Entre las Ramblas y el paseo de Recoletos
Durante cuatro d¨¦cadas, los espa?olitos de a pie aprendimos a leer entre l¨ªneas con La Codorniz, "la revista m¨¢s audaz para el lector m¨¢s inteligente".
Teniendo la inmensa fortuna de dirigirme a inteligentes lectores, dir¨¦ como introducci¨®n, s¨¦ame permitida tal licencia, que voluntariamente he dejado de ser el jefe de la Inspecci¨®n Fiscal. Cuando supe que no ser¨ªa renovado en el cargo. J¨²zguese, pues, el car¨¢cter de la voluntariedad a la hora de acceder al nuevo.
Mas no ha de pensarse que el art¨ªculo versar¨¢ sobre la persona de su autor, pues la vanidad que como ser humano posee, no llega hasta ese punto y no lo merecen, de otro lado, quienes con gran paciencia lo lean. Lo escribo pensando en dos magn¨ªficos fiscales que, al parecer, son m¨¢s inc¨®modos que yo, ya es decir, Mariano Fern¨¢ndez Bermejo, madrile?o ¨¦l y jefe de la Fiscal¨ªa de su tierra, y Carlos Jim¨¦nez Villarejo, fiscal Anticorrupci¨®n -tan catal¨¢n como andaluz es-, quien, tras llegar desde su querida Barcelona, no ha sido, o al menos as¨ª lo parece, bien comprendido en Madrid, ante lo cual podr¨¢n afirmar muchos catalanes que nada tiene ello de extra?o.
Comenz¨® su andadura por la carrera fiscal el bueno de Mariano por tierras de conquistadores y colonizadores del Nuevo Mundo. Poco tiempo despu¨¦s de su ingreso, despu¨¦s de asistir un d¨ªa a las sesiones de un juicio oral, casi se fue llorando a su despacho porque, tras invocar la Constituci¨®n, fue interrumpido bruscamente por el presidente para decirle que no invocara tal invento porque eso supon¨ªa politizar la sesi¨®n.
Pero a partir de ese momento se politiz¨® Mariano todo lo que pudo y la defensa de la Constituci¨®n ha sido desde entonces el norte de su vida, tanto en el ¨¢mbito personal como en el profesional. Goza del reconocimiento de sus compa?eros y del respeto de quienes, con los mismos objetivos por ¨¦l perseguidos, ejercen diariamente bien sus funciones al cumplir las instrucciones por ¨¦l impartidas.
Es un fiscal moderno, ¨¢gil, con ideas claras, con la mala costumbre de decir lo que piensa, siempre de agradecer sean o no compartidos sus puntos de vista. Ha abierto la Fiscal¨ªa hacia el exterior, constituyendo la misma un lugar donde todo el que a ella acude tiene la seguridad de ser escuchado, defendiendo siempre, de otra parte, los derechos fundamentales de los ciudadanos, sean hombres o mujeres, mayores o menores, poderosos o miserables, nacionales o extranjeros. Sin embargo, no roza la perfecci¨®n, pese a conocer los nombres y apellidos de los 180 fiscales que lo rodean, lo que no es poco.
Su gran fallo, as¨ª de ¨¦l se dice, ha sido proceder en ocasiones no s¨®lo contra ciudadanos corrientes, sino tambi¨¦n contra algunos poderosos y ser cr¨ªtico, adem¨¢s, con quienes de la cr¨ªtica no son muy partidarios. Y peor a¨²n, se comenta que en un acto oficial, no ha mucho tiempo, defendi¨® un claro y rotundo no a la guerra, como lo hicimos en multitudinarias manifestaciones millones de ciudadanos.
