'Demo-franquismo'
Agoniza entre alcantarillas urban¨ªsticas el peor curso pol¨ªtico que se recuerda de las dos legislaturas de Aznar, dando sus ¨²ltimas boqueadas en la Asamblea de Madrid mientras el presidente programa la puesta en escena de su autosucesi¨®n. Pero no por eso concluye el aznarato, que s¨®lo est¨¢ iniciando su paso del ecuador hacia una segunda parte protagonizada por el valido designado para ocupar el escenario, mientras su padrino se retira tras las bambalinas a gobernar desde la sombra sin control ni rendici¨®n de cuentas. Por eso, una vez iniciado el aparente eclipse pol¨ªtico de nuestro peque?o rey sol, parece llegado el momento de hacer alg¨²n balance provisional, evaluando el saldo contable que arroja la primera parte del aznarato.
El saldo econ¨®mico es bueno en t¨¦rminos de crecimiento, pero su calidad es muy baja, pues los desequilibrios son crecientes y la desigualdad se ha extremado, abri¨¦ndose un abismo entre las clases beneficiarias -titulares de valores inmobiliarios- y las excluidas del sistema -mujeres, inmigrantes y j¨®venes sin cualificar-. El saldo exterior es p¨¦simo, con ruptura de compromisos diplom¨¢ticos y una privatizaci¨®n de las Fuerzas Armadas que las condena a la miseria chapucera. El saldo dom¨¦stico tampoco es mejor, dada la quiebra de los servicios p¨²blicos, la creciente inseguridad ciudadana y la contrarreforma educativa. Pero el saldo pol¨ªtico a¨²n es peor, si tenemos en cuenta la domesticaci¨®n de la justicia, el secuestro de la opini¨®n p¨²blica, la proscripci¨®n del nacionalismo perif¨¦rico y la condena de toda oposici¨®n, perseguida por su presunta conjura antiespa?ola.
Por eso, comparando 2003 con 1996, no cabe duda de que Espa?a va de mal en peor -aunque no se lo crean los propietarios deslumbrados por la inflaci¨®n de la burbuja inmobiliaria-. En su libro Espa?a puesta a prueba, 1976-1996 (Alianza, 1996), V¨ªctor P¨¦rez D¨ªaz expresaba su confianza en que los espa?oles sabr¨ªan extraer un aprendizaje c¨ªvico de la experiencia sufrida con los esc¨¢ndalos del fin de etapa socialista. Pero no ha sido as¨ª, pues la segunda transici¨®n impuesta por Aznar ha venido a empeorar todav¨ªa m¨¢s la dudosa calidad de nuestra democracia. Lo cual hace temer que, lejos de progresar, estamos padeciendo una regresiva involuci¨®n hacia el pasado, de acuerdo al determinismo de la inercia hist¨®rica propuesto por el Nobel Douglass North con su concepto de path dependency.
El verdadero balance de la ejecutoria de Aznar ha sido devolvernos al viejo franquismo sociol¨®gico del que hablaba Amando de Miguel a fines de los sesenta: ese impl¨ªcito apoyo de las nuevas clases medias urbanas a un r¨¦gimen autoritario que si bien las exclu¨ªa pol¨ªticamente tambi¨¦n las sobornaba con pisos en propiedad, algunos derechos sociales y selectivas oportunidades para medrar. De ah¨ª el ¨¦xito nost¨¢lgico de ciertas series de televisi¨®n que idealizan aquella ¨¦poca, acompa?ando a la contrarreforma educativa que nos devuelve un nacional-catolicismo de rostro humano. Por supuesto, hoy se trata de un franquismo no dictatorial sino electoral, pues a los ciudadanos se les da ocasi¨®n de rechazarlo en las urnas -por muy ama?adas que est¨¦n por la manipulaci¨®n medi¨¢tica de la opini¨®n p¨²blica-. Por eso cabe definir el aznarato como un franquismo democr¨¢tico -o demo-franquismo-, que se legitima con una democracia exclusivamente electoral: una democracia sin dem¨®cratas, carente de contenido real.
Pero a su vez el franquismo representaba la continuidad hist¨®rica de la Restauraci¨®n canovista: una democracia de fachada, olig¨¢rquica y excluyente, basada en el caciquismo local de los terratenientes. Y lo mismo sucede con el aznarato, igualmente patrimonial y olig¨¢rquico, que excluye fuera del sistema a socialistas y nacionalistas y s¨®lo se funda en el caciquismo territorial, aunque ya no sea el de los terratenientes sino el de los especuladores inmobiliarios. Por eso no resulta extra?o que finalmente se recurra tambi¨¦n, como acaba de suceder en Madrid, al m¨¢s viejo pucherazo electoral.
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