El controlador central
Hoy he rendido por encima de mis posibilidades. He superado mis l¨ªmites. Frases como ¨¦stas no son infrecuentes en el ciclismo, sobre todo despu¨¦s de una etapa especialmente dura. Aunque no se corresponden con la realidad: el cuerpo humano se conoce muy bien y sabe c¨®mo rendir lo mejor posible sin poner en peligro su integridad.
De hecho, el cerebro del ciclista, como el de cualquier persona, act¨²a como un preciso controlador central que administra muy bien los esfuerzos durante el Tour, para evitar que sus tejidos, como los m¨²sculos, el coraz¨®n o el propio cerebro, sufran da?os irreversibles. Igual que un piloto nunca deja que su avi¨®n se acerque al m¨¢ximo nivel de turbulencias que su estructura puede soportar, ese controlador frena al coraz¨®n y a los m¨²sculos antes de que sea demasiado tarde.
Cuando el ciclista se acerca a sus l¨ªmites, por ejemplo en la tercera semana de la prueba, la primera medida que adopta el controlador es disminuir los latidos cardiacos. De hecho, los ciclistas saben que cuando no les sube el pulso en los puertos como acostumbra, por ejemplo a m¨¢s de 180 latidos por minuto, es mala se?al para su rendimiento. El cuerpo se est¨¢ auto-protegiendo y el coraz¨®n no bombea suficiente sangre a las piernas como para que ¨¦stas pedaleen con m¨¢s fuerza. De hecho, es casi imposible que un deportista sano, sin enfermedades cardiacas y bien hidratado, fallezca en esfuerzo.
El coraz¨®n y los m¨²sculos de un deportista no pueden estar trabajando a su m¨¢xima capacidad m¨¢s de unos 7 minutos. A partir de ese momento, el coraz¨®n ya no bombea tanta sangre en cada latido y el rendimiento decae inevitablemente. Y adem¨¢s el cerebro manda parar a los m¨²sculos, antes de que ¨¦stos se fatiguen demasiado y sufran da?os irreversibles a causa de la acidosis l¨¢ctica: es lo que se conoce como "cordura muscular". En otras palabras, los m¨²sculos todav¨ªa podr¨ªan dar un poco m¨¢s de s¨ª, pero arriesgando su propia integridad. Por ejemplo, es lo que le ocurre a un ciclista cuando no puede seguir la rueda de otro, a pesar de intentarlo con toda su voluntad. Aunque no lo sepa, su cerebro est¨¢ traicionando a sus deseos.
Otro l¨ªmite al rendimiento es el aumento de la temperatura corporal o hipertermia. Cuando los m¨²sculos se contraen, la mayor parte de la energ¨ªa que producen, hasta un 75-80%, se pierde como calor. Un calor que hay que eliminar r¨¢pidamente, sobre todo a trav¨¦s de la evaporaci¨®n del sudor, para que el cuerpo no se recaliente. El hipot¨¢lamo, una gl¨¢ndula situada en el cerebro que act¨²a como nuestro termostato, sabe que la temperatura corporal central, que en los experimentos se suele medir en el es¨®fago, no puede dispararse m¨¢s all¨¢ de 40 ¨® 41 grados. Ni tampoco la de los m¨²sculos en ejercicio, como han demostrado hace poco dos investigadores espa?oles, Gonz¨¢lez Alonso y L¨®pez-Calbet. Cuando el m¨²sculo coge esa temperatura, no hay nada que hacer: aparece la fatiga inevitablemente. As¨ª lo ordena el cerebro, para evitar males mayores.
Alejandro Luc¨ªa es profesor de la Universidad Europea de Madrid.
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