empaquetarle. Media Espa?a, y posiblemente la totalidad de las Fuerzas Armadas, ver¨ªa con agrado que se aplicara usted el correctivo. Creo sinceramente que, siendo hombre de bien, se quedar¨¢ m¨¢s tranquilo si tomara este gesto que le har¨ªa solidario con tan espeluznante tragedia. ?Cu¨¢nto tiempo tenemos que esperar para saber lo registrado en las cajas negras del no menos ennegrecido avi¨®n, que era un aut¨¦ntico cascajo con la puerta reforzada con trapos? El semblante dolorido de su majestad el Rey durante el impresionante homenaje p¨®stumo a nuestros abnegados compa?eros y en especial en el momento de condecorar los f¨¦retros, y las l¨¢grimas de su majestad la Reina, mezcl¨¢ndolas con las de los familiares de las v¨ªctimas, son vivo y regio exponente de la magnitud del holocausto que ha enlutado a las Fuerzas Armadas y a muchas familias.
En su visita personal al lugar del accidente, lo menos que deb¨ªa soportar el se?or ministro de Defensa sobre su cabeza, ante tama?a tragedia, era un poco de agua, al igual que el resto de la comitiva. El portador del paraguas que le cubr¨ªa sobraba. Su imagen rompi¨® el estilo castrense que exig¨ªa el momento.
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