Carlos Jim¨¦nez Villarejo. Persona de una austeridad casi espartana. En el ejercicio de su profesi¨®n no se casa con nadie. Recuerdo, cuando coincidimos en Barcelona, su gran entusiasmo dentro de Justicia Democr¨¢tica, admirando su forma de combatir al franquismo, es decir, al fascismo, sus leyes, defendiendo siempre a ultranza valores democr¨¢ticos a?os m¨¢s tarde consagrados en la Constituci¨®n. Fue un gran gozo disfrutar aquellos a?os compartiendo con su persona la mesa de una Fiscal¨ªa inolvidable, aut¨¦ntica escuela de fiscales y de formaci¨®n de dem¨®cratas, a pesar del ambiente irrespirable con que la dictadura nos regalaba. Una aut¨¦ntica pasada.
Pero tanto entusiasmo pon¨ªa nuestro personaje en aquellos a?os a la hora de desempe?ar su funci¨®n que el franquismo no pod¨ªa tolerarlo y un amargo d¨ªa, tanto ¨¦l como Jos¨¦ Mar¨ªa Mena, actual jefe de la Fiscal¨ªa del Tribunal Superior de Justicia de Catalunya, de caracter¨ªsticas muy parecidas, sin ser o¨ªdos ni expedientados, con un traslado forzoso a sus espaldas, salieron rumbo el uno hacia Huesca y el otro hacia Lleida, traslados vergonzosos a todas luces.
Asist¨ª a la triste posesi¨®n de ambos en una y otra ciudad. Era lo menos que pod¨ªa hacer, pues ni siquiera se les pudo ofrecer un almuerzo de despedida. Encargado de organizarles un homenaje, recib¨ª cerca de la medianoche una llamada telef¨®nica del jefe de la Inspecci¨®n, prohibi¨¦ndome tajantemente que tal acto se celebrara, bajo la velada amenaza de ser expedientado. Una media docena de amigos les ofrecimos m¨¢s que un almuerzo un refrigerio, casi a escondidas, en una humilde tasca pr¨®xima a la Audiencia. Con el transcurso del tiempo, qui¨¦n lo iba a decir, me hice cargo de la Inspecci¨®n, si bien nunca en estos once a?os tuve que hacer ni remotamente una llamada semejante a un fiscal, como la recibida por m¨ª en unos t¨¦rminos intolerables. Nunca lo he olvidado.
Teniendo un pensamiento claramente identificado con los valores de la izquierda, no ha de extra?ar que en sus horas libres fuera de audiencia contactara en Huesca nuestro fiscal, nada m¨¢s llegar, con otras personas de convicciones democr¨¢ticas, es decir, antifranquistas. Mantuvo una especial relaci¨®n con monse?or Os¨¦s, el obispo de la di¨®cesis, de talante abierto y liberal, surgiendo entre ellos una sincera amistad. Siendo debidamente espiado, las entradas y salidas del fiscal en la sede del obispo eran anotadas por la polic¨ªa. Uno y otro estaban perfectamente controlados. ?Vaya obispo y vaya fiscal!, deb¨ªan pensar los patriotas de Gobernaci¨®n.
Otro dem¨®crata con quien mantuvo relaci¨®n fue con Labordeta, persona extraordinaria con o sin su guitarra, cuyas canciones a todos nos sobrecog¨ªan, respirando todo su cuerpo y su alma, toda su poes¨ªa, la libertad. Mereci¨® siempre el respeto de los dem¨®cratas y lo sigue hoy teniendo, sin merecer un juicio favorable quienes in¨²tilmente desean ahogar su voz, su grandiosa voz, en el Congreso de los Diputados. Incre¨ªble.
Tambi¨¦n el fallo de Carlos ha sido creer que lo mismo se puede en nombre de la legalidad proceder contra el indigente que contra el poderoso. A quien sea de derechas o de izquierdas. Tal vez no ha descubierto que por corrupci¨®n ¨²nicamente se ha de perseguir a gentes de izquierdas, pues, como nuestra Historia ense?a, el comportamiento de la derecha a lo largo de los dos ¨²ltimos siglos ha sido siempre ejemplar. Posiblemente Alicia, de saberlo, a Espa?a, aut¨¦ntico pa¨ªs de las maravillas, hubiera venido.
