Ni simp¨¢tico ni serio
En la acumulaci¨®n de desprop¨®sitos de los ¨²ltimos meses, la frase que resume la definici¨®n del proyecto pol¨ªtico del se?or Aznar para Espa?a es que no quiere un pa¨ªs simp¨¢tico, sino un pa¨ªs serio. Por el rumbo que nos lleva, incorregible en este su ¨²ltimo a?o de mandato, vamos a conseguir que no seamos un pa¨ªs simp¨¢tico -aunque nada nos estorbar¨ªa-, pero que tampoco seamos serios.
En pocos meses, aunque los precedentes eran ya inquietantes, hemos alterado todas las prioridades de nuestra pol¨ªtica exterior. Pero como la exterior es la proyecci¨®n hacia otros de nuestra pol¨ªtica interna, no hay m¨¢s remedio que considerar que ¨¦sta tambi¨¦n ha soportado una r¨¢pida transformaci¨®n en sus desaf¨ªos b¨¢sicos. Seguramente, el prop¨®sito de los gobernantes de esta segunda transici¨®n, como la llamaban ellos, era pasar a la historia por acciones relevantes que cambiaran su curso. Y lo est¨¢n consiguiendo, aunque espero que no sea por mucho tiempo para evitar que se hagan irreversibles los nuevos rumbos.
En este 25? aniversario de la Constituci¨®n, el consenso constitutivo y el posterior para el desarrollo de la convivencia es m¨¢s fr¨¢gil que en ning¨²n momento desde su aprobaci¨®n. La situaci¨®n no es m¨¢s peligrosa que en los comienzos, porque las amenazas contra la misma no tienen el car¨¢cter involutivo de anta?o, pero el di¨¢logo como conocimiento -logos- del otro, del que piensa de otra manera o del que tiene sentimientos de pertenencia diferentes se ha debilitado dram¨¢ticamente.
Hemos retrocedido en la articulaci¨®n de la Espa?a diversa y tambi¨¦n en la convivencia de la Espa?a plural. La arrogancia y la descalificaci¨®n se han hecho estilo de gobierno. No hacen falta razones para convencer, sino fuerza para vencer. El gran espacio centrado de la sociedad espa?ola mira con estupor lo que est¨¢ ocurriendo con el Gobierno, ya se trate de la huelga contra el decretazo, que nunca existi¨®, o del comportamiento con la cat¨¢strofe del Prestige, o del alineamiento sumiso e incondicional a los dictados de la Administraci¨®n del se?or Bush, o el deterioro de los servicios p¨²blicos, como la seguridad y el transporte, o el encarecimiento de la vivienda, por citar s¨®lo ejemplos mayores que podr¨ªamos adobar con mil m¨¢s.
Para colmo, se despachan con una evidente falta de respeto a las reglas de juego, con una actitud de todo vale, cuya manifestaci¨®n m¨¢s dram¨¢tica la estamos viviendo en la Comunidad de Madrid.
El resultado de esta pol¨ªtica est¨¢ siendo devastador. Aumentan las fracturas sociales y las territoriales y, en cada caso, el Gobierno busca culpables fuera de s¨ª, en todos los sentidos de la expresi¨®n. Busca viejos fantasmas de los que echar mano para tapar sus errores, presionar la convivencia y pescar votos a costa de lo que sea.
Veamos por apartados fundamentales esta pol¨ªtica:
En nuestra proyecci¨®n exterior, el Gobierno ha cambiado todas las prioridades de la pol¨ªtica que hab¨ªamos acordado en los a?os de democracia. Que niegue la evidencia no supone que ¨¦sta desaparezca, sino que s¨®lo se vive del enga?o c¨ªnico.
Como pa¨ªs medio -ni tan grande como para infundir miedo ni tan peque?o como para no ser tenido en cuenta- hab¨ªamos orientado nuestra pol¨ªtica hacia tres ¨¢reas fundamentales: Europa, el Mediterr¨¢neo e Iberoam¨¦rica. En las tres, que no agotan toda la pol¨ªtica exterior, como es l¨®gico, hemos dejado de ser simp¨¢ticos -eso parece un prop¨®sito y, por tanto, el objetivo se ha cumplido-, pero no hemos ganado en seriedad, es decir, no somos m¨¢s confiables.
Formamos parte de la Uni¨®n Europea desde 1986. Desde el comienzo hemos hecho una pol¨ªtica europe¨ªsta, con respeto y di¨¢logo con todos los socios, pero formando parte del grupo que pretend¨ªa avanzar hacia un mayor grado de profundizaci¨®n pol¨ªtica y de ampliaci¨®n. Entend¨ªamos que era lo m¨¢s conveniente para Espa?a y para Europa. Por eso, nuestras coincidencias eran habituales con los pa¨ªses de la ahora llamada vieja Europa, y nuestras discrepancias, m¨¢s frecuentes, por ejemplo, con Gran Breta?a.
Como todo se banaliza y se confunde, o¨ªmos al presidente del Gobierno afirmar con solemnidad lo obvio: que su posici¨®n es tan europea como la de cualquier otro. ?Como si eso estuviera en discusi¨®n! Cada vez que opina un ciudadano europeo, sea cual sea su opini¨®n, se trata de una opini¨®n europea. Pero las hay favorables a la Europa pol¨ªtica, con sus pol¨ªticas propias en seguridad y proyecci¨®n exterior, aun respetando el v¨ªnculo atl¨¢ntico, y las hay de sometimiento a la estrategia de Estados Unidos, renunciando a la autonom¨ªa europea. Es decir, las hay europe¨ªstas y no europe¨ªstas, tanto en esta materia como en otras, aunque ambas sean europeas.
El resultado de esta falta de simpat¨ªa y de seriedad es evidente. Ni formamos parte de la mayor¨ªa que conformar¨¢ el devenir de la construcci¨®n europea ni tenemos capacidad para constituir una minor¨ªa de bloqueo cuando nuestros intereses nacionales se vean afectados.
Como el se?or Aznar y su brillante ministra han mostrado hasta la saciedad, la prioridad no es europe¨ªsta, sino de apoyo incondicional a Estados Unidos. Un cambio de esa magnitud deber¨ªa tener sus r¨¦ditos nacionales para poderlo explicar. Por ejemplo, con esta pol¨ªtica deber¨ªamos salir del rinc¨®n de la historia que dec¨ªa el se?or Aznar para explicar su presencia en aquel Yalta de vodevil que nos ofreci¨® en las Azores junto a Bush y Blair.
Pero, siguiendo el razonamiento de pa¨ªs serio como desea el Gobierno, ?en qu¨¦ somos m¨¢s serios m¨¢s all¨¢ de la medalla de oro que ha conseguido Aznar como premio a la incondicionalidad? Si le hubieran dado cuarenta millones, cada espa?ol tendr¨ªa una, pero creo que s¨®lo piensan darle otra de recambio por si acaso se le pierde la primera.
Del circo de las Azores pasamos a la guerra de Irak, para acabar con las armas de destrucci¨®n masiva que no exist¨ªan. Fuimos los m¨¢s amenazantes en el Consejo de Seguridad o en las comparecencias de prensa como la del rancho tejano de Bush. Y para demostrar nuestro salto de categor¨ªa mundial mandamos un barco, pero... lleg¨® despu¨¦s de que la guerra se hubiera acabado. En esa situaci¨®n han decidido los ocupantes tomarnos en serio y ponen a nuestras tropas, en la mal llamada paz que ya se ha cobrado m¨¢s v¨ªctimas que la guerra, a las ¨®rdenes de un general polaco, aunque su pa¨ªs no hubiera sacado tanto pecho imperial como el nuestro.
Si se quiere hacer una apuesta del tama?o de la que pretende el se?or Aznar, comparable a la de los socios de las Azores, al menos se debe evitar el rid¨ªculo. Y esto es lo que estamos hacien-do no para ser simp¨¢ticos, sino para que no nos tomen en serio.
Naturalmente, este rid¨ªculo se manifiesta por los dram¨¢ticos errores internos. Este Gobierno cambi¨® sin consenso y sin previsi¨®n el modelo de defensa que recibi¨® y no tiene ninguno alternativo. Con frivolidad y falta de respeto al mandato constitucional, ofreci¨® un modelo de defensa que, sencillamente, no funciona. Ni tiene medios humanos suficientes, ni medios materiales para que los disponibles sean relevantes.
La conclusi¨®n no puede ser m¨¢s pat¨¦tica, como siempre que se presume de lo que no se tiene y toda la presunci¨®n se transforma en arrogancia y prepotencia frente a la ciudadan¨ªa interna.
En Irak han fallado todas las previsiones de los estrategas de la guerra y el horizonte es m¨¢s oscuro que nunca. Ni seguridad, ni energ¨ªa el¨¦ctrica, ni petr¨®leo, ni Sadam. No me alegro, ni por los Estados Unidos, urgidos a buscar nuevas respuestas con urgencia, ni por Espa?a, embarcada en la aventura sin evaluar los costes presentes y futuros.
En Estados Unidos el debate se est¨¢ tensando y el desconcierto aumenta. Entre la tentaci¨®n de salir cuanto antes del avispero y la de rehacer el camino con el apoyo de la Comunidad Internacional, se siguen agitando los que quieren seguir en la estrategia del unilateralismo que ya ha fracasado irreversiblemente. Las elecciones presidenciales del pr¨®ximo a?o acelerar¨¢n el proceso de toma de decisiones.
En Gran Breta?a, Blair empieza a pagar aceleradamente el coste de su pol¨ªtica, en sus propias filas, en la opini¨®n p¨²blica y en la publicada. La salida del laberinto se hace m¨¢s y m¨¢s dif¨ªcil, pero llegar¨¢ en breve plazo.
En Espa?a, Aznar se mantiene impert¨¦rrito, como si nada hubiera ocurrido. Siguiendo una costumbre de la vieja derecha, la m¨¢s rancia de nuestra historia, no reconoce error alguno y mantiene el rumbo hacia el disparate. No se preocupen, tampoco asumir¨¢ ninguna responsabilidad.
Les confieso que tengo una esperanza, aunque no venga de la reconsideraci¨®n por el Gobierno de nuestros intereses nacionales, sino de un r¨¢pido cambio de estrategia por parte de Estados Unidos, que el se?or Aznar seguir¨¢ incondicionalmente.
La esperanza de este cambio es que sustituyan a los estrategas de la guerra permanente, unilateral y preventiva. Puede ocurrir. Y en la eventualidad de que no sea ¨¦se el camino elegido, puede haber un vuelco de opini¨®n p¨²blica en las pr¨®ximas presidenciales.
Felipe Gonz¨¢lez es ex presidente el Gobierno espa?ol.
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