Desvalijado por Lenin
Heredero de una incre¨ªble colecci¨®n de arte confiscada por los sovi¨¦ticos, Andr¨¦-Marc Delocque-Fourcaud reivindica sus derechos. Los picasso, matisse o gauguin de los museos rusos "son nuestros".
Al leer The Washington Post, su bigote se estremece de placer. Las primeras palabras son Andr¨¦-Marc Delocque-Fourcaud. El texto que sigue le da la raz¨®n contra dos pa¨ªses, EE UU y Rusia. Nada m¨¢s y nada menos.
Sin embargo, Delocque-Fourcaud no tiene un aire amenazador, a primera vista. Educado, afable, con una elegancia que le permite a?adir un toque de informalidad. Desde el punto de vista oficial, no tiene nada de subversivo. A su padre, el coronel Pierre Fourcaud, pese a que fue un h¨¦roe de la Resistencia y uno de los principales responsables de los servicios especiales franceses, le considera "un loco furioso y fascista", y no le tiene como modelo.
La colecci¨®n Chtchukin incluye 50 'picassos', 38 'matisses', 7 del aduanero Rousseau. Adem¨¢s de 13 'monets', 8 'c¨¦zannes', 16 'gauguins', 16 'derains' y 1 'braque'
Invita a visitar el antro que dirige desde hace ocho a?os, el Centro Nacional del c¨®mic de Angulema. Y relata su trayectoria de alto funcionario en la ¨®rbita del Partido Socialista: director general de la Cinemateca (1981-1984), secretario general del Centro Nacional de las Letras (1990-1994). Pero su rostro se anima, sobre todo, cuando habla de esa otra cosa a la que se dedica.
Menciona La danse, de Matisse; Pierrot et Arl¨¦quin, de C¨¦zanne; Trois femmes, de Picasso, y otras frusler¨ªas repartidas entre el Museo Pushkin, de Mosc¨², y el Ermitage, en San Petersburgo, y dice francamente: "Vaya a verlos, son nuestros". Como suyas y de sus primos son -contin¨²a- la mayor¨ªa de las obras de pintores franceses de la ¨¦poca que tienen esos museos sublimes: Picasso, Gauguin, Monet y otros. Suyas, as¨ª de claro. Y quiere colgarlas... en otra parte.
Vanguardia moscovita
El escenario es Mosc¨², capital del comercio a finales del siglo XIX. San Petersburgo concentra los poderes y alberga la r¨ªgida Academia de Bellas Artes. Ahora bien, para la vanguardia, los innovadores, el arte est¨¢ en Mosc¨². Y all¨ª es donde Sergu¨¦i Ivan¨®vich Chtchukin, futuro abuelo de Andr¨¦-Marc, hace prosperar el negocio familiar, se hace millonario y se convierte en coleccionista.
Compra obras de Picasso, Monet, Renoir, Gauguin, Van Gogh, C¨¦zanne, Matisse. Y las cuelga en su palacio de Mosc¨². Satisface sus gustos (ouvlekatsa) y mezcla esas obras de vanguardia con su antigua cultura rusa, como en la forma de agrupar los iconos propia de los ortodoxos. Por ejemplo, en una pared, crea una "iconostasis" de Gauguin. S¨®lo el del periodo tahitiano, con dos van gogh en medio. "Tendr¨ªa que haberlo visto, una cosa incre¨ªble", cuenta su nieto, que se olvida de que ¨¦l no estaba presente. "S¨®lo disponemos de las fotos en blanco y negro. Pero en aquella habitaci¨®n oscura, con muebles Enrique II, aquello deb¨ªa de ser un estallido".
No est¨¢ mal. Si no fuera porque esa ins¨®lita colecci¨®n de 258 lienzos, confiscada en 1918, al mismo tiempo que el palacio, en virtud de un decreto firmado personalmente por Lenin y enterrada durante decenios bajo el hielo sovi¨¦tico, est¨¢ hoy denaturalizada: exiliada de aquel palacio construido pr¨¢cticamente para ella y dividida en dos partes, entre el Museo Pushkin y el Ermitage. El Estado ruso, como es de imaginar, no tiene demasiadas ganas de devolver esa joya nacional. Sin embargo, Andr¨¦-Marc Delocque-Fourcaud lo proclama de forma obstinada: "Esos cuadros son nuestros".
Aqu¨ª es donde interviene el art¨ªculo de The Washington Post. En estos momentos se encuentran en EE UU 30 cuadros de la colecci¨®n Chtchukin, prestados por el Museo Pushkin; despu¨¦s de Houston y Atlanta, ir¨¢n a Los ?ngeles hasta octubre.
Ante este dato, una periodista del Post telefone¨® al Departamento de Estado. ?No les preocupa dar carta de legitimidad a las rapi?as de los bolcheviques? "Si s¨®lo se pudieran exhibir obras cuya propiedad no vaya a reclamar nadie, no har¨ªamos m¨¢s que empeorar las cosas", le contestaron.
Delocque-Fourcaud saborea su peque?o triunfo. El Post no tiene reparos en recordar que el Gobierno de Estados Unidos, tanto en tiempos de Clinton como ahora con Bush, ha instado a los pa¨ªses europeos ex sovi¨¦ticos a restituir los bienes confiscados bajo el nazismo y el comunismo. ?Y Rusia? El Museo Pushkin se asegur¨® de obtener, del Departamento de Estado, la inmunidad contra cualquier embargo judicial.
Asesorado por el bufete Klein & Solomon, de Nueva York, Delocque-Fourcaud no excluye la posibilidad de emprender una acci¨®n legal contra los museos estadounidenses "por la explotaci¨®n comercial de obras de arte robadas por el r¨¦gimen comunista y perjurio ante las autoridades federales para de obtener una garant¨ªa contra posibles embargos".
?Qu¨¦ es lo que quiere Delocque-Fourcaud? Quiere lo que quer¨ªa y hab¨ªa conseguido Chtchukin: una colecci¨®n reunida en un solo lugar y abierta al p¨²blico de forma gratuita. En resumen, quiere volver a ver toda la colecci¨®n Chtchukin reunida: 258 obras, que incluyen 50 picassos (periodos azul, rosa y cubista), 38 matisses (la mayor colecci¨®n de Matisse en manos de un particular) y 7 del aduanero Rousseau. Adem¨¢s de 13 monets de los mejores momentos del impresionismo, 8 c¨¦zannes, 16 gauguins del periodo tahitiano, 16 derains y 1 braque.
Como una novela de Ch¨¦jov
EL EXILIO DE LOS CHTCHUKIN recuerda a una novela de Ch¨¦jov. El ambiente de los rusos blancos en Par¨ªs, las fiestas, la inminencia del final de un mundo. Las vacaciones en Biarritz con los viajes en tren; los grandes ba¨²les llenos de tapices y plata, y las criadas en tercera clase. Ya no hay quien pare a Andr¨¦-Marc Delocque-Fourcaud: describe a esa familia reaccionaria en la que nadie comprend¨ªa las aficiones del abuelo; en la que la abuela se felicitaba secretamente por haberse librado, al fin, de la colecci¨®n.
Habla de su madre, bailarina, "con largos cabellos arreglados por la foto del estudio Harcourt. Embellecida para su padre, bajo su mirada, quemada por esa mirada. Sobre todo, porque esa mirada hab¨ªa escogido La
danse". Habla de su trabajo, la ¨²ltima exposici¨®n del Centro Nacional del C¨®mic: seis "museos imaginarios" con los que ha podido ser un peque?o Chtchukin.
?Y cu¨¢ndo ser¨¢ su momento? Nuevo redoble de tambor. Verdaderamente, a Andr¨¦-Marc Delocque-Fourcaud le encanta dejar flotando la amenaza. "Quiero resistirme a darme el placer. Hay que pensar bien la jugada, como en el ajedrez. Tengo la sensaci¨®n de que va a pasar algo, pero todav¨ªa no s¨¦ qu¨¦ ni cu¨¢ndo". Despu¨¦s de que apareciera el art¨ªculo en The Washington Post, Klein & Solomon le propusieron sus servicios. ?l se deja querer. Asimismo tiene una carta dirigida a Vlad¨ªmir Putin, que todav¨ªa no ha enviado. Todav¨ªa no. Pero est¨¢ preparado para saltar, como el gato dormido.
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