La renovaci¨®n de Europa
Cabr¨ªa decir que, con dos peque?as diferencias, estamos viviendo un renacimiento del gaullismo. Esta vez no se trata de la gloria de Francia, sino del "n¨²cleo de Europa". Asimismo, no son tanto los l¨ªderes pol¨ªticos, sino los intelectuales, los que alzan la bandera de la identidad europea contra EE UU. Sin embargo, J¨¹rgen Habermas y Jacques Derrida coinciden con Charles de Gaulle en que encuentran un est¨ªmulo a su proyecto en el apoyo que ¨¦ste recibe en las calles, es decir, en una especie de volont¨¦ g¨¦n¨¦rale resultante de las manifestaciones contra la guerra y contra Bush en las capitales europeas del 15 de febrero de 2003. Ambos fil¨®sofos invocan en su argumentaci¨®n a un colega de profesi¨®n, Emanuel Kant. Piensan, como expresa Derrida en la introducci¨®n, "en un esp¨ªritu, cuando no en un sentido, que remite a la tradici¨®n kantiana". Habermas cierra su texto con "la esperanza kantiana puesta en una pol¨ªtica mundial interior". ?sa es tambi¨¦n una respuesta al neoconservador estadounidense Robert Kagan, que, en su pol¨¦mico ensayo sobre el poder de EE UU y la impotencia de Europa, pretende coronar a Kant como el fil¨®sofo rey de la UE. Kant no ten¨ªa una gran opini¨®n de los fil¨®sofos reyes, "porque el poder, inevitablemente, corrompe el libre juicio de la raz¨®n", pero como precursor de una UE, tiene su puesto ganado por derecho propio. S¨ª, ?nosotros somos kantianos! Ahora bien, en los dos conceptos kantianos que se apoyan rec¨ªprocamente, de Habermas y Kagan, el del eurogaullista intelectual y el del neoconservador de EE UU, apenas si podemos reconocer al gran ilustrado. "Los europeos", escribe Kagan, "se han salido del mundo de la anarqu¨ªa propio de Hobbes para entrar en el universo kantiano de la paz perpetua". Eso no pod¨ªa imagin¨¢rselo Kant, que alguien, con el correr del tiempo, interpretara de esa forma el t¨ªtulo de su ensayo La paz perpetua.
La renovaci¨®n de Europa nunca se producir¨¢ a trav¨¦s de la autodeterminaci¨®n de un continente empe?ado en sellarla con un matiz anti-Estados Unidos
La Uni¨®n Europea ha ido, con creces, m¨¢s all¨¢ de sus acuerdos fundacionales hasta convertirse en un modelo para la constituci¨®n de la libertad
?Est¨¢ realmente tan despolitizada la religi¨®n en Europa? ?En Irlanda? ?En Polonia? ?En Inglaterra, donde el Parlamento reza antes de iniciar sus sesiones?
No; ambos confunden a Kant con Rousseau. Kant estaba tallado de una madera diferente, m¨¢s dura que la del ginebrino so?ador de la Arcadia. Kant no s¨®lo sab¨ªa que exist¨ªa el poder, sino que daba gracias a la naturaleza "por la mutua incompatibilidad, por las envidiosas rivalidades de la vanidad, por el insaciable af¨¢n de tener, o tambi¨¦n de dominar". S¨®lo a trav¨¦s de una "sociabilidad insociable", es decir, a trav¨¦s de la diversidad y la divergencia, a trav¨¦s del "antagonismo", pueden los hombres sustraerse al idilio arc¨¢dico en el que "en un estado de perfecta armon¨ªa, de contentamiento y de amor rec¨ªproco, todos los talentos permanecen eternamente encerrados en su germen". Somos kantianos. Como Kant, queremos una sociedad civil, a fin de cuentas, cosmopolita, administradora del derecho, siempre imperfecta y siempre conflictiva, pero que sea abierta. A esa sociedad podr¨ªa contribuir notablemente una Europa renovada, como ya hace EE UU desde hace m¨¢s de 200 a?os. ?sa ser¨ªa, de todos modos, una Europa con unos rasgos distintos de los que Habermas le atribuye en el presente y en el futuro. Su imagen de Europa recuerda a veces a la Alemania Occidental anterior a la reunificaci¨®n del pa¨ªs en 1989. Ciertamente, las "experiencias de los reg¨ªmenes totalitarios del siglo XX", as¨ª como un "pasado belicoso", unen a v¨ªctimas y culpables. Pero ?est¨¢ realmente tan despolitizada la religi¨®n en Europa? ?En Irlanda? ?En Polonia? ?En Inglaterra, donde incluso el Parlamento reza p¨²blicamente antes de iniciar sus sesiones? Y la "emancipaci¨®n de la sociedad civil de la tutela de un r¨¦gimen absoluto" tampoco fue un fen¨®meno brit¨¢nico, italiano o suizo.
