La canci¨®n del verano

Julio de 2003: llegada de Hillary Clinton a Par¨ªs. Los periodistas le lanzan preguntas, algunos sin ning¨²n miramiento. Su marido Bill, ex presidente de Estados Unidos, le minti¨® a usted, as¨ª como a su pa¨ªs, sobre su relaci¨®n con Monica Lewinsky. El actual presidente, George Bush, hijo, ha enga?ado a todo el planeta sobre las armas de destrucci¨®n masiva (ADM) supuestamente camufladas por Sadam Husein. ?Cu¨¢l de estas dos mentiras le parece m¨¢s grave? Contra toda previsi¨®n, Hillary no responde "la segunda, por supuesto", sino que se sorprende por el equ¨ªvoco paralelismo. Aunque es dem¨®crata y adversaria pol¨ªtica de Bush, no por ello fue menos favorable a la intervenci¨®n armada en Irak. Sus interlocutores insisten: mentira, todo era mentira. ?D¨®nde-est¨¢n-las-ADM? se convierte en la canci¨®n del verano.

S¨®lo ha habido un mentiroso probado, Sadam, y tropez¨® con sus propias triqui?uelas

Mentir es afirmar que lo que es, no es (Clinton y Monica), o lo que no es, es (Bush y las ADM). Parece evidente. Pero a saber...

S¨®lo es mentiroso aquel que a sabiendas dice lo contrario de lo que sabe que es verdad. ?Sab¨ªa Bush que las ADM no exist¨ªan? Los rumores indican que s¨ª, que la Casa Blanca ment¨ªa con conocimiento de causa. Si no, se trata de un error y no de un enga?o.

Problema: si el Estado Mayor estadounidense conoc¨ªa la inexistencia de las ADM, ?c¨®mo pudieron ignorarlo al mismo tiempo los inspectores de la ONU y los miembros del "bando de la paz"? Los servicios secretos rusos, franceses y alemanes eran capaces, tanto como los estadounidenses, de detectar la informaci¨®n. Si hubo una mentira, todos eran c¨®mplices, ya que la discusi¨®n en el Consejo de Seguridad se refer¨ªa al "c¨®mo" (inspecciones prolongadas o intervenci¨®n armada), nunca al "porqu¨¦": todos actuaban como si se diera por hecho que Sadam incumpl¨ªa las prohibiciones sobre armamento. Tanto aquellos que quer¨ªan apresurarse como quienes quer¨ªan contemporizar. El presidente franc¨¦s repet¨ªa: "Preferimos alcanzar el objetivo que se ha fijado la comunidad internacional, es decir, el desarme de Irak. Y, a partir del desarme de Irak, no se equivoquen, el final del r¨¦gimen". Quien dice desarme no habla de tirachinas, sino de armas prohibidas cuya existencia est¨¢ tan poco cuestionada que su confiscaci¨®n provocar¨ªa forzosamente la ca¨ªda del r¨¦gimen. ?Debemos creer que Jacques Chirac "ment¨ªa" al igual que Georges Bush?

S¨®lo una persona pod¨ªa saber, sin duda alguna, que las ADM no exist¨ªan, si las hab¨ªa destruido sin decirlo, y ¨¦ste era Sadam Husein. El maestro del farol reinaba en Bagdad jugando a los equ¨ªvocos, confundiendo las cartas, desorientando a sus adversarios. Por una parte, soy inocente, me he desarmado -"soy un p¨¢jaro: miren mis alas"-. Por otra, cuidado, ni tocar, puede que me quede algo para perjudicarles -"soy un rat¨®n: ?vivan las ratas!" (1). Todo manitas diplomado en proliferaci¨®n prohibida utiliza el mismo doble lenguaje: Kim Jong-il dice poseer la "bomba". ?Realidad? ?Falsas apariencias? ?Qui¨¦n sabe? ?Acaso prev¨¦ una futura panoplia para darse el tiempo de adquirirla? Los mensajes contradictorios de los aprendices de brujos -la tengo, no la tengo- son racionales en su duplicidad: abstente ante la duda, aconsejan a quien pretende controlarlos por las buenas o por las malas. En la cuesti¨®n iraqu¨ª, hay una certeza: Sadam no pose¨ªa todav¨ªa ning¨²n misil nuclear; en cuanto a los artefactos biol¨®gicos o qu¨ªmicos, la confusi¨®n extendida por el rais persiste. S¨®lo ha habido un mentiroso probado, Sadam, y tropez¨® con sus propias triqui?uelas.

Pero queda Su Majestad, con los rumores que lanzan su retah¨ªla de anatemas. "Una de las mayores mentiras de Estado", "una presunci¨®n propia de los reg¨ªmenes m¨¢s detestables del siglo XX", "el mayor esc¨¢ndalo de la historia pol¨ªtica de EE UU", "la mayor maniobra de intoxicaci¨®n de todos los tiempos": ?todas estas gentilezas provienen de un solo art¨ªculo! (2). Cuando tales perlas son consideradas verdades de evangelio, la ruptura est¨¢ consumada. El astuto reside en la Casa Blanca, un dios embustero corroe el alma americana y manipula a aquel que, como el autor de estas l¨ªneas, se aferra "sin verg¨¹enza" a observaciones de sentido com¨²n.

No hay nada que hacer, punto final; aquel que objete al rumor comete un crimen de lesa ortodoxia y se declara culpable de fidelidad al "bando de la mentira". Occidente contra Occidente: el di¨¢logo en busca de la verdad se vuelve impensable para aquellos que creen enfrentarse al mayor intoxicador "de todos los tiempos". Deseo valor a los partidarios de la paz: si vuestros pron¨®sticos se revelaron falsos sobre el terreno, pod¨¦is permitiros todas las esperanzas en las urnas: a Churchill le mandaron a casa tras la victoria sobre el nazismo y Bush padre fue despedido tras la reconquista de Kuwait. "Hay dos cosas que a un pueblo democr¨¢tico siempre le costar¨¢ mucho hacer: comenzar una guerra y finalizarla" (3).