Bastante atroz
?ltimamente al PP no se le dan bien los adjetivos. Normal, pensar¨¢n algunos. La categor¨ªa gramatical de los poetas se hace esquiva a quienes poseen lo sustantivo. Cada cual en su terreno. S¨ª, pero los casos que voy a referir me parecen demasiado b¨¢rbaros. Denotan un estado de cosas para el que no encuentro m¨¢s que ese adjetivo. Y eso me intranquiliza, por m¨¢s que la poes¨ªa es un don que tampoco quiso darme el Cielo.
Un gerifalte de tercer nivel del Ministerio de Hacienda (o sea, como de primero en cualquier otro), se entrevist¨® a primeros de julio con la consejera ?lvarez, del hom¨®logo departamento andaluz. Quisieron examinar c¨®mo iba aquello de las deudas pendientes del Estado con Andaluc¨ªa. (Unos setecientos mil millones de antiguas pesetas, por si lo han olvidado). Tras buscar in¨²tilmente una soluci¨®n al incalificable contencioso, el se?or C¨¢mara, que as¨ª se llama el personaje, s¨ª que encontr¨® c¨®mo valorar el desencuentro: Ha sido "bastante atroz", dijo. Yo me qued¨¦ bastante perplejo, desde luego. En la panoplia de mis adjetivos predilectos figura, listo para ser enarbolado cuando sea menester, ¨¦se tan inoportunamente empleado por el hacendista. Pero su brillo es tan afilado que apenas lo saco a relucir. Me da un poco de miedo. Por otro lado, la atrocidad me parece una cualidad que no admite gradaciones, y por eso repele cualquier adverbio. Es como la honradez o la virtud de las doncellas. No se puede decir "bastante honrado", ni "bastante virgen", sin incurrir en iron¨ªa. Atroz es, por ejemplo, la naturaleza del tigre, sin que quepan m¨¢s matices que las rayas de su ferocidad. Todo lo m¨¢s, y por extensi¨®n, puede ser atroz la belleza de la jungla.
D¨ªas pasados, el secretario general del PP, se?or Arenas, se desdijo de haber dicho que a su partido le vendr¨ªa bien un congreso extraordinario, tras las pr¨®ximas elecciones generales, para evitar un engorroso caso de bicefalia (un presidente en el Gobierno y otro en la organizaci¨®n pol¨ªtica). Y para justificar su cambio de parecer atribuy¨® el desliz a que s¨®lo hab¨ªa sido "una reflexi¨®n intelectual". Esto me result¨®... iba a decir atroz. Lo que le faltaba al descr¨¦dito, ya antiguo, de la palabra "intelectual", es que el fontanero mayor de un partido de derechas se arrepienta de haber pensado algo, utiliz¨¢ndola. En realidad, aqu¨ª estamos ante un caso de pleonasmo, como decir "pensamiento filos¨®fico" o "idea pensada". ?Cabe alguna reflexi¨®n que no pase por el intelecto? Pero lo importante es averiguar qu¨¦ quiso decirnos verdaderamente el se?or Arenas. Por m¨¢s escrutinio que hago en mis conjeturas, s¨®lo saco que lo que quiso decir es que hab¨ªa pensado por su cuenta. Peligroso atrevimiento. Si ya lo es en cualquier partido pol¨ªtico (conoc¨ª en el PSOE aquella ¨¦poca en que, antes de poner a trabajar la inteligencia, muchos preguntaban: ?Qu¨¦ piensa Felipe?, ?Y Alfonso? ), mucho m¨¢s ha de serlo en una cofrad¨ªa de Admiradores del ?nico Que Piensa. Con raz¨®n, antes se dec¨ªa en voz baja: "es un hombre de ideas", por es un hombre insumiso, rebelde. Y como dando por supuesto que las personas de orden no las tienen, ni falta que les hace. Pero entonces estaba todo m¨¢s claro. Ahora no. Ahora hasta los contables, y los fontaneros quieren ser poetas. Atroz.
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