Cultura, barata cultura
Uno de los objetivos que mayor consenso alcanza en el campo de la pol¨ªtica cultural es el concepto de "democratizaci¨®n de la cultura". Esta democratizaci¨®n se puede entender en varias dimensiones pero quiz¨¢s la m¨¢s tradicional tiene que ver con el hecho de que todos los ciudadanos tengan la opci¨®n, si lo desean, de acceder al consumo y a la pr¨¢ctica de bienes actividades y servicios reservados en sociedades premodernas a las ¨¦lites econ¨®micas y culturales. Es decir, que tener la opci¨®n de escuchar al trompetista Marsalis, asistir a una obra de Chejov o poder contemplar una exposici¨®n de Piero Dorazi no sea s¨®lo un privilegio de las clases altas. Parte de la intervenci¨®n p¨²blica en cultura se legitima a trav¨¦s de la argumentaci¨®n precedente y as¨ª uno de los instrumentos b¨¢sicos para conseguir dicho objetivo es que el sector p¨²blico se encargue de proveer esos bienes y servicios culturales y los ofrezca a precios p¨²blicos, por debajo de los precios de mercado, asumiendo el supuesto de que una de las barreras de acceso es la barrera econ¨®mica.
En este contexto parece que la situaci¨®n en Valencia es de verdadero placer para el consumo de la denominada "alta cultura". Seg¨²n los datos que aparecen en el reciente Anuario de la SGAE sobre 2002, en la Comunidad Valenciana una entrada media de teatro (recaudaci¨®n total partida por espectadores totales) cuesta menos de la mitad que en el resto de Espa?a (4,9 Euros frente a 10,4), un poquito m¨¢s de la mitad en el caso de la danza (6,0 frente a 11,6), bastante menos de la mitad en el caso de la ¨®pera (13,7 frente a 30,4), un par de euros menos en la m¨²sica sinf¨®nica (11,7 frente a 13,8) y una tercera parte en el caso de la m¨²sica de c¨¢mara (2,8 frente a 8 euros). Y encima por tres euros te regalan siete u ocho exposiciones de la Bienal de impacto mundial.
Ante esta situaci¨®n de verdadera jauja parece que a nuestros pol¨ªticos culturales no s¨®lo hay que cargarlos de medallas de encomiendas de Isabel la Cat¨®lica sino preparar r¨¢pido los expedientes para una canonizaci¨®n segura ahora que est¨¢n baratas. ...?Pero que pasar¨ªa si no nos crey¨¦semos el supuesto inicial? Es decir si pens¨¢semos que la restricci¨®n presupuestaria no es una restricci¨®n relevante para la democratizaci¨®n de la cultura. Sabemos que la entrada media a un partido de f¨²tbol de Primera Divisi¨®n en la temporada 2001/2002 cost¨® 24,1 Euros (y 19,8 en Segunda Divisi¨®n) y nadie parece reclamar deficiencias en la democratizaci¨®n del f¨²tbol. Tambi¨¦n numerosos estudios, entre ellos el excelente de Roberto Luna sobre el consumo teatral en la ciudad de Valencia, demuestran que s¨®lo para una parte muy peque?a de los no asistentes, el precio resulta una variable explicativa de su no asistencia.
?Qu¨¦ pasar¨ªa si pens¨¢semos que probablemente la democratizaci¨®n de la cultura es uno de los fracasos m¨¢s estrepitosos -no s¨®lo en Espa?a- de las pol¨ªticas culturales? Con datos de 1998 un 97% de los espa?oles no ha asistido a una ¨®pera ni a un espect¨¢culo de danza, un 90% no ha asistido nunca a una sesi¨®n de m¨²sica cl¨¢sica, un 75% nunca ha asistido a una obra de teatro...Si pensamos, como nos indican numerosos estudios, que el consumo de alta cultura sigue siendo un h¨¢bito de las clases medias-altas, unos precios subvencionados y muy bajos no significan m¨¢s que el conjunto de la ciudadan¨ªa -cuya mayor¨ªa no consume servicios culturales- est¨¢ transfiriendo recursos -dinero, para saltarnos jergas- de los impuestos para que una minor¨ªa rica e ilustrada disfrute de m¨²sica cl¨¢sica, teatro y arte contempor¨¢neo a precios de saldo. Por ejemplo, un estudio sobre los asistentes al Liceu de Barcelona mostraba que m¨¢s del 80% se encuadraban en la clase alta y s¨®lo el 6% se asignaban a clase baja. Si uno se pusiera a las puertas del Palau de Valencia en un concierto l¨ªrico podr¨ªa comprobar la sonrisa de notarios, m¨¦dicos, catedr¨¢ticos y abogados pagando apenas 30 Euros por sesiones cuyo coste por asistente est¨¢ cuatro o cinco veces por encima de lo que pagan.
As¨ª y parad¨®jicamente la pol¨ªtica cultural con su pretensi¨®n democratizadora se convierte en una de las intervenciones p¨²blicas m¨¢s regresivas fiscalmente. Curiosamente las pr¨¢cticas culturales con un consumo de clase m¨¢s transversal son las que comparativamente resultan m¨¢s desfavorables para los consumidores valencianos. La entrada media de cine vale m¨¢s aqu¨ª que en el resto de Espa?a y las entradas a conciertos de m¨²sica popular est¨¢n por encima de la media espa?ola (4,6 euros frente a 4,0). La cuesti¨®n no es balad¨ª y tiene implicaciones redistributivas importantes. Si los casi 34.000 espectadores valencianos de ¨®pera pagaran la entrada al precio medio de Espa?a (30 euros) obtendr¨ªamos m¨¢s de medio mill¨®n de euros, dinero que podr¨ªa solventar en gran parte los problemas de financiaci¨®n y funcionamiento de las escuelas de m¨²sica de las sociedades musicales. Si los m¨¢s de 200.000 visitantes del IVAM pagaran hasta lo que vale la entrada del Thyssen (6,6 euros) en vez de los dos euros de tarifa normal, tendr¨ªamos casi un mill¨®n de euros m¨¢s que podr¨ªan incrementar en un 50% las ayudas a la producci¨®n teatral... Y, se?or Esteban Gonz¨¢lez, si alguien supiera lo que nos cuesta la Bienal, ser¨ªa factible calcular lo que podr¨ªamos cobrar en el Muvim, la Beneficencia y en el San Pius V para salirnos de rositas.
Pau Rausell K?ster pertenece al ¨¢rea de Investigaci¨®n en Econom¨ªa de la Cultura de la Universitat de Val¨¨ncia.
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