?El ¨²ltimo grito de la investigaci¨®n del GAL?
El esc¨¢ndalo del GAL finaliz¨®, citando al poeta ingl¨¦s T. S. Eliot, no con un estr¨¦pito, sino con un quejido. El caso contra Jos¨¦ Amedo, Jos¨¦ Luis Morcillo y Rafael Masa por el asesinato de Santiago Brouard es probablemente el ¨²ltimo caso del GAL que ir¨¢ a juicio. Brouard, el l¨ªder m¨¢s importante de Herri Batasuna en aquel entonces, fue asesinado en noviembre de 1984 mientras atend¨ªa a un ni?o en su consulta. El pasado 25 de junio, un juzgado de Bilbao encontr¨® a los tres acusados no culpables. No es probable que volvamos a saber mucho m¨¢s, mediante canales judiciales, sobre la desastrosa guerra sucia contra ETA llevada a cabo bajo el Gobierno de Gonz¨¢lez a mediados de los ochenta.
Es meritorio que se haya investigado al GAL hasta este punto, pero a¨²n no sabemos la historia completa
La sentencia del segundo juicio del 'caso Brouard' es una lectura vergonzosa en cualquier democracia
El caso Brouard fue tal vez la m¨¢s enrevesada de todas las investigaciones judiciales del GAL. El juicio celebrado en junio ha sido la segunda vista que surge de la investigaci¨®n en estos 19 a?os. Rafael L¨®pez Oca?a, un mercenario criminal, ya fue condenado en 1993 como uno de los dos autores materiales del crimen. Los antecedentes de ese juicio eran s¨®rdidos incluso para los est¨¢ndares del GAL. El hermano de Rafael, Miguel ?ngel, fue acusado de asesinar a su propio cu?ado, el drogadicto Alberto Granados C¨¦spedes, porque iba a dar informaci¨®n sobre ellos. Posteriormente, Miguel ?ngel muri¨® de sida en la c¨¢rcel.
El caso actual ten¨ªa unos antecedentes igualmente turbios. Se reabri¨® porque Morcillo, que hab¨ªa huido antes del primer juicio, fue atrapado en conexi¨®n con una supuesta gran remesa ¨¦xtasis en julio de 1997, que result¨® ser 500.000 pastillas de cafe¨ªna. Masa, expulsado de la Guardia Civil por torturar (y que luego fue readmitido) tiene una pena mayor por tr¨¢fico de drogas. Amedo, por supuesto, ha perdido gran parte de los ¨²ltimos 15 a?os defendi¨¦ndose a s¨ª mismo e implicando a otros en las investigaciones del GAL.
Las pruebas presentadas en este juicio tienen muchas de caracter¨ªsticas tristes y familiares de los casos anteriores del GAL: el fallo "escandaloso" (el adjetivo es de los jueces) de la polic¨ªa a la hora de investigar el asesinato; teor¨ªas de conspiraci¨®n para todos los gustos; testigos informales, testigos desaparecidos; decisiones extra?as por parte de los magistrados; peleas entre los sospechosos habituales del grotesco Ministerio del Interior de Barrionuevo y los capos del contraterrorismo del periodo.
A pesar de que los jueces no han encontrado pruebas suficientes para condenar al acusado, su hastiada sentencia aporta algo de cr¨¦dito, como muchas otras antes, a la idea de que el GAL era un escuadr¨®n de la muerte respaldado por el Estado. Despu¨¦s de todos estos a?os, esto casi no es noticia, sin embargo la sentencia es una lectura vergonzosa en cualquier democracia. Un polic¨ªa anterior, Michel Dom¨ªnguez, casualmente, acept¨® preparar un comunicado en nombre del GAL (negando su responsabilidad por el crimen) en la Jefatura Superior de Polic¨ªa de Bilbao, sobre las ¨®rdenes de sus oficiales al mando.
Hemos o¨ªdo este tipo de historia tantas veces que ya parece algo normal. Esto es s¨®lo una muestra de c¨®mo funcionaban las cosas en el Pa¨ªs Vasco en los a?os ochenta, cuando los pol¨ªticos del PSOE dieron luz verde a miembros de las fuerzas de seguridad para utilizar el terrorismo de Estado en respuesta a la continua ofensiva terrorista de ETA. Todav¨ªa hoy estamos contando el coste, en vidas humanas y pol¨ªticos corrompidos.
Debemos estar agradecidos por el empuje y coraje de los periodistas, diputados, columnistas, abogados y magistrados investigadores que han ayudado y que dieron su opini¨®n, bastante impopular, sobre la anormalidad democr¨¢tica de estas actividades. Emplearon todas sus fuerzas, de los medios de comunicaci¨®n y de la ley para mostrar al GAL por lo que era: una campa?a criminal por partida doble, porque abusaba de la autoridad del Estado democr¨¢tico, primero, para dar apoyo a sus cr¨ªmenes y luego para encubrirlos.
Es meritorio para la joven y a¨²n fr¨¢gil democracia espa?ola que se haya investigado al GAL hasta este punto, especialmente dada la presi¨®n atroz antidemocr¨¢tica de la estrategia de ETA, imparablemente despiadada e indiscriminada. Pocos pa¨ªses han ido tan lejos a la hora de revelar los secretos nefastos de lo que Felipe Gonz¨¢lez denomin¨® tan eficazmente los "desag¨¹es" del Estado. Como resultado, la democracia espa?ola es m¨¢s sana. Pero a¨²n no sabemos la historia completa. Lo que es m¨¢s importante, la justicia para las familias de las v¨ªctimas sigue siendo, como mucho, incompleta.
El resultado del caso Brouard es especialmente frustrante, dada la gran cantidad de pruebas circunstanciales que se?alan la implicaci¨®n del Estado, afloradas por el trabajo meticuloso de Txema Montero como abogado de la acusaci¨®n popular. Sin embargo, dada la obstrucci¨®n que se ha experimentado a lo largo de toda la investigaci¨®n -que normalmente emana, por supuesto, de las agencias estatales-, esta prueba circunstancial tuvo pocas posibilidades de convertirse en la verdad judicial.
Parece que ahora puede dejarse para los historiadores futuros, m¨¢s que para los jueces, el que se encuentren los documentos que todav¨ªa no han sido mostrados en el juzgado. A menos que alg¨²n l¨ªder envejecido del PSOE de la era Gonz¨¢lez recupere de repente su conciencia y su memoria al mismo tiempo.
Paddy Woodworth es periodista irland¨¦s, autor de Guerra Sucia, Manos Limpias: ETA, el GAL y la democracia espa?ola (Cr¨ªtica, 2002; Yale U. Press 2003).
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