El amor como celebraci¨®n
Con El dormitorio ajeno, Ignacio Elguero de Olavide (Madrid, 1964) imprime un doble giro a su trayectoria po¨¦tica: ahonda en una de las obsesiones que aparec¨ªan en sus libros anteriores, Los a?os como colores (1998) y Cromos (2000), la pulsi¨®n er¨®tico-amorosa; al optar por un libro con un tema ¨²nico ensaya, de hecho, el libro-poema. Ambos factores permiten establecer parentescos con un poeta como Pedro Salinas, cuya sombra es visible en El dormitorio ajeno m¨¢s all¨¢ de la pura identidad tem¨¢tica.
Si bien Elguero parte en origen (en los a?os ochenta) de una est¨¦tica pr¨®xima a la llamada poes¨ªa de la experiencia, ya en su anterior poemario, Cromos, se apreciaban los rasgos de un camino personal: una inteligente mezcla de atenci¨®n a la realidad cotidiana e indagaci¨®n en la memoria ¨ªntima. Se trataba de una poes¨ªa directa, basada en una est¨¦tica de la sencillez que hu¨ªa de complejidades ret¨®ricas y significativas. Pero era tambi¨¦n un libro en el que lo er¨®tico aparec¨ªa tamizado por una fuerte sentimentalidad unas veces, y por la intersecci¨®n con espacios de la memoria infantil y adolescente, otras. Ahora, en la poes¨ªa amorosa de El dormitorio ajeno, desaparece la historia, la sentimentalidad se desnuda, se despoja (tal vez se mantenga, de manera extremadamente sutil, en poemas como Hielos de oto?o o 2A ventanilla 2B pasillo) y queda el deseo en estado de desnudez, lo que conduce a una cierta m¨ªstica de lo amoroso (una cita de Juan de la Cruz abre el poemario) tamizada por la apelaci¨®n a poetas cl¨¢sicos que hicieron de lo er¨®tico parte sustancial de su obra. De Propercio y de Cal¨ªmaco, Elguero incorpora, a modo de citas internas, versos que aluden a la belleza del cuerpo, a la plenitud amorosa.
EL DORMITORIO AJENO
Ignacio Elguero
Hiperi¨®n. Madrid, 2003
62 p¨¢ginas. 7 euros
El trasfondo de El dormitorio ajeno es la insatisfacci¨®n. La permanente b¨²squeda de la "eternidad fugitiva" de los momentos de placer. Una "eternidad" que es aspiraci¨®n permanente, que deja de serlo cuando el dormitorio propio muestra sus carencias, cuando queda despose¨ªdo de misterio. Elguero nos habla de esa b¨²squeda con palabra precisa, con mayor complejidad verbal que en sus libros anteriores, con un dominio formal que transita desde la contemporaneidad del verso blanco hasta el clasicismo puro y dif¨ªcil de la d¨¦cima. Cuando los poetas al uso eluden el libro de poes¨ªa amorosa, Elguero se arma de valor y nos ofrece los 38 poemas de su "dormitorio ajeno". Un meritorio riesgo que afronta con solvencia.
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