Continente dividido
La renovaci¨®n de Europa resulta necesaria. Pero nunca se producir¨¢ a trav¨¦s de la autodeterminaci¨®n de un continente empe?ado en sellarla con su car¨¢cter no estadounidense o incluso antiestadounidense. Cualquier intento de definir a Europa enfrent¨¢ndola a EE UU no conseguir¨¢ unir al continente, sino que lo dividir¨¢. Esto se ha demostrado en la historia de la crisis de Irak. Habermas interpreta las manifestaciones del 15 de febrero como respuesta popular unitaria a "la declaraci¨®n de solidaridad con Bush" que ocho jefes de Estado y de Gobierno, dirigidos por Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar y Tony Blair, hab¨ªan hecho p¨²blica unos d¨ªas antes en distintos peri¨®dicos europeos. Esas afirmaciones inducen a error en tres aspectos diferentes: en primer lugar, porque las manifestaciones no eran propiamente una reacci¨®n ante la "carta de los ocho"; en segundo lugar, porque la carta firmada por estadistas europeos tan conocidos por su sumisi¨®n como Vaclav Havel, constitu¨ªa m¨¢s una adhesi¨®n a los valores occidentales y a las relaciones transatl¨¢nticas que a George W. Bush; y en tercer lugar, porque fue suscrita inmediatamente como reacci¨®n a la iniciativa franco-alemana de car¨¢cter unilateral contra una segunda resoluci¨®n de Naciones Unidas. As¨ª pues, ese paso adelante promovido por el "n¨²cleo europeo" vanguardista no ha servido para unir, sino para dividir. No; la fuerza motriz de una renovaci¨®n europea debe consistir, por el contrario, en la aplicaci¨®n de esa pol¨ªtica de ilustraci¨®n que une a EE UU y a Europa y que, por sus ¨¦xitos y su capacidad de persuasi¨®n, obtiene cada vez m¨¢s adeptos entre individuos particulares y Estados de todo el mundo.La esperanza kantiana de una pol¨ªtica mundial interior representa el lado favorable del fen¨®meno de la globalizaci¨®n. En esta globalizaci¨®n hay que considerar planteamientos y ¨¦xitos espec¨ªficamente europeos que pueden resultar tambi¨¦n ejemplares. Citemos s¨®lo algunos. El 1 de mayo de 2004, la Uni¨®n Europea estar¨¢ formada por 25 Estados. Tras quince largos a?os, demasiado largos, desde la primera fisura del tel¨®n de acero, se va a cumplir el sue?o de la unificaci¨®n de Europa, de la recomposici¨®n del continente o, como el presidente George Bush, padre, dijo por ese entonces, de forma clara y concisa, de una Europa "entera y libre". No tan entera todav¨ªa: algunos que pertenecen a ella siguen por el momento fuera. Pero la clara mayor¨ªa de los Estados europeos inmersos a lo largo de siglos en guerras sangrientas, va por primera vez a pertenecer, en igualdad de derechos, a una misma comunidad pol¨ªtica y econ¨®mica dentro de un marco de paz. (De la seguridad exterior se ocupan por el momento la OTAN y EE UU). Esto nunca ha sucedido anteriormente en Europa. Esto no ocurre en ning¨²n otro continente. Esos Estados quieren en el ¨ªnterin llegar tambi¨¦n a un acuerdo constitucional. ?No deber¨ªamos proclamar el 1 de mayo de 2004, fecha que nos une, y no el 15 de febrero de 2003, fecha que nos divide, como el d¨ªa del nacimiento europeo?
Hay otro planteamiento europeo unido a la ampliaci¨®n: se trata de los criterios pol¨ªticos que el Consejo de Europa decidi¨® en su reuni¨®n de Copenhague en 1993 con referencia a la adhesi¨®n de los candidatos. Esos criterios exigen la existencia de instituciones democr¨¢ticas estables, el imperio de la ley, el respeto de los derechos humanos y la protecci¨®n de las minor¨ªas. A ello deben a?adirse las reglas de la econom¨ªa de mercado, incluyendo la independencia del Banco Central. De esa manera, la Uni¨®n Europa ha ido, con creces, m¨¢s all¨¢ de sus acuerdos fundacionales hasta llegar a convertirse en un modelo para la constituci¨®n de la libertad, y cuya adopci¨®n no ha dudado en exigir a los Estados aspirantes a la adhesi¨®n. Europa ha mostrado que desea abogar activamente por la instauraci¨®n de un orden liberal.
"Tambi¨¦n los reg¨ªmenes europeos del bienestar", escribe Habermas, "fueron ejemplares durante mucho tiempo" (obs¨¦rvese que utiliza el tiempo pasado). De hecho, exist¨ªan en ese ¨¢mbito diferencias cada vez mayores entre los pa¨ªses que pod¨ªan permitirse un Estado del bienestar costoso y los que no pod¨ªan, a los que hay que a?adir en la actualidad la mayor¨ªa de los pa¨ªses de nueva adhesi¨®n de Europa Central y del Este. Por otra parte, hay que se?alar que Nueva Zelanda y Canad¨¢ (y algunos Estados de EE UU) se encuentran m¨¢s cerca del "modelo social europeo" que algunos europeos. Sin embargo, no cabe duda de que Europa ha desarrollado una rica pluralidad de variantes con un funcionamiento m¨¢s o menos bueno del capitalismo democr¨¢tico. Lo que tienen en com¨²n es que tratan de cumplir con la tarea b¨¢sica formulada por Adair Turner, o sea, "conjugar una econom¨ªa din¨¢mica y el influjo liberalizador de una autonom¨ªa econ¨®mica con el objetivo de una sociedad inclusiva, teniendo en cuenta lo que los mercados libres no pueden realizar".
Esos planteamientos nos llevan una vez m¨¢s a Kant. El "objetivo cosmopolita" consiste en actuar de tal forma que se pueda concebir nuestra acci¨®n como principio de una sociedad cosmopolita administradora de los fundamentos de derecho. El camino a la meta puede parecer largo, s¨ª, la meta puede parecer inalcanzable en su totalidad, pero he ah¨ª lo que determina lo que hemos de hacer y lo que no hemos de hacer. No toda versi¨®n de la UE por la que se aboga en la actualidad y no todas las administraciones de Washington han seguido esas m¨¢ximas. Esas versiones indican, de todos modos, la Europa y el EE UU que queremos.
Traducci¨®n de News Clips.
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