Sucesi¨®n bajo tutela
Aznar parece decidido a consagrar como costumbre un modelo de sucesi¨®n caracter¨ªstico del PP: la sucesi¨®n bajo tutela. Si ¨¦l lleg¨® tutelado por Fraga, su sucesor vivir¨¢ a la sombra del presidente por lo menos durante a?o y medio. El modelo es el mismo, las circunstancias son diferentes. Fraga era simplemente el l¨ªder de la oposici¨®n, Aznar es el presidente del Gobierno y el pol¨ªtico que m¨¢s poder ha acaparado en la derecha espa?ola desde la muerte de Franco.
El proceso tiene dos fases: de la elecci¨®n de candidato a los comicios electorales; y de ¨¦stos hasta al Congreso del PP de 2005. La primera fase empez¨® hace tiempo. De hecho, desde el momento en que Aznar oficializ¨®, en el ¨²ltimo congreso de su partido, que se iba. Desde entonces el partido est¨¢ pendiente de que Aznar elija su sucesor. Probablemente ya hace tiempo que lo escogi¨®. Pero nadie lo sabr¨¢ hasta que lo decida este presidente tan propenso a disfrutar en el juego desp¨®tico con la suerte y el futuro de las personas. La mala temporada que el PP vivi¨® durante el curso pasado hizo pensar que Aznar no tendr¨ªa la ¨²nica palabra, que tambi¨¦n el partido dir¨ªa la suya. La reconciliaci¨®n de Aznar con Gallard¨®n pareci¨® confirmar que la fuerza de las cosas pod¨ªa m¨¢s que las afinidades electivas del presidente. Pero la pol¨ªtica da muchas vueltas y, con Gallard¨®n empantanado en la crisis de Madrid, Aznar se encuentra ahora en condiciones ¨®ptimas para nombrar sucesor a su gusto y capricho.
En cualquier caso, llegar¨¢ el oto?o y Aznar har¨¢ p¨²blica su voluntad. Habr¨¢ nacido un candidato, sin que se hayan respetado los m¨¢s elementales principios de la cultura democr¨¢tica. La consideraci¨®n al partido y a la ciudadan¨ªa exigir¨ªa que quien optara a una candidatura a la presidencia del Gobierno lo dijera p¨²blicamente, explicara sus ideas y sus posiciones, y el partido tomara una decisi¨®n colectiva a la vista de los distintos candidatos en presencia. Pero no en el PP, donde todo queda al designio del jefe. Rato, en alg¨²n momento, quiso hacer t¨ªmida acta de candidatura. Fue silenciado al instante. Gallard¨®n amaga de vez en cuando, pero enseguida le sacan tarjeta amarilla.
Luego el candidato ganar¨¢ o perder¨¢. Si pierde, Aznar tendr¨¢ las riendas del partido. Y ser¨ªa muy osado presumir larga vida en la direcci¨®n del PP al derrotado. Si gana, ser¨¢ jefe del Gobierno, pero bajo tutela. Aznar se permiti¨® decir en el debate del estado de la naci¨®n qu¨¦ debe hacer el PP en los pr¨®ximos a?os. Es decir, que su sucesor se encontrar¨¢ con que el gui¨®n ya est¨¢ escrito. De modo que s¨®lo quedan dos hip¨®tesis: que sea un presidente t¨ªtere o que la relaci¨®n se tense y se cree un conflicto costoso para el PP, porque, como se sabe, a Aznar no le gusta que le cambien sus planes.
Donde deber¨ªa haber transparencia, Aznar ha impuesto el m¨¢s negro oscurantismo; donde deber¨ªa haber participaci¨®n democr¨¢tica, a trav¨¦s de los ¨®rganos del PP, Aznar ha impuesto su voluntad como l¨ªder y ¨²nico intelectual org¨¢nico del partido, depositario exclusivo de la opini¨®n del mismo. Con esta manera de hacer las cosas, lo menos que se puede decir es que la democracia no pertenece a la tradici¨®n cultural del PP.
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