Caraduras
No somos una sociedad -y pienso en la valenciana- notablemente respetuosa con los bienes de titularidad p¨²blica. Cualquier paseante puede constatar sobre el tejido urbano las huellas de este d¨¦ficit de civismo. Pintadas por doquier, y tanto m¨¢s escandalosas cuanto m¨¢s degradado est¨¢ un barrio y mejor restauradas unas fachadas; jardineras desmanteladas; defecaciones caninas y ¨²ltimamente, al menos en el cap i casal y entre una larga sarta de transgresiones, la quema de papeleras y contenedores de basura. Los soci¨®logos sabr¨¢n a qu¨¦ se debe la persistencia de este fen¨®meno que no parece enmendarse con la universalizaci¨®n de la escuela y la vigencia de las ordenanzas.
Nos conforta, o confortaba, pensar que este gamberrismo era propio de sectores marginales mal educados y peor integrados que el tiempo y la acci¨®n policial meter¨ªan en vereda. Nos tememos, sin embargo, que tal expectativa carece de fundamento. Basta ver c¨®mo proceden altos cargos de la Administraci¨®n y personal de confianza contratado por la misma apropi¨¢ndose de los ordenadores personales y tel¨¦fonos m¨®viles que les fueron facilitados para el desempe?o de sus tareas, pero que en modo alguno les pertenecen. El episodio ha sido denunciado por la Federaci¨®n de Servicios P¨²blicos de UGT y, por el momento, no se conoce la r¨¦plica o desmentido. Con la agravante de que puede tratarse de una pr¨¢ctica reiterada. O sea, una chorizada consentida.
En opini¨®n de un presunto involucrado, esta apropiaci¨®n se explica por el car¨¢cter reservado o confidencial que se conserva en el ordenador. ?Les convence? A m¨ª, no. Por lo pronto, esta informaci¨®n puede trasladarse a otros soportes y, adem¨¢s, de no ser privada y exclusiva, no es patrimonio del funcionario, sino de la Funci¨®n P¨²blica. A este respecto, siempre nos ha parecido detestable la destrucci¨®n de antecedentes y documentos cada vez que se produce un relevo en la direcci¨®n de un organismo o instituci¨®n. Algo que acontece, incluso, cuando quien se va y quien accede son de la misma familia partidaria. Y del m¨®vil no digamos. ?Qu¨¦ arcanos se guardan en su memoria para justificar su afanamiento?
Claro est¨¢ que tal picaresca palidece si la comparamos con otras corrupciones p¨²blicas m¨¢s enquistadas y de mayor alcance que tienen por objeto la privatizaci¨®n del patrimonio colectivo. Pero esa diferencia no debe abonar la indulgencia para con esos caraduras que se escudan en el disco duro. De generalizarse una norma semejante no podr¨ªamos impedir que el cesante de turno se llevase el archivador o la mesa de su despacho. Al fin y al cabo son herramientas del trabajo donde probablemente tiene depositados expedientes confidenciales.
Como la denuncia est¨¢ formulada y los hechos son probados, s¨®lo falta que las instancias competentes -Inspecci¨®n e Intervenci¨®n de la Generalitat- enmienden el desm¨¢n y pongan coto a unas tolerancias que se pagan con el dinero del contribuyente.
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