Cambios en Brasil y Argentina
M¨¢s vale dejarse llevar por el entusiasmo o al menos sentirse tranquilizado por lo que ocurre en Brasil y Argentina. Porque los demonios del pasado no est¨¢n muertos y los intelectuales latinoamericanos conservan casi intacto su gusto por las ideas falsas y por los caminos que conducen con mayor seguridad a la cat¨¢strofe. Hablemos claramente: es sobre todo en Argentina donde se hacen o¨ªr voces que, a la vez que se felicitan por la elecci¨®n de Lula en Brasil y de los resultados de las elecciones presidenciales en ese pa¨ªs, desarrollan ideas que me parecen contradictorias con las intenciones declaradas por el nuevo presidente brasile?o y retoman los discursos m¨¢s tradicionalmente peligrosos en lo que respecta a Argentina. Afortunadamente, el Brasil de Cardoso y de Lula tiene unas bases s¨®lidas que deben permitirle progresar y realizar una pol¨ªtica responsable, democr¨¢tica y capaz de preparar unas transformaciones sociales profundas. Nos gustar¨ªa poder decir lo mismo de Argentina. Pero es imposible, porque los comentarios que llegan de este pa¨ªs, y sobre todo de la oposici¨®n de izquierdas, me parece que eligen el mal camino en vez del bueno. Aquello que los separa puede definirse sencillamente: el mal camino es aquel que explica enteramente la situaci¨®n nacional por la dependencia respecto a un orden internacional que es urgente cambiar por completo; el bueno, por el contrario, es aquel que conduce hacia una mayor capacidad de acci¨®n y de an¨¢lisis de las fuerzas que hay que movilizar, los obst¨¢culos que hay que superar y las estrategias que hay que adoptar. Los que ganan son los que creen que pueden ganar; los que pierden son los que denuncian un mundo malvado donde todos son v¨ªctimas y nadie tiene la capacidad de lograr cambios. Estos caminos toman en Am¨¦rica Latina una forma que demuestra sus direcciones opuestas.
Desconf¨ªo de quienes quieren ante todo equiparar a Lula y a Ch¨¢vez e inventar un nuevo bolivarismo a escala continental
Plantearse como objetivo la uni¨®n de una Latinoam¨¦rica indignada por el rechazo del orden econ¨®mico internacional y de la hegemon¨ªa de EE UU conduce al fracaso por lo diferentes que son las situaciones nacionales y, sobre todo, los sistemas pol¨ªticos. Conf¨ªo en quienes quieren construir en torno a Brasil, m¨¢s que un mercado com¨²n, un verdadero actor econ¨®mico y pol¨ªtico. Desconf¨ªo de quienes quieren ante todo equiparar a Lula y a Ch¨¢vez e inventar un nuevo bolivarismo a escala continental. Y aqu¨ª es donde se manifiesta la distancia que separa demasiado a menudo a los analistas argentinos de los dirigentes brasile?os. ?stos ya est¨¢n acostumbrados a la gesti¨®n democr¨¢tica y a la elaboraci¨®n de programas de acci¨®n realistas. Lula ha proclamado desde el principio su intenci¨®n de actuar dentro del marco de la econom¨ªa internacional tal cual es y de las instituciones democr¨¢ticas. Argentina apenas tiene capacidad nacional de decisi¨®n; al contrario, es la principal v¨ªctima de la globalizaci¨®n, y depende de las redes financieras internacionales m¨¢s que de una clase dirigente y de unos l¨ªderes pol¨ªticos nacionales. Uno tiene la tentaci¨®n de dar un consejo a los brasile?os: haced todo lo que pod¨¢is para salvar a los argentinos, pero permitidles que tomen el menor n¨²mero de decisiones posible. S¨®lo Brasil tiene la capacidad de tener ¨¦xito en la v¨ªa que ha elegido. Argentina acaba de escapar a grandes cat¨¢strofes y el nuevo presidente ha realizado unos gestos que han devuelto la confianza en su pa¨ªs. Pero mientras que todo el mundo retoma una vez m¨¢s los ataques contra la globalizaci¨®n y el liberalismo, nadie o casi nadie reflexiona sobre las condiciones, las luchas y las formas de acci¨®n pol¨ªtica que hay que emprender.
El gran interrogante
Brasil, felizmente, se orienta hacia s¨ª mismo dada la amplitud de su mercado interior, y no pretende unir a todos los pa¨ªses en una gran campa?a continental que s¨®lo podr¨ªa dar nuevas tribunas a aquellos que quieren revivir los discursos de los setenta. Esto no quiere decir que una pol¨ªtica eficaz pueda ser s¨®lo moderada e institucional. El gran interrogante actual, en Brasil y en otros pa¨ªses, es: ?c¨®mo combinar la fuerza din¨¢mica de un movimiento popular con la solidez de unas instituciones democr¨¢ticas? Lula todav¨ªa no ha aportado una respuesta tras fijarse como objetivo que cada brasile?o coma tres veces al d¨ªa. Pero sabe que para alcanzar esta meta hay que tomar los recursos de los m¨¢s adinerados, que demasiado a menudo se libran de los impuestos, lo que supone un apoyo parlamentario muy s¨®lido y una fuerte presi¨®n popular. ?sta s¨®lo puede formarse en las grandes ciudades, y en primer lugar en los barrios, para exigir seguridad, infraestructuras urbanas indispensables y un gran movimiento por la mejora del nivel escolar, tema fundamental en el que Brasil ya ha realizado grandes progresos gracias a Fernando Henrique y a Paolo Renato. No puede haber transformaci¨®n social profunda sin un movimiento social que presione sobre quienes toman las decisiones. Pero tampoco puede haber transformaci¨®n social si no se definen sus objetivos y sus m¨¦todos dentro de las instituciones democr¨¢ticas y la capacidad de acci¨®n real del pa¨ªs. No opongamos las instituciones democr¨¢ticas al movimiento social; el ¨¦xito s¨®lo puede proceder de su uni¨®n, y ¨¦sta es posible dada la fuerza del apoyo que los brasile?os han brindado a Lula. Tenemos confianza y entusiasmo en lo que respecta a las posibilidades de Brasil, pero tambi¨¦n es necesario que sus dirigentes aprendan a combinar aquello que se consideraba como el agua y el fuego. Hay que desconfiar, en todos los pa¨ªses y en especial en Argentina, de la vuelta de las ideolog¨ªas que se creen revolucionarias y no hacen sino ocultar la impotencia para convertirse en los actores de su propia historia.
Alain Touraine es director del Instituto de Estudios Superiores de Par¨ªs. Traducci¨®n de News Clips
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