El arte de la fuga
El pelot¨®n atraviesa las Landas a toda velocidad y en Burdeos vence Knaven
Como las Landas de Gascu?a, de donde D' Artagnan, era una regi¨®n desolada, dunas y marismas, batida por los vientos del Atl¨¢ntico, salvajes, sin freno, tierras inhabitables, el ingeniero Br¨¦montier las coloniz¨® en el siglo XVIII plantando un mill¨®n de hect¨¢reas de pinos, un ¨¢rbol amable, agradecido, poco exigente, que con un poco de arena se conforma. As¨ª, el ingeniero cambi¨® la vida de las gentes de la regi¨®n, que pudieron dedicarse a montar granjas, a criar h¨ªgados de oca y a saltar de pino en pino colocados por el olor a resina; y tambi¨¦n, aunque quiz¨¢s no lo tuviera entre sus objetivos, influy¨® negativamente en el futuro Tour, que naci¨® 200 a?os m¨¢s tarde. Sin pinos, la traves¨ªa obligada hacia, o desde los Pirineos, habr¨ªa dado lugar a espect¨¢culos dignos, por lo menos, de Albacete y sus abanicos, o de las mesetas castellanas, azotadas por todos los lados. Con pinos, las Landas son una carretera que es un pasillo por el que el viento o no sopla, con lo cual la etapa es un tost¨®n, o sopla de cara, m¨¢s de lo mismo pero a 30 kil¨®metros por hora, o sopla de espalda, que lo mismo da, pero a 50 por hora, como pas¨® ayer, cuando el pelot¨®n dej¨® los Pirineos y enfil¨® hacia el norte, camino de Par¨ªs, desde Dax hasta Burdeos.
El ganador de la Par¨ªs-Roubaix de 2001 demarr¨® a falta de 18 kil¨®metros para la meta
"En los Pirineos lo que hay que hacer es gastar lo menos posible", explica Txente Garc¨ªa Acosta -uno de los fugados de ayer- maestro en el arte de la escapada. "As¨ª, se tienen m¨¢s fuerzas para el d¨ªa que importa, para el momento que m¨¢s se necesitan". Txente, el mulo de Tafalla, no es el ¨²nico que piensa as¨ª, evidentemente. Como ¨¦l, otros 50 corredores por lo menos, atravesaron los Pirineos ahorrando lo posible en el autob¨²s, a cola de todos, subiendo unidos y a tren, arriesgando en las bajadas, controlando el cierre de control, entablando relaciones con los aficionados de la cunetas, haciendo amigos. Sub¨ªan y bajaban puertos y se animaban pensando en la escapada en la que estar¨ªan al d¨ªa siguiente, en lo bien que les ir¨ªa, en c¨®mo les cambiar¨ªa la vida -o, por lo menos, un par de a?os de vida- si encima ganaban la etapa.
Txente y media docena m¨¢s de compa?eros de autob¨²s protagonizaron una escapada at¨ªpica. Normalmente hasta que se destila el grupo de afortunados y el pelot¨®n lo da por bueno -que es cuando el equipo del l¨ªder pasa a la cabeza y organiza un ritmo de tranquilidad-, se producen m¨¢s de una docena de tentativas, de arrancadas en falso y de demarrajes-trampa. Entonces, que es, justamente el peor momento, un momento de calma en el que todos est¨¢n atentos, los ojos movi¨¦ndose a 100 por hora, a cualquier movimiento. Y salta el jovencito e inmediatamente van a por ¨¦l, como una jaur¨ªa alborotada, 20 corredores o as¨ª. Le cogen, le frenan y se toman un respiro, que es el momento justo en el que los m¨¢s viejos, los astutos que hab¨ªan lanzado al ni?o al tostadero, aprovechan para montar su contrapi¨¦ y largarse. Pero ayer no hubo necesidad de tanta t¨¦cnica. La fuga se organiz¨® en el kil¨®metro cero y diez volando a 50 por hora se desgajaron hacia Burdeos.
Casi todos eran colegas de autob¨²s, especialistas de la cuesti¨®n de la escapada, pero sin que nadie se fijara -m¨¢s o menos, como ha corrido en todo el Tour- en el austriaco L¨¹ttenberger, que era el 18? de la general, se col¨® de rond¨®n, lo que tuvo su importancia. Cuando el grupo alcanz¨® 16 minutos de ventaja se alarm¨® Eusebio Unzue, director del iBanesto.com, el equipo de Txente. Con esa ventaja, el austriaco daba un gran salto en la general y pon¨ªa en peligro la novena y und¨¦cima plazas de Mancebo y Menchov. As¨ª que Unzue puso a tirar en el pelot¨®n a Flecha y orden¨® a Txente que no colaborara delante, lo que, aparte de curioso, tuvo un efecto perverso sobre sus posibilidades.
A Txente todo el mundillo de las fugas le conoce, le respeta, le teme y le marca estrechamente, no en vano ya ha ganado una etapa en el Tour y dos en la Vuelta con el mismo estilo. Y cuando le vieron racanear a cola de la escapada, aunque tuviera razones t¨¢cticas, los compa?eros le pusieron una cruz. Le prohibieron moverse. Le conden¨® adem¨¢s el trazado, absolutamente plano, sin un solo repecho en que sacar de rueda al segundo. Y cuando el duro Knaven, un holand¨¦s especialista de cl¨¢sicas que gan¨® la Par¨ªs-Roubaix, la madre de todas las cl¨¢sicas, en 2001, demarr¨® a falta de 18 kil¨®metros, pocos se movieron -s¨®lo Txente m¨¢s o menos-, pero cuando Txente intent¨® alcanzarlo, pocos kil¨®metros despu¨¦s, le aplicaron la ley de la fuga. Y el sorprendido Knaven gan¨® solo en Burdeos.
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