No deseo extenderme m¨¢s dedicando a su persona un elogio tras otro, pues podr¨ªa alguien de la derecha-extrema derecha pensar que ser¨ªa fruto o consecuencia de una relaci¨®n social-comunista, peligros¨ªsimo, como es bien sabido, aunque como un gran honor debiera ello considerarse. El tiempo dir¨¢ si otros fiscales ser¨¢n o no renovados o s¨®lo no lo ser¨¢n ellos, con el adorno, todo es posible, de alg¨²n otro a quien por desgracia le toque la china, para despistar. Si as¨ª aconteciera, se tratar¨ªa de una destituci¨®n en toda regla, ampar¨¢ndose en la legalidad, de car¨¢cter ideol¨®gico. Pero si se sostiene que eso es falso, d¨ªganse las razones de su no renovaci¨®n. T¨¦ngase la valent¨ªa suficiente para ello.
De otra parte, la oposici¨®n no debe jam¨¢s pensar que toc¨¢ndole hoy el turno a unos, ma?ana les tocar¨¢ a otros cuando la mayor¨ªa cambie. Si as¨ª fuere, no habr¨¢n entendido absolutamente nada. Se dir¨¢ que, una vez m¨¢s, la izquierda ha de ser m¨¢s generosa que la derecha. En efecto. Siempre ha sido as¨ª y as¨ª debe continuar. Grande y generosa.
Cuando se afirma para justificar los relevos que se trata de fiscales inc¨®modos ha de suponerse que se les hace un favor, pues todo fiscal que se precie ha de ser inc¨®modo, pero enti¨¦ndase bien, inc¨®modo para los delincuentes. Mas si algunos no delincuentes hubiere que por la actuaci¨®n de esos fiscales son ellos los que inc¨®modos se sienten, lo que deben hacer es aguantarse, como acaeci¨® con gobiernos anteriores, aunque ello levante ronchas en los sectores m¨¢s reaccionarios, que los hay. Defender lo contrario conduce al sometimiento de quienes constitucionalmente tienen el encargo de defender la legalidad, aunque ello no siempre agrade, ni a los que la burlan ni a quienes la defienden.
Pero, pase lo que pase, bien sea en el paseo de Recoletos o en las hermos¨ªsimas Ramblas barcelonesas, me gustar¨ªa degustar un caf¨¦ y saborear una copa en una de sus terrazas, al llegar el fresco de la noche, en compa?¨ªa de Carlos y Mariano. Entonces podr¨ªa decirles lo que de verdad siento: defendamos siempre la legalidad, sin cambiar un ¨¢pice nuestra forma de ser y actuar y defendamos siempre, con gran fuerza, la libertad de expresi¨®n que tanto cost¨® conquistar, pero, como m¨¦rito vuestro lo alego, teniendo en cuenta vuestra trayectoria profesional y forma de pensar, posiblemente no merezc¨¢is la renovaci¨®n en los tiempos actuales. Les dir¨ªa finalmente que ha sido un gran honor y un gran privilegio el haberlos conocido, tratado, respetado, querido y admirado. Tiempos mejores llegar¨¢n.
Durante los ¨²ltimos meses no faltan voces, algunas de ellas parlamentarias, que dedican con frecuencia palabras hirientes a ambos. Siempre hay mentecatos, pero al mentecato de turno, sea quien sea, se le debe corregir con palabras hermosas, no m¨ªas. De alguien, por ejemplo, que asqueado por la situaci¨®n que en Espa?a se viv¨ªa, prefiri¨® alejarse de ella viviendo un largo y amargo exilio y cuyo centenario acaba de conmemorarse. As¨ª dec¨ªa Luis Cernuda: Lo cretino, en ti, no excluye lo ruin. / Lo ruin, en tu sino, no excluye lo cretino. / As¨ª que eres, en fin, tan cretino como ruin.
Juan Jos¨¦ Mart¨ªnez Zato es fiscal de Sala del Tribunal Supremo.
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