Compayero
Aunque nos has dejado en el abandono, Compay Segundo, nos legaste tambi¨¦n la alegr¨ªa de vivir centenariamente con chupitos de ron, sosiego, salsa, boleros, un puro de calidad, un sombrero, una guitarra, una mujer, mucha madrugada y gui?os a las veredas epic¨²reas. Todo el mundo te llora, compayero. En Madrid hay tristura y l¨¢grimas negras, porque esta ciudad te ama, y viceversa. Triunfaste en todos los escenarios de la capital. Pero t¨² te solazabas en Lavapi¨¦s, donde, con la Vieja Trova Santiaguera y otros artistas de similar talante, depart¨ªais hasta el amanecer en Eucalipto saboreando mojitos y mucha sabidur¨ªa. Las farolas del barrio sufren la inmensa pena de tu extrav¨ªo y sienten el dolor profundo de tu partida. Dicen que tu amiga Martirio anda llora que llora por los rincones, como la Zarzamora. Para colmo, Celia Cruz, tambi¨¦n muy querida aqu¨ª, se ha enrolado en una gira eterna por all¨¢ arriba. Est¨¢is convirtiendo el cielo en una inmensa descarga muy golosa: az¨²car, mambo, son, adagios afrocubanos, salsa y desparrames.
Cuando el arriba firmante ejerc¨ªa de cr¨ªtico musical en este peri¨®dico, tuve la suerte de acompa?ar a Compay en m¨²ltiples ocasiones. Al margen de sus magn¨ªficos conciertos, me dej¨¦ fascinar por su conversaci¨®n, por esa voz profunda de terciopelo, su elegant¨ªsimo sentido del humor, su magistral utilizaci¨®n de la lengua castellana. Te daba la impresi¨®n de platicar con Cervantes y Nicol¨¢s Guill¨¦n al tiempo. Sab¨ªa escuchar. No era locuaz, m¨¢s bien lac¨®nico, pero cada palabra suya estaba pre?ada de sutil iron¨ªa y jocosas apreciaciones. En el cementerio de San Fernando, de Sevilla, le acompa?¨¦ en una visita homenaje a la tumba de Antonio Mach¨ªn. El cementerio se dej¨® invadir por el son cubano y el flamenco. En vez de llorar y lamentarse, derramaron dos botellas de ron sobre la tumba. A continuaci¨®n, Compay y su grupo interpretaron El camis¨®n de Pepa, una guaracha picantona y procaz en un camposanto, pero desternillante.
"S¨®lo se vive tranquilo cuando pierdes el miedo a la muerte. La muerte no afecta jam¨¢s al finado, porque no se entera", eso me dijo una noche en la calle de Jacometrezzo. Gracias, compayero.
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