Geniales y generosos
Michael Phelps demuestra su versatilidad con un nuevo r¨¦cord del mundo en los 200 estilos ante un Thorpe conmovedor
La fecha merece recordarse: el 24 de julio de 2003 se enfrentaron por primera vez Ian Thorpe y Michael Phelps, los dos nadadores que persiguen r¨¦cords imposibles desde ni?os. El escenario fue el Palau Sant Jordi, con la piscina artificial que abre inmensas posibilidades a un deporte que necesita innovaciones para salir de su reducto. El ganador fue Phelps, como no pod¨ªa ser de otra manera. Tampoco fue novedad que batiera el r¨¦cord del mundo, o que abriese una brecha de casi 2,5 segundos sobre el italiano Rossolino, segundo en la llegada. Sin duda, Phelps tiene todo el derecho a proclamarse como aspirante al t¨ªtulo de Thorpe como mejor nadador del planeta. En Barcelona ha decidido batir un r¨¦cord del mundo en cada una de sus pruebas. Lo piensa y lo hace. Pero el duelo no desacredit¨® a Thorpe, quinto en la final. Se hizo raro verle fuera del caj¨®n. Nadie le recuerda en esa situaci¨®n de vencido evidente. Sin embargo, Thorpe adquiri¨® ayer un rango mayor que el del campe¨®n incomparable. Su generosidad para disputar una prueba que no domina, en la que todav¨ªa es un nadador balbuceante, es una demostraci¨®n de su pasi¨®n por el agua, por la nataci¨®n. Lejos de encerrarse en el universo que gobierna con pu?o de hierro, las pruebas de media distancia, Thorpe ha decidido exponerse a salir derrotado frente al chico que persigue su cetro. Su aparici¨®n en la final de 200 metros estilos es una de las noticias m¨¢s hermosas que se han producido en la nataci¨®n.
Phelps pertenece a la misma raza de Thorpe. Es otro campe¨®n generoso, el m¨¢s vers¨¢til de los nadadores. El nadador total. Lo fascinante en Phelps, y en Thorpe, es que han acabado con una especializaci¨®n que da?aba a la imagen de la nataci¨®n. Con Phelps se regresa a los tiempos en que los campeones aceptaban retos en varias especialidades. As¨ª era Spitz, librista y mariposista, o John Naber, librista y espaldista, o Michael Gross, gente que hizo historia. Con menos recursos que ellos, Ian Thorpe ha salido del c¨®modo carril donde no encuentra adversarios. Que lo intente en el periodo de eclosi¨®n de Michael Phelps a?ade m¨¢s valor a su decisi¨®n. A diferencia del norteamericano, que maneja todos los estilos con facilidad, Thorpe est¨¢ lastrado por su incompetencia en la braza, donde el australiano se convierte en un yunque. El problema es, por ahora, de gran calibre.
Thorpe atraves¨® la mariposa y la espalda con gran dignidad. Era cuarto, a corta distancia de Rossolino y Bovell, el sorprendente nadador de Trinidad y Tobago que sali¨® de la prueba con la medalla de bronce. Fue en el trecho de braza donde se clav¨® el australiano. No pod¨ªa avanzar con su corpach¨®n y su deficiente t¨¦cnica. La braza le rechaza, le convierte en un nadador discret¨ªsimo, cosa impensable en el rey del agua. Pero as¨ª ocurre. Del cuarto puesto retrocedi¨® al octavo, mientras Phelps arrasaba en el carril central. Por la octava calle Thorpe se encontraba en un territorio desconocido. El nadador que siempre ocupa el centro del escenario se encontraba por una vez orillado f¨ªsicamente. Sin embargo, las miradas se centraban en su respuesta a la prueba. El Sant Jordi era un inmenso laboratorio, todos atentos a las se?ales que emit¨ªa el gigante australiano. Y, cualquiera que sea el problema que tiene con la braza, los signos fueron formidables. Termin¨® quinto, despu¨¦s de un excepcional largo en el crol. Eso import¨® menos que su inmensa generosidad. Se lanz¨® a la piscina minutos despu¨¦s de disputar la final de 100 libres; se enfrent¨® a Phelps con la certeza de la derrota; acept¨® sus limitaciones. ?Perdi¨®? No. Fue su victoria m¨¢s importante.
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