Dos formas y un objeto
El sistema educativo de un pa¨ªs tiene que preparar para comprender la realidad, conocer la historia humana y enfrentarse al futuro. Los universos f¨ªsico, simb¨®lico y ut¨®pico son el ¨¢mbito en el que la existencia humana se realiza con dignidad, eficacia y esperanza. El lenguaje, el mito, el arte, la religi¨®n, la ciencia, la ¨¦tica, la historia, son los hilos con que los humanos tejemos la urdimbre de nuestra existencia.
La religi¨®n forma parte de ese universo. Es un hecho humano universal, vivido desde el origen hasta el presente. No es un cap¨ªtulo agotado de fases prehist¨®ricas de la humanidad. No deriva de una situaci¨®n geogr¨¢fica, ni de una fase social, ni de un nivel econ¨®mico. No pertenece a una situaci¨®n particular, sino a la estructura radical de la vida humana. La religi¨®n es una forma de ejercitaci¨®n de nuestra existencia que afecta a todos sus niveles y se expresa como reconocimiento de una Realidad Sagrada percibida como presencia y promesa, don y salvaci¨®n.
Grandeza y degradaciones de la religi¨®n deben ser expuestas con veracidad
La historia es incomprensible sin lo que la religi¨®n ha aportado en el orden del pensamiento, formas comunitarias, propuestas morales y realizaciones culturales, con su vida, culto y personalidades se?eras en el orden de la santidad, el profetismo y la m¨ªstica.
La nueva regulaci¨®n de la ense?anza de la religi¨®n en la escuela responde a razones c¨ªvico-democr¨¢ticas e hist¨®rico-culturales. Unas son los derechos humanos (prelegales) de los padres que la han pedido (83%) en su forma cat¨®lica. Otras la necesidad de conocer la historia de la que provenimos, a la vez que de comprender a los hombres de otras convicciones religiosas con los que convivimos. La democracia exige tolerancia, pero sobre todo comprensi¨®n del pr¨®jimo, de sus situaciones y razones de vida; no necesariamente para compartirlas, pero s¨ª para saber cu¨¢l es su proyecto de existencia, compararlo con el nuestro y juntos desarrollar una sociedad m¨¢s rica de sentido y respetuosa con la diferencia.
La religi¨®n se ense?ar¨¢ en la escuela en dos formas. Para unos se expondr¨¢ como cultura. Para quienes la reclaman en su forma cat¨®lica se expondr¨¢ tambi¨¦n como cultura, en su forma espec¨ªfica cristiana que es la teolog¨ªa; por tanto, en la medida en que la fe da raz¨®n de s¨ª como posibilidad enriquecedora de la vida humana, en un lenguaje significativo y con una razonabilidad universalizable. Como tal teolog¨ªa, as¨ª entendida, ha estado presente en Europa desde el mismo comienzo de las universidades creadas por las ciudades o el Estado. Yo mismo soy fruto de dos de ellas (M¨²nich y Oxford) que no son