Los populistas a veces tienen raz¨®n
A los pa¨ªses en desarrollo con frecuencia se les sugiere (o se les ordena) emprender reformas recomendadas por "expertos" llamados "tecn¨®cratas", a menudo con el respaldo del Fondo Monetario Internacional (FMI). La oposici¨®n a las reformas que proponen suele ser tachada de "populista". Los pa¨ªses que no adoptan estas reformas son acusados de pusil¨¢nimes o carentes de voluntad pol¨ªtica y pronto sufren las consecuencias: unos tipos de inter¨¦s m¨¢s elevados cuando solicitan pr¨¦stamos al extranjero.
Pero analicemos algunas de esas propuestas "tecnocr¨¢ticas": con frecuencia, muchas est¨¢n m¨¢s fundamentadas en la ideolog¨ªa que en la ciencia econ¨®mica. Claro est¨¢, los tecn¨®cratas pueden lograr que una central el¨¦ctrica funcione mejor. El objetivo es sencillo: producir electricidad al menor precio posible. Esto es ante todo una cuesti¨®n de ingenier¨ªa, no de pol¨ªtica. En este sentido, las pol¨ªticas econ¨®micas no suelen ser tecnocr¨¢ticas. Implican compensaciones: algunas provocan un aumento de la inflaci¨®n, pero un menor desempleo; unas ayudan a los inversores y otras a los trabajadores.
Los economistas denominan ¨®ptimo de Pareto a aquellas pol¨ªticas en las que nadie puede mejorar sin que alguien empeore. Si una pol¨ªtica es mejor que todas las dem¨¢s para todo el mundo, es decir, que no tiene alternativas ¨®ptimo de Pareto, se la llama dominante de Pareto. En efecto, si las opciones entre las diversas pol¨ªticas fueran exclusivamente paretianas, es decir, si nadie empeorase al elegir una pol¨ªtica en lugar de otra, ser¨ªan puramente "t¨¦cnicas". Pero en realidad existen pocas opciones de pol¨ªtica "paretianas". En cambio, algunas pol¨ªticas son mejores para ciertos grupos, pero peores para otros. Pol¨ªticas distintas benefician y perjudican a grupos distintos.
En Asia Oriental, por ejemplo, las operaciones de rescate del FMI ayudaron a los prestamistas internacionales, pero afectaron severamente a los trabajadores y a las compa?¨ªas locales. Unas pol¨ªticas diferentes podr¨ªan haber significado un mayor riesgo para los acreedores internacionales, pero menor para los trabajadores y las empresas locales. Decidir qu¨¦ pol¨ªtica debe escogerse implica una elecci¨®n entre diversos valores, no s¨®lo cuestiones t¨¦cnicas sobre qu¨¦ pol¨ªtica es "mejor", de acuerdo con un sentido moralmente indiscutible. Estas elecciones entre valores son decisiones pol¨ªticas y no deben quedar en manos de los tecn¨®cratas.
Claro est¨¢, existe un margen para el an¨¢lisis t¨¦cnico, incluso cuando el elemento central de una decisi¨®n es de naturaleza pol¨ªtica. A veces, los tecn¨®cratas pueden contribuir a evitar pol¨ªticas inferiores de Pareto, es decir, pol¨ªticas que hacen que todo el mundo salga perjudicado. En ocasiones, algunas pol¨ªticas pueden favorecer tanto el crecimiento como la igualdad, y la labor de un buen economista es buscarlas. El problema es que muchas de las pol¨ªticas que los tecn¨®cratas presentan como si fueran ¨®ptimos de Pareto en realidad son imperfectas y provocan que muchas personas (en ocasiones, pa¨ªses enteros) se vean perjudicadas.
Fij¨¦monos en los numerosos ejemplos de privatizaci¨®n y desregulaci¨®n de inspiraci¨®n tecn¨®crata de los a?os noventa. As¨ª, con frecuencia las "reformas" bancarias requirieron la ayuda por parte de los gobiernos y dejaron a unos pocos mucho m¨¢s ricos, pero a los pa¨ªses, mucho m¨¢s pobres. Estos fracasos sugieren que debemos tener menos confianza en las supuestas capacidades profesionales de los tecn¨®cratas (o no tanta como la que ellos tienen en s¨ª mismos).
Pero hay otro punto m¨¢s importante. Los procesos democr¨¢ticos suelen ser m¨¢s sensibles ante las verdaderas consecuencias de las pol¨ªticas, ante las decisiones que se toman. Claro est¨¢, algunas de las cr¨ªticas a las soluciones de los tecn¨®cratas pueden deberse a una postura populista, pero en ocasiones contienen apreciaciones que los tecn¨®cratas en sus torres de marfil (generalmente, educados en Estados Unidos) no captan. Tomemos el caso de M¨¦xico, donde una propuesta para aumentar los ingresos fiscales mediante impuestos sobre los alimentos y las medicinas consumidos por los pobres fue, l¨®gicamente, rechazada por un Parlamento democr¨¢tico que debe rendir cuentas ante sus electores.
Rechazar esta propuesta no fue un caso de populismo desenfrenado. El problema estaba en la propuesta. Sus defensores sosten¨ªan que para lograr m¨¢s eficacia era necesario adoptar un impuesto sobre el valor a?adido de car¨¢cter amplio. Los pa¨ªses industriales avanzados de Europa utilizan este impuesto. Los pa¨ªses en desarrollo, afirmaban los tecn¨®cratas, deben hacer lo mismo.
Pero hay una diferencia fundamental entre los pa¨ªses desarrollados europeos y los mercados emergentes: el tama?o del sector informal, del que no se recauda el IVA. Esta enorme "econom¨ªa sumergida" hace que el IVA sea ineficaz en la mayor¨ªa de los pa¨ªses en desarrollo. En efecto, dado que es un impuesto que grava el sector formal -los bancos, las f¨¢bricas, etc., que pagan salarios con regularidad y cuyos gastos e ingresos pueden ser f¨¢cilmente rastreados, lo que no sucede con los vendedores ambulantes, las empresas de los pueblos y los campesinos pobres-, en estos casos el IVA obstaculiza el desarrollo.
La l¨®gica es simple. Los pa¨ªses que imponen un IVA excesivo fomentan que la producci¨®n permanezca en el sector informal, que frecuentemente es el que genera los bienes que se consumen en el pa¨ªs o que se utilizan como inversiones en el mundo desarrollado. Pero es el sector formal el que produce los bienes manufacturados con mayor valor agregado que compiten con los pa¨ªses desarrollados.
Existen otras fuentes de ingresos a trav¨¦s de los impuestos en muchos pa¨ªses en desarrollo que son m¨¢s equitativas y que distorsionan mucho menos los incentivos econ¨®micos que el IVA. Muchos pa¨ªses en desarrollo carecen de un impuesto sobre los ingresos empresariales: los enormes beneficios de lasempresas de telecomunicaciones, cemento y otros sectores monopol¨ªsticos quedan exentos de impuestos (si la preocupaci¨®n es que pueda haber una doble fiscalidad, se podr¨ªan conceder cr¨¦ditos a los impuestos empresariales sobre las declaraciones de la renta individuales). Tambi¨¦n se podr¨ªan gravar los bienes de lujo (muchos de los cuales son importados), fomentando de este modo la equidad sin asfixiar el crecimiento.
La teor¨ªa econ¨®mica s¨®lo apoya el IVA si no es necesario preocuparse por la distribuci¨®n y si se puede imponer a todas las mercanc¨ªas. No es necesario tener un doctorado en econom¨ªa para reconocer que en los pa¨ªses en desarrollo no pueden gravarse todos los productos. Adem¨¢s, la equidad debe ser una preocupaci¨®n.
Por tanto, la pr¨®xima vez que escuchemos protestas en el Parlamento de una democracia emergente contra alguna propuesta calificada de "tecn¨®crata", hay que pens¨¢rselo dos veces antes de tachar las dudas de los diputados de griter¨ªo populista. Tal vez los populistas son populares porque saben algo que los tecn¨®cratas ignoran.
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