Buena suerte, se?or Libeskind
La reconstrucci¨®n de la zona cero se ha cobrado su primera v¨ªctima: Daniel Libeskind, el arquitecto estadounidense que ha dise?ado el proyecto de las nuevas torres. El vac¨ªo dejado por los atentados del 11-S ha provocado una tormenta de intereses econ¨®micos y pol¨ªticos que han apartado a Libeskind de las obras y amenazan con alterar sustancialmente los planos iniciales aprobados por la alcald¨ªa de Nueva York, tras una amplia ronda de consultas populares. Lo que empez¨® como un debate emotivo sobre el futuro de una ciudad traumatizada se ha convertido en una lucha encarnizada por rentabilizar la parcela m¨¢s valiosa de Manhattan. La historia se repite: el World Trade Center tambi¨¦n naci¨® de la especulaci¨®n inmobiliaria.
Libeskind, que ha dise?ado el Museo Jud¨ªo de Berl¨ªn y la ampliaci¨®n del Victoria & Albert de Londres, nunca se ha enfrentado a un proyecto de tal envergadura
Es dif¨ªcil saber qu¨¦ surgir¨¢ al final de las cenizas del World Trade Center. El magnate Silverstein ya ha empezado a alterar seriamente el dise?o original
"Muchos neoyorquinos han empezado a reconocerme por la calle. Vienen, me saludan y luego casi todos se despiden con la misma frase: 'Buena suerte, se?or Libeskind'. Me ha sorprendido mucho. Es como si hubieran anticipado lo dif¨ªcil que iba a resultar este proceso".
Negociaciones
Hace unas semanas, Libeskind compart¨ªa estas impresiones con un grupo de colegas, con miembros de fundaciones culturales y familiares de las v¨ªctimas del 11-S en un encuentro informal con Paul Goldberger, cr¨ªtico de arquitectura de New Yorker. La reuni¨®n ten¨ªa como principal objetivo dar cuenta de las arduas negociaciones entre Libeskind y el magnate inmobiliario Larry Silverstein sobre el futuro de la zona cero.
Silverstein, de 72 a?os, es el promotor con m¨¢s mala suerte del mundo. Seis semanas antes de los atentados consigui¨®, a pulso, el lease del World Trade Center por 99 a?os y 32.000 millones de d¨®lares. Ahora, tras ver c¨®mo sus rascacielos saltaban por los aires, ha tomado las riendas de la reconstrucci¨®n. Cada minuto le cuesta dinero: por contrato, sigue pagando un alquiler mensual de 10 millones de d¨®lares al consorcio p¨²blico propietario del solar (ocho hect¨¢reas) y de las antiguas torres.
A mediados de mes, tras una reuni¨®n que dur¨® toda la noche, Silverstein se hizo con el control de las obras: releg¨® a Libeskind a segundo plano y entreg¨® el proyecto a otro arquitecto, David Childs, socio de Skidmore, Owings & Merrill (SOM), una de las siete firmas que, colmo de la iron¨ªa, tambi¨¦n compitieron en el concurso por hacerse con la zona cero y perdieron. El acuerdo otorg¨® a Libeskind un cierto control sobre el resultado final, un control que est¨¢ luchando por definir y conservar.
"No creo que las relaciones con Silverstein sean ahora m¨¢s tensas que antes", coment¨® recientemente la mujer y estrecha colaboradora del arquitecto, Nina Libeskind, al semanal New York Observer, "el se?or Silverstein empez¨® diciendo que el dise?o le parec¨ªa una visi¨®n maravillosa y que se encargar¨ªa de desarrollarlo; luego, que segu¨ªa siendo maravilloso pero que ya no le gustaba tanto, y termin¨® critic¨¢ndolo completamente (...) No creo que todo est¨¦ fuera de control, pero no ser¨¢ f¨¢cil".
Era de esperar. Cuando la Corporaci¨®n para el Desarrollo del Bajo Manhattan -el organismo que organiz¨® el concurso y lo present¨® a los neoyorquinos- anunci¨® el ganador, ya advirti¨® que el dise?o era una idea, no un plan definitivo. La especulaci¨®n inmobiliaria de una isla que vive por y para construir hizo el resto.
Libeskind, que ha dise?ado el Museo Jud¨ªo de Berl¨ªn y las ampliaciones del Victoria & Albert Museum de Londres, nunca se ha enfrentado a un proyecto de tal envergadura ni ha tenido que tratar con los tiburones de Nueva York. El arquitecto estadounidense de origen polaco se considera sin embargo el guardi¨¢n moral de su proyecto. "Mi cliente es los millones de personas de todo el mundo que ponen sus ojos en la zona cero. ?sta es mi gran responsabilidad porque la arquitectura no son ordenadores y tecnocracias, sino civilizaci¨®n", dijo recientemente en una entrevista a EPS.
Es dif¨ªcil saber qu¨¦ surgir¨¢ al final de las cenizas del World Trade Center. Silverstein ya ha empezado a alterar seriamente el dise?o original. Su intenci¨®n es recuperar, cueste lo que cueste, el mill¨®n de metros cuadrados de oficinas que se volatilizaron en el 11-S.
Torre de la Libertad
La controversia se ha centrado en el elemento m¨¢s simb¨®lico del proyecto: la llamada Torre de la Libertad, la estructura m¨¢s alta del mundo, un jard¨ªn vertical de 541 metros, en alusi¨®n al a?o en que se proclam¨® la independencia de Estados Unidos y que deb¨ªa construirse en el extremo noroeste del solar. Silverstein ha propuesto desplazar la torre a otro edificio del complejo para acercarla a la boca del metro y ahorrar a los viajeros 50 segundos de caminata.
Pero no es s¨®lo la torre. Silverstein pretende a?adir un nuevo bloque de oficinas, construir un enorme centro comercial y, sobre todo, reducir la explanada del memorial a las m¨¢s de 2.800 v¨ªctimas, situada dentro del muro de contenci¨®n de las antiguas torres, la cicatriz que Libeskind quiere dejar.
El futuro todav¨ªa est¨¢ por decidir. En un reciente editorial, The New York Times tom¨® partido a favor de Libeskind: "Adem¨¢s de preferir la propuesta por razones pr¨¢cticas, est¨¦ticas y simb¨®licas, si el se?or Silverstein conserva el emplazamiento de la Torre de la Libertad, asumir¨¢ de paso su amplia responsabilidad en el desarrollo de la zona cero".
Asociaciones como la Alianza C¨ªvica para Reconstruir el Bajo Manhattan han criticado en¨¦rgicamente las intenciones del magnate y han considerado incluso, si el dise?o se altera radicalmente, recurrir a los tribunales. En su p¨¢gina web (www.civic-alliance.org) muestran los cambios que ha empezado a introducir el promotor. Y son muchos. Con los nuevos retoques, el dise?o a¨¦reo y simb¨®lico se vuelve pesado y gris.
La batalla acaba de empezar. Por si acaso, los Libeskind han contratado a uno de los abogados m¨¢s famosos de Nueva York, Edward W. Hayes, compa?ero de colegio del gobernador Pataki y en el que Tom Wolfe se inspir¨® para el personaje de Tommy Killian en La hoguera de las vanidades.
"Incluso despu¨¦s de una dura reuni¨®n, cuando est¨¢s empapado de sudor y nada ha salido bien, nos seguimos diciendo el uno al otro que esto vale la pena", comentaba Nina Libeskind, "porque vamos a cambiar el aspecto de Manhattan para los pr¨®ximos siglos".
Trampol¨ªn electoral para Bush
EN LOS ?LTIMOS MESES, el arquitecto Libeskind se ha sentido abandonado por los responsables pol¨ªticos m¨¢s involucrados en el proyecto, ambos republicanos: el alcalde de la ciudad, Michael Bloomberg, y sobre todo el gobernador del Estado, George Pataki, que controla, junto con el de Nueva Jersey, la Port Authority, el organismo propietario del solar.
Al margen de consideraciones est¨¦ticas o emocionales, Pataki tiene un claro objetivo pol¨ªtico: asegurarse de que Nueva York estar¨¢ lista para la convenci¨®n republicana de agosto de 2004, la plataforma que el presidente George W. Bush usar¨¢ en su campa?a por la reelecci¨®n. Pataki espera que las obras de la Torre de la Libertad empiecen poco antes del tercer aniversario de los atentados y est¨¦n bien encaminadas en 2006, coincidiendo con el final de su mandato.
Silverstein se lo ha prometido. Tambi¨¦n le ha garantizado financiar el proyecto con el dinero que reciba del seguro, una batalla todav¨ªa por ganar. Desde hace casi dos a?os, el promotor est¨¢ en pleitos con su compa?¨ªa aseguradora, Swiss Reinsurance, para conseguir una doble indemnizaci¨®n, una por cada avi¨®n, casi 7.000 millones de d¨®lares.
El equipo de Pataki no oculta sus prisas: "Este proceso no permite ni errores ni retrasos. Menos a¨²n discusiones locales o batallas legales innecesarias. Es muy sencillo: o formas parte del equipo o no formas parte, porque el calendario se cumplir¨¢", declar¨® el portavoz del gobernador a The New York Times.
El tema del memorial tambi¨¦n promete abrir un delicado debate pol¨ªtico. Para completar la explanada del arquitecto Libeskind, la Corporaci¨®n para el Desarrollo del Bajo Manhattan convoc¨® un concurso internacional que a finales del mes pasado se cerr¨® con m¨¢s de 1.400 propuestas de dise?o. Los familiares de las v¨ªctimas, divididos en diversas asociaciones, tendr¨¢n mucho que decir. Algunas han pedido, con el respaldo del antiguo alcalde, Rudolph Giuliani, que Washington se haga cargo del proceso de selecci¨®n y construcci¨®n. Ya han exigido que se respete el vac¨ªo de las huellasde las torres.
Los cinco proyectos finalistas se conocer¨¢n en septiembre y se someter¨¢n a la aprobaci¨®n de los neoyorquinos.
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