Capitalismo inmobiliario y corrupci¨®n estructural
La corrupci¨®n que parece vincular la pol¨ªtica y el sector de la construcci¨®n, ?es un elemento estructural o se trata de casos contados? La pregunta la ha planteado Joaqu¨ªn Estefan¨ªa en un art¨ªculo publicado en este mismo diario. Es una cuesti¨®n relevante sobre la que merece la pena reflexionar. Porque la corrupci¨®n afecta a la calidad de nuestra democracia, pero tambi¨¦n al crecimiento econ¨®mico y, por tanto, al bienestar de todos nosotros. La pregunta es relevante adem¨¢s porque la respuesta adecuada a la corrupci¨®n variar¨¢ en funci¨®n de que la veamos como casos aislados o, por el contrario, como un elemento estructural y permanente de nuestro sistema pol¨ªtico y econ¨®mico.
En mi opini¨®n, la corrupci¨®n que estamos sufriendo est¨¢ relacionada con el modelo de crecimiento econ¨®mico que se ha ido configurando en Espa?a en las dos ¨²ltimas d¨¦cadas. Un modelo en el que la construcci¨®n y la actividad inmobiliaria tienen un peso creciente como fuente de riqueza, actividad y empleo, desplazando al protagonismo que tuvo la industria durante las d¨¦cadas de 1960 y 1970.
Es la construcci¨®n la que hace que la econom¨ªa espa?ola haya crecido en estos a?os por encima de la media de los pa¨ªses europeos. Pero aunque crecemos m¨¢s, nuestro crecimiento es de peor calidad. La baja productividad que viene manifestando nuestra econom¨ªa en relaci¨®n con el resto de la Uni¨®n Europea tiene mucho que ver, por un lado, con el peso que tiene el sector del ladrillo en nuestro crecimiento y, por otro, con la escasez de inversiones industriales y tecnol¨®gicas y en formaci¨®n de nuestro capital humano. Para que ese diferencial de crecimiento actual a nuestro favor no nos haga perder perspectiva, conviene no olvidar que a medio plazo la riqueza de un pa¨ªs y el bienestar de sus ciudadanos depende de la productividad. Si ¨¦sta es baja, el crecimiento actual puede ser como pan para hoy y hambre para ma?ana.
Vale la pena que nos paremos un momento a caracterizar un poco m¨¢s el actual modelo de crecimiento. En las facultades de econom¨ªa se explica a los estudiantes que la sociedad capitalista en la que vivimos es el resultado de una evoluci¨®n hist¨®rica que ha pasado por varias etapas, marcadas por la que en cada momento era la fuente del crecimiento y la riqueza. A una primera fase de capitalismo comercial, basado en la explotaci¨®n y el comercio con las colonias de ultramar, le sigui¨® un capitalismo financiero que dio lugar a la primera globalizaci¨®n. A ¨¦ste sigui¨® un capitalismo agrario y despu¨¦s otro industrial que desde finales del siglo XIX tuvo en la producci¨®n de todo tipo de manufacturas la fuente de la riqueza. Ahora los pa¨ªses desarrollados est¨¢n avanzando hacia un nuevo modelo de sociedad capitalista que funda en el conocimiento y las tecnolog¨ªas de la informaci¨®n y las telecomunicaciones las nuevas fuentes de productividad, riqueza y bienestar.
A pesar de los buenos deseos del presidente Aznar para colocar a Espa?a al frente de esa nueva sociedad del conocimiento, nuestra econom¨ªa parece haberse anclado en un peculiar modelo que podr¨ªamos llamar capitalismo inmobiliario. La especulaci¨®n con el suelo, la construcci¨®n y la especulaci¨®n con la vivienda han pasado a ser el motor del crecimiento y la fuente de riquezas r¨¢pidas.
Como siempre ocurre, las fuentes de la riqueza que dominan el crecimiento de un pa¨ªs impregnan asimismo los comportamientos y los valores pol¨ªticos y sociales. Si en el pasado los presidentes de los clubes de f¨²tbol eran los industriales de ¨¦xito de cada localidad, hoy han sido sustituidos por personas vinculados al sector constructor. Todo un s¨ªntoma.
La corrupci¨®n actual tiene mucho que ver tambi¨¦n con este peculiar capitalismo del tocho. Al convertirse el suelo y la construcci¨®n en los motores de la riqueza y el crecimiento, la corrupci¨®n se ha intensificado y generalizado. En primer lugar, porque el capitalismo inmobiliario basa su florecimiento en la plusval¨ªa, y no en el beneficio industrial o el margen comercial, y la plusval¨ªa tiene su origen en decisiones discrecionales de los responsables municipales y auton¨®micos de recalificar los usos del suelo o de conceder licencias. En segundo lugar, se trata de una corrupci¨®n descentralizada, que permite que pr¨¢cticamente todos los partidos pol¨ªticos, nacionales o locales, se beneficien de ella, porque si no gobiernan en una localidad o comunidad gobiernan en otra, y el bien sometido a corrupci¨®n, el suelo y las licencias, existe en todos partes.
Esa corrupci¨®n intensa y generalizada eleva el precio de las obras p¨²blicas y del suelo, y a trav¨¦s de ¨¦l, el precio de la vivienda, perjudicando a un gran n¨²mero de familias y personas. Pero, por otro lado, tiene muchos beneficiarios. Desde los ayuntamientos hasta todos aquellos profesionales cuyos ingresos proceden de comisiones sobre el valor de las transacciones inmobiliarias.
Al ser una corrupci¨®n estructural no tiene buena soluci¨®n. Adem¨¢s de las que suger¨ª en estas mismas p¨¢ginas en un art¨ªculo anterior (La espuma de la corrupci¨®n, 23 de junio de 2003), dirigidas a poner filtros a los corruptos y establecer incompatibilidades entre intereses privados y desempe?o de cargo p¨²blico, la corrupci¨®n no disminuir¨¢ mientras no se cambien los sistemas de financiaci¨®n de los partidos y de los ayuntamientos. Pero ante todo, es necesario un cambio de modelo de crecimiento. Pasar del crecimiento basado en el ladrillo a otro basado en la inversi¨®n en infraestructuras de uso p¨²blico, en nuevas tecnolog¨ªas y en capital humano. ?se es el reto del nuevo gobierno, tanto en Catalu?a como en Espa?a.
Ant¨®n Costas es catedr¨¢tico de Pol¨ªtica Econ¨®mica de la UB.
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