Claveles y timbales para Beckham
La gente se amontona en las calles de Kunming para recibir al Madrid y gritarle a su paso
El joven rubio de sonrisa t¨ªmida que Florentino P¨¦rez calific¨® de "s¨ªmbolo de la postmodernidad" abandon¨® Espa?a el jueves entre gritos y avalanchas y lleg¨® ayer a China de la misma manera. Despu¨¦s de 14 horas de vuelo y una vez sobrevolado el subcontinente Indio, el Airbus que transportaba al Real Madrid de David Beckham rode¨® el Himalaya y aterriz¨® en Kunming, capital de una provincia de la China meridional que los lugare?os no han excluido de la costumbre nacional del sobrenombre: Regi¨®n del Perfume o, seg¨²n se mire, Mina de Drogas Crudas.
A pie de pista, en Kunming, una formaci¨®n de unos cien m¨²sicos y bailarinas de las etnias locales, dieron un concierto mientras el avi¨®n del Madrid aterrizaba. Ataviadas con la ropa tradicional de la etnia dai, las bailarinas interrumpieron su danza cuando se abri¨® la escotilla. Colgaron cadenas de claveles de colores a los cuellos de los jugadores mientras los m¨²sicos, con ropa e instrumentos medievales, cuernos de bamb¨², extra?os timbales y tambores primigenios, prosiguieron con una recepci¨®n que se prolong¨® a lo largo de los cerca de diez kil¨®metros del trayecto al hotel. La gente sali¨® a las esquinas y se amonton¨® para gritar al paso de los futbolistas como si fueran el Papa. Al final del recorrido un destacamento de amazonas desenvain¨® sables y present¨® armas, y cuatro elefantes rindieron homenaje a los reci¨¦n llegados. Ah¨ª, cuando Beckham sali¨® del autob¨²s, la avalancha de admiradores chinos, fot¨®grafos ingleses, periodistas, m¨²sicos y bailarinas tocadas de seda de colores, fue incontenible. Las fuerzas del orden local, que superaron los 600 agentes, fueron diezmadas. Hubo golpes, tropiezos, carreras. Zidane y Makelele, que pasaban por ah¨ª junto con Helguera, se llevaron la peor parte. "?Qu¨¦ leche te han dado!", gritaba Helguera, desternill¨¢ndose de risa, mientras los jugadores del Madrid se bat¨ªan en retirada. El ¨²ltimo en cubrir los metros que separaban el autob¨²s del hotel fue Figo, con el pelo largo, alguna mecha dorada, y unas gafas oscuras que lo situaban entre Arist¨®teles Onasis y Peggy Guggenheim.
Llegar a un lugar que se encuentra en el conf¨ªn de la selva de Birmania no cambi¨® mucho las cosas para Beckham. Sea como fuere, este hombre silencioso, que "es como ver cine mudo", en palabras de un compatriota, tambi¨¦n concentr¨® toda la atenci¨®n en la salida de Barajas. Zidane, Figo, Ronaldo o Ra¨²l casi pasan inadvertidos por el corredor humano de fan¨¢ticos y fan¨¢ticas que se amontonaron por cientos sin otra cosa que hacer en el aeropuerto m¨¢s que ver al nuevo fichaje. Cuando Beckham apareci¨®, rodeado de dos polic¨ªas nacionales y dos custodios del club, una adolescente apostada sobre un cajero autom¨¢tico, se aprovech¨® de la oleada de gente apretuj¨¢ndose para saltar sobre ¨¦l como el gato mont¨¦s sobre el cordero. Le cogi¨® por la cabeza y le bes¨®. "No pudimos evitarlo, no pod¨ªamos utilizar la fuerza", se lament¨® un guardaespaldas del club; "y no s¨¦ c¨®mo esa chica... Creo que se me subi¨® encima de la chepa". La ni?a celebr¨® su haza?a alzando el pu?o en alto.
Durante el trayecto, Cambiasso le cambi¨® su lugar, junto a Beckham, a Steve McManaman, el otro ingl¨¦s de la plantilla. De este modo, el reci¨¦n llegado, que nunca ha vivido fuera de Inglaterra, se arrop¨® entre el pelirrojo de Liverpool y Solari, que tambi¨¦n es angl¨®filo y que, como dijo McManaman, le puede "resolver las dudas que le vayan surgiendo". Por lo dem¨¢s, no hubo lugar a que se despertasen muchas dudas, pues los futbolistas durmieron cerca de siete horas.
En el nuevo Madrid parece lo de menos, pero tambi¨¦n hubo un hueco para el f¨²tbol. En Kunming tuvo lugar el primer entrenamiento a cargo del nuevo t¨¦cnico, Carlos Queiroz, bajo una lluvia gruesa, efecto del monz¨®n y la proximidad del tif¨®n Imbudo en la costa del Pac¨ªfico. En el campo, por primera vez junto a sus compa?eros con ropa de faena, Beckham destac¨® por su comedimiento. Mientras sus colegas se dedicaron a hacer el ganso y ensayar todo tipo de trucos, el ingl¨¦s se comport¨® t¨ªmido. Ni una sola vez golpe¨® el bal¨®n a puerta, su gesto m¨¢s t¨ªpico. "Es normal estar un poco desorientado", le disculp¨® McManaman; "en tu primer entrenamiento y despu¨¦s de un viaje como el que hicimos".
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