La iglesia y la estaci¨®n
Las relaciones de Dostoievski con Bielinsky, el c¨¦lebre cr¨ªtico literario ruso, t¨¦orico, en los ¨²ltimos a?os de su vida,del realismo social y del papel revolucionario de la literatura, fueron cortas pero intensas y complejas, y, a pesar de la apasionada coincidencia intelectual, terminaron con una ruptura. El caso es m¨ªtico en la historia de la literatura rusa. En mayo de 1845, Dostoievski, que ten¨ªa 23 a?os, acababa de terminar el manuscrito de su primera novela, Las pobres
gentes. Su primer lector, el poeta Nekrassov, entusiasmado, decide llevarle el manuscrito a Bielinsky que, aunque esc¨¦ptico, acepta escuchar su lectura, y poco a poco el texto de ese desconocido va venciendo sus resistencias hasta producirle una indecible emoci¨®n, persuadi¨¦ndolo de que acaba de surgir un escritor profundamente original. Bielinsky era el cr¨ªtico m¨¢s influyente de Rusia en ese momento, de modo que al d¨ªa siguiente Dostoievski era c¨¦lebre en el mundo literario, sin haber publicado una sola l¨ªnea, excepci¨®n hecha de la traducci¨®n de Eugenia
Los m¨¢s fan¨¢ticos de la libertad del escritor son justamente aquellos que transigen con las m¨¢s exorbitantes exigencias del mercado
Grandet, de Balzac. Despu¨¦s de su primera visita a lo de Bielinsky, sali¨® a la calle sinti¨¦ndose,seg¨²n sus propias palabras, "como embrujado".
El embrujo dur¨® poco. Al a?o siguiente, la segunda novela de Dostoievski, El
doble, que, en lugar de proseguir en la escuela del realismo "natural" de Bielinsky, se inspiraba de los relatos fant¨¢sticos de Hoffmann y de Pushkin, produjo violentas reacciones de rechazo en el c¨ªrculo de Bielinsky, y los mismos que hab¨ªan ensalzado a Dostoievski por su primera novela, lo ridiculizaron a causa de la segunda, de modo que su reputaci¨®n literaria, que se hab¨ªa forjado en una noche, al a?o siguiente estaba destruida, y le llev¨® dos d¨¦cadas reconstruirla. Entre el cr¨ªtico y el novelista, las disensiones eran al mismo tiempo est¨¦ticas y pol¨ªticas: cada vez m¨¢s, Bielinsky, inspir¨¢ndose en el jacobinismo de la Revoluci¨®n Francesa, pensaba que una acci¨®n violenta deb¨ªa echar por tierra el poder de los zares, y consideraba que la literatura deb¨ªa dedicarse principalmente a describir las condiciones reales de la sociedad rusa. Para Dostoievski, la forma es el elemento principal de la obra art¨ªstica, y en cuanto al cambio social, su posici¨®n predicaba una especie de cristianismo mesi¨¢nico. Leonid Grossman, su bi¨®grafo, describe as¨ª el contraste: "En sus ¨²ltimos a?os Bielinsky combate incansablemente el romanticismo, lo fant¨¢stico, el idealismo. Necesitaba un cuadro exacto de la sociedad para luchar contra ella. Le declara la guerra a todo lo que es sue?o, intuici¨®n, ilusi¨®n". Pero Dostoievski "no adoptaba ciegamente la po¨¦tica de la escuela natural, imponiendo la condici¨®n de conservar su derecho al romanticismo, a lo fant¨¢stico, e incluso a la psicolog¨ªa".
Dos d¨¦cadas despu¨¦s de la rup-
tura, Dostoievski rememora su ¨²ltimo encuentro, en 1847, con Bielinsky que, tuberculoso, muri¨® al a?o siguiente a los 37 a?os. Fue en la calle, cerca de la iglesia de la Epifan¨ªa, desde donde Bielinsky ven¨ªa a menudo a contemplar la construcci¨®n de la primera estaci¨®n de ferrocarril de San Petersburgo. "Me consuelo mirando estas obras: por fin tambi¨¦n nosotros tendremos al menos un ferrocarril;no sabe c¨®mo me alivia esta idea". A Dostoievski lo conmovieron esas palabras, pero la ruptura era ya irreversible. En sus declaraciones est¨¦ticas y pol¨ªticas, Dostoievski tom¨® siempre un camino que fue alej¨¢ndolo cada vez m¨¢s de las posiciones de Bielinsky. Pero su extra?o influjo seguir¨¢ presente en su vida, en su literatura y en sus contradicciones.
El m¨¢s sorprendente de sus actos fue su adhesi¨®n, el a?o de su ruptura con Bielinsky, al c¨ªrculo de Petrachevsky, formado por intelectuales partidarios del socialismo ut¨®pico. Pero a su vez, en el interior mismo del c¨ªrculo, Dostoievski se adhiere a la fracci¨®n de Spejnev, un grupo con un programa ultrarradical de acci¨®n violenta. En 1849 es arrestado y , despu¨¦s de un simulacro de ejecuci¨®n capital, enviado a Siberia durante diez a?os, de los cuales cuatro fueron para cumplir una condena de trabajos forzados. Cuando se est¨¢ al tanto de su ruptura con Bielinsky, la causa de su arresto resulta incre¨ªble: la lectura en p¨²blico de una carta de Bielinsky a G¨®gol, prohibida por las autoridades,donde el cr¨ªtico, que hab¨ªa escrito unos a?os antes el primer gran ensayo sobre el autor de Almas
muertas, le recrimina a su destinatario m¨¢s o menos las mismas ideas sobre la literatura y la realidad social, opuestas a las suyas, que hab¨ªa execrado en el propio Dostoievski. Resulta tambi¨¦n evidente que, a partir de ese momento, la querella con Bielinsky, y la problem¨¢tica que est¨¢ en juego en ella, le suministrar¨¢n a Dostoievski los temas, la intriga y la forma de sus principales textos literarios, como Crimen y
castigo, El idiota, Los pose¨ªdos y Los hermanos
Karamazov. Formalmente sobre todo, Dostoievski, para incluir las contradicciones en las que se debaten el intelectual y el artista ruso, inventa una manera narrativa propia, que en su extraordinario libro Problemas de la po¨¦tica de Dostoievski, Bajtin llama la novela polif¨®nica. Y Bajtin no se cansa de repetirlo: "El principio estructural de Dostoievski -uni¨®n de elementos heterog¨¦neos e incompatibles- constituye la clave art¨ªstica de sus novelas: la polifon¨ªa". En las grandes novelas de Dostoievski, el punto de vista del autor, encarnado en un personaje, no es ni m¨¢s ni menos preponderante que el de las otras figuras principales del relato, como puede apreciarse con los miembros de la familia Karamazov.
Un siglo y medio m¨¢s tarde, la
querella Dostoievski/Bielinsky parece superada. Hoy todo el mundo se declara formalista y proclama la autonom¨ªa del artista y del arte. Es la ideolog¨ªa oficial del mercado art¨ªstico en la sociedad actual. Sin embargo, a pesar de esas insistentes declaraciones de independencia, no es dif¨ªcil observar las muchas servidumbres que pesan sobre la literatura, no ¨²nicamente la sumisi¨®n del escritor a las exigencias del mercado, cuyas leyes trabajan contra toda tentativa de innovaci¨®n, sino tambi¨¦n la falsa libertad tem¨¢tica, que, banalizando pretendidas transgresiones, se contorsiona en los l¨ªmites estrechos que fijan nuevos tab¨²es juiciosamente respetados: el sexo, por ejemplo, presentado como una especie de deporte mundano, desinfectado de sus imposibilidades y de sus dolores. Los que con m¨¢s fanatismo proclaman la libertad del escritor y la preeminencia de la forma, son justamente aquellos que, con fines comerciales, transigen con las m¨¢s exorbitantes exigencias del mercado.
Pero por otro lado, las grandes decepciones pol¨ªticas del siglo XX, con sus distorsiones tr¨¢gicas de la historia, han vuelto caduca la ilusi¨®n de un arte revolucionario puesto enteramente, como lo exig¨ªan los manifiestos surrealistas, "al servicio de la revoluci¨®n". Una opacidad in¨¦dita caracteriza cada nueva etapa de la sociedad. Para el escritor de hoy, el presente tiene la misma enmara?ada complejidad que tuvo para Dostoievski y Bielinsky, lo que engendra dificultades de lectura y de representaci¨®n equivalentes a las que ellos se vieron confrontados. Adoptar, por conveniencia o estupidez, una ideolog¨ªa de compromiso, por evidente y rentable que parezca, no alcanzar¨¢ para ocultar un hecho capital: para cada nueva generaci¨®n la pregunta acerca de la raz¨®n de ser y de la manera en que se forja una literatura, semejante a una llaga, seguir¨¢ abierta.
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