?Un torturador se convierte en ex torturador?
?La tortura prescribe moralmente?, ?un torturador deja de serlo cuando ya no ejercita la horrenda pr¨¢ctica para convertirse en "ex torturador"?, ?puede llamarse torturador a alguien acusado de genocidio pero que no ha sido condenado y ni siquiera juzgado, como afirmaba EL PA?S en un reciente titular?
Un lector de Torrelodones, Madrid, Jos¨¦ Mar¨ªa Vicente, protesta indignado por el titular "Un ex torturador argentino gana las elecciones en Tucum¨¢n" (Internacional, p¨¢gina 9, 9 de julio). "Sobra ese ex, un torturador es un torturador toda la vida. ?Vamos a decir ahora tambi¨¦n que Pinochet es un ex dictador o un ex torturador?
El titular -repetido en el pie de foto que acompa?aba a la informaci¨®n- se refer¨ªa al triunfo como alcalde de San Miguel de Tucum¨¢n, capital de la provincia del mismo nombre (Argentina), del ex general Antonio Bussi, considerado, en palabras del autor de la cr¨®nica, Carlos Ares, "uno de los criminales m¨¢s feroces de la sanguinaria dictadura militar [argentina] de los a?os setenta". Bussi, cuya extradici¨®n a Espa?a reclama el juez Baltasar Garz¨®n por estar acusado de genocidio por los familiares de las v¨ªctimas, estaba en la lista de los 45 oficiales argentinos cuyo arresto preventivo orden¨® el juez Rodolfo Canicoba a petici¨®n de Garz¨®n. El pasado viernes, Bussi se entreg¨® a la justicia despu¨¦s de que el presidente N¨¦stor Kirchner derogase el decreto que imped¨ªa la extradici¨®n de los militares responsables de cr¨ªmenes durante la dictadura militar.
Interesante cuesti¨®n la que plantea el lector. El Libro de estilo de EL PA?S especifica que se puede utilizar el prefijo ex "cuando se quiere decir que una persona ya no tiene el cargo o la condici¨®n que indica el nombre o adjetivo al que se antepone. Ejemplos: ex ministro o ex disc¨ªpulo". Para el diccionario de la RAE, el prefijo ex significa "que fue y ha dejado de serlo" (ejemplo: ex ministro, ex marido). As¨ª que, apurando esta norma, podr¨ªamos incluso llegar a decir "ex dictador", referido a una persona que ya no ejerce ese tipo de gobierno totalitario.
Sin embargo, no parece muy adecuado utilizar el ex cuando se refiere a actitudes morales, por mucho que la condici¨®n de torturador se refiera al pasado. Pero ?un torturador es siempre un torturador? La catedr¨¢tica de ?tica Victoria Camps mantiene que hay que distinguir entre el lenguaje coloquial y el literal. "En el lenguaje corriente, un torturador es alguien que ha torturado. De ah¨ª a prejuzgar que esa persona ser¨¢ un torturador toda su vida es otra cosa. Nos estamos refiriendo a lo que ha hecho, no a lo que har¨¢. Porque, desde el punto de vista ¨¦tico, siempre hay que esperar que una persona pueda cambiar su conducta y ser de otra forma, m¨¢xime cuando el car¨¢cter de una persona nunca est¨¢ formado del todo y puede mudar. La posibilidad de enmienda -no hablo de arrepentimiento, que tiene una connotaci¨®n religiosa- siempre est¨¢ abierta".
Jos¨¦ Manuel Calvo, redactor jefe de Internacional en el momento de publicarse la noticia, opina que, en realidad, el problema es m¨¢s delicado. "Bussi est¨¢ acusado de genocidio y otras tropel¨ªas por familiares de desaparecidos; pero est¨¢ protegido por las Leyes de Punto Final y Obedencia Debida, por lo que no fue juzgado. Por tanto, tambi¨¦n se nos podr¨ªa criticar el uso de ex o de antiguo; lo adecuado hubiera sido emplear "acusado de" o "presunto". En todo caso lo que tuvimos en cuenta era el espacio para titular, y el ex cabe en todas partes. De forma que tiene raz¨®n el lector: no se deja de ser torturador; pero este se?or, Bussi, podr¨ªa muy bien reprocharnos que asumamos algo que qued¨® en acusaci¨®n. ?Titular ideal?: "Un ex militar acusado de torturador gana las elecciones en Tucum¨¢n".
Efectivamente, lo mejor legalmente hubiera sido decir "acusado de torturas". En cuanto al equ¨ªvoco "presunto", aunque es cierto que en lenguaje jur¨ªdico expresa presunci¨®n de inocencia, en los medios de comunicaci¨®n ha acabado imponi¨¦ndose justamente el significado contrario, con gran aceptaci¨®n popular e incluso de la propia judicatura. Como mantiene Joaqu¨ªn Bayo, juez decano de Barcelona y estudioso del lenguaje jur¨ªdico, "no hay presuntos homicidas, sino aparentes homicidas, presuntos inocentes hasta la sentencia final".
El respeto a la presunci¨®n de inocencia y en general a los derechos y garant¨ªas que amparan a las personas sometidas a proceso constituye uno de los rasgos definitorios de las sociedades democr¨¢ticas consolidadas, y tambi¨¦n del periodismo riguroso y responsable. Pero el catedr¨¢tico de Derecho Constitucional de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona, Marc Carrillo, va m¨¢s all¨¢ de la letra al analizar este aspecto: "Formalmente Bussi no ha sido condenado por un delito de torturas, pero materialmente el conjunto de imputaciones que proceden de partes legitimadas, las v¨ªctimas, permite imputar la condici¨®n de torturador a alguien que no lo es como consecuencia de unas leyes del Estado argentino que lo han hecho inimputable formalmente. Dicho de otra manera: no se le ha podido perseguir, no se le ha podido probar la culpabilidad como consecuencia de una intervenci¨®n directa del Estado argentino a trav¨¦s de la Ley de Punto Final".
Este constitucionalista, experto en temas de comunicaci¨®n, pone un ejemplo que nos resulta muy cercano. "Connotados torturadores durante el franquismo como los hermanos Creix, Conesa, Billy el Ni?o, Olmedo y tantos otros, como fruto del proceso de la transici¨®n pol¨ªtica a la democracia en Espa?a, tan plausible por muchas razones, en el momento en el que se institucionaliz¨® la desmemoria hist¨®rica, nunca fueron, ni ellos ni quienes los mandaban, siquiera imputados, ni por supuesto procesados. Eso no es obst¨¢culo para que, en la memoria hist¨®rica, moral y ¨¦tica de los opositores al franquismo, sus v¨ªctimas y los que los conocieron los llamen leg¨ªtimamente torturadores. Por esta raz¨®n, a Bussi hay motivos suficientes como para que sus v¨ªctimas lo llamen sin ning¨²n tipo de escr¨²pulos torturador, y no ex torturador".
Sin explicaciones
Varios lectores se han quejado de la fotograf¨ªa que ilustraba el reportaje "El peligroso boom del turismo sexual" (p¨¢gina 25 de Sociedad, 20 de julio), que mostraba a dos j¨®venes cubanas con el siguiente pie: "Dos meretrices se exhiben en una calle de Cuba". Imagen que, en opini¨®n de J. E. Ortega, vulnera los principios ¨¦ticos del periodismo.
"La imagen, tomada en el Malec¨®n de La Habana, muestra a dos j¨®venes que intentan parar un veh¨ªculo. Los coches que se distinguen no parecen de alquiler. (...) Por otro lado, las j¨®venes est¨¢n vestidas de forma no muy diferente a la de centenares de miles de cubanas o espa?olas. ?De d¨®nde concluye EL PA?S que se trata de dos meretrices exhibi¨¦ndose en una calle de Cuba, y no de dos chicas que est¨¢n buscando un medio de transporte? Las j¨®venes pueden ser perfectamente jineteras como muchas otras en Cuba, o no serlo en absoluto, y s¨®lo desde una ecuaci¨®n profundamente denigrante que iguala 'joven cubana, preferentemente negra, igual a prostituta' se entiende la rotundidad del pie de foto", dice J. E. Ortega.
Otra lectora, Asunci¨®n G¨®mez, alega que la foto "no s¨®lo es absolutamente inadecuada", al tratar el reportaje esencialmente del aumento de la prostituci¨®n infantil en el mundo, sino un caso evidente de manipulaci¨®n informativa. "Sin duda dispondr¨¢n de buenas fotos para ilustrar el tema, pero era necesario poner una de Cuba en la que, por supuesto, no aparece prostituci¨®n infantil, pero es Cuba".
Algo similar apunta otro lector, Benjam¨ªn Forcano, que desmenuza el reportaje y no encuentra en ¨¦l rastros de prostituci¨®n infantil en Cuba: "?Pero no se trata de Cuba? Sigo y, al final, encuentro que, junto con otros ocho pa¨ªses m¨¢s, Cuba figura como uno de los pa¨ªses destinatarios del turismo sexual infantil. ?Y entonces? Pues eso, que quien no lea el art¨ªculo dar¨¢ por entendido que todo eso -foto, t¨ªtulo y lo dem¨¢s- se refiere a Cuba".
El subdirector Antonio Ca?o, responsable de la edici¨®n del domingo, no ha querido responder a por qu¨¦ se incluy¨® esa fotograf¨ªa. Esta Defensora, por su parte, considera que su publicaci¨®n no fue afortunada, ya que el reportaje se refer¨ªa, en su casi totalidad, al turismo sexual infantil en el mundo; s¨®lo en una l¨ªnea se hac¨ªa referencia a Cuba, junto a otros pa¨ªses (mientras se citaban casos concretos en Tailandia o Camboya), y la imagen no ilustraba precisamente ese contenido.
En cuanto a la afirmaci¨®n, en el pie de foto, de que las j¨®venes cubanas eran meretrices, esta Defensora ha hecho un seguimiento del original de la fotograf¨ªa, tomada en el Malec¨®n de La Habana en 1993 (era una foto de archivo, aunque no se hac¨ªa constar as¨ª, en contra de lo establecido en el Libro de estilo de EL PA?S). Su autor, el fot¨®grafo Bernardo P¨¦rez -no Guti¨¦rrez como se firm¨®-, asegura que pertenece a un reportaje general hecho entonces en La Habana. En ¨¦l hab¨ªa fotos de jineteras en el Malec¨®n, pero no era un reportaje dedicado s¨®lo a la prostituci¨®n en Cuba. P¨¦rez, de vacaciones, dijo en conversaci¨®n telef¨®nica: "Desde luego, si en la diapositiva original yo puse que eran jineteras, puedo garantizar que eran jineteras. En otro caso, no". Pues bien, en la diapositiva original no hab¨ªa explicaci¨®n alguna del fot¨®grafo, pero alguien, en la Redacci¨®n, decidi¨® que las j¨®venes eran jineteras. Quiz¨¢, porque la imagen pertenec¨ªa a una serie de tres fotograf¨ªas con las mismas protagonistas, y en otra de las fotos la actitud de las j¨®venes era bastante m¨¢s provocativa.
Vacaciones
La Defensora del lector, con motivo de las vacaciones, interrumpe su columna dominical hasta el pr¨®ximo mes de septiembre.
Los lectores pueden seguir escribiendo, por carta o correo electr¨®nico a defensora@elpais.es.
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