La fatalidad de una visera
La bicicleta de Armstrong se enganch¨® con la gorra de un ni?o al borde de la carretera en la ascensi¨®n final y provoc¨® su ca¨ªda en un instante clave
El Tourmalet y el Alpe d' Huez, las inveros¨ªmiles rampas y los majestuosos paisajes de monta?a, no ser¨ªan lo que son sin esa muchedumbre entusiasta y cosmopolita que cada mes de julio colapsa las carreteras francesas, gente capaz de dormir al raso durante tres d¨ªas para ver pasar fugazmente a los ciclistas. La grandeza del Tour tambi¨¦n est¨¢ en las cunetas atestadas, donde se dan la mano la Francia de siempre, los viejos campesinos que portan pancartas para animar al eterno Virenque, y un juvenil gent¨ªo multinacional en el que se descubren las banderas m¨¢s improbables, de Chile a Jamaica. Pero el p¨²blico que anima a todos y cada uno de los ciclistas, con independencia de su nacionalidad y su posici¨®n en la carrera, que les proporciona botes de agua y que incluso se las arregla para darles un empujoncito burlando la vigilancia de los jueces, puede convertirse ocasionalmente en un enemigo. Como le ocurri¨® ayer a Lance Armstrong, que estuvo a punto de quedarse sin su quinto Tour s¨®lo por una simple visera.
Todo fue tan repentino que ni siquiera uno de los implicados, Iban Mayo, se percat¨® exactamente de lo que hab¨ªa pasado. "Apenas he visto nada. S¨®lo que, de repente, Armstrong se cay¨®, tropec¨¦ con ¨¦l y me fui al suelo", explic¨® el ciclista vasco. En las primeras rampas duras de Luz Ardiden, Armstrong hab¨ªa lanzado un ataque contra Ullrich que respondieron el alem¨¢n y Mayo. Los tres iban en fila india, casi pegados a la cuneta, donde aplaud¨ªa y gritaba, c¨®mo no, un grupo de vascos con sus camisetas naranjas y sus ikurri?as al viento. El estadounidense se escor¨® tanto hacia el borde de la carretera que de repente ocurri¨® lo m¨¢s absurdo. Una visera amarilla, que un ni?o ten¨ªa en su mano, se enganch¨® en la maneta del freno de la bici del campe¨®n tejano y por un momento pareci¨® que el Tour iba a vivir un nuevo drama. Armstrong se fue al suelo y con ¨¦l Iban Mayo, que tropez¨® contra la rueda trasera del l¨ªder. El estadounidense se rehizo muy pronto. Mayo tard¨® un rato m¨¢s por un peque?o incidente cargado de iron¨ªa. "Se me enganch¨® una ikurri?a entre las ruedas y me cost¨® sacarla", relat¨® el corredor del Euskaltel.
Todo fue tan azaroso que Armstrong evit¨® cualquier cr¨ªtica al p¨²blico. "La culpa ha sido m¨ªa por colocarme demasiado cerca de la gente", confes¨® el estadounidense. Un arranque de sinceridad tras una etapa que constituy¨® un homenaje a los m¨¢s hermosos valores del deporte gracias al gesto de Ullrich. El alem¨¢n, que logr¨® esquivar a los dos ca¨ªdos, en lugar de aprovecharse aminor¨® la marcha y, sin dejar de mirar atr¨¢s, esper¨® a que su m¨¢ximo rival se reincorporase al grupo. "El deporte es un juego limpio y yo quise actuar con limpieza", explic¨® Ullrich. "Jan es un deportista", sentenci¨® el manager de su equipo, Jacques Hanegraaf.
El incidente estuvo a punto de aguar lo que hab¨ªa sido una fiesta para las decenas de miles de personas que serpenteaban la carretera por toda la subida a Luz Ardiden con el ¨²nico prop¨®sito de animar a los corredores y, a ser posible, aliviarles su suplicio. La pasi¨®n por el Tour es tan incontenible que algunos llevaban all¨ª tres d¨ªas acampados, como un grupo de 20 vecinos de Hernani (Guip¨²zcoa), entre los que hab¨ªa dos veteranos de la carrera: Agust¨ªn, que desde hace 22 a?os no falta nunca a la ronda francesa, y Manolo, que va por su edici¨®n n¨²mero 17. Enfundados en el naranja de las camisetas de Euskaltel - que ayer mismo anunci¨® su continuidad hasta 2006-, y rodeados de ikurri?as, Manolo y Agust¨ªn proclamaban que el amor al ciclismo est¨¢ por encima de nacionalidades y que la mayor¨ªa del p¨²blico s¨®lo pretende ayudar a los corredores: "Queremos que ganen los nuestros, pero ojo, animamos a todos, sin excepci¨®n. Sobre todo a los que vienen rezagados. S¨®lo les damos agua si nos la piden y, cuando los jueces no est¨¢n mirando, muchos nos gritan push, push para que los empujemos".
Los vascos volvieron a ser los m¨¢s coloristas y ruidosos de entre la multitud que soport¨® atascos kilom¨¦tricos para acceder a la estaci¨®n invernal. Los seguidores del Euskaltel tienen la carrera muy cerca de casa, pero hay quien es capaz de recorrer medio mundo para paladear el sabor del Tour, como Steve Juliar, Robin Jugl y Louise Taylor, tres californianos que se han venido a Francia con sus bicicletas y que siguen todas las etapas. "El ambiente, el paisaje ... ?Todo es alucinante!", exclamaba Steve esperando el final de la etapa en la l¨ªnea de meta y convencido, como as¨ª ocurri¨®, de que Armstrong se tomar¨ªa ayer la revancha. "Lance es una persona incre¨ªble", declaraba Robin. "Hay que leer su libro para comprender con qu¨¦ voluntad luch¨® contra el c¨¢ncer". Tan f¨¦rrea es la voluntad del tejano que ayer hasta pudo vencer a la fatalidad de una visera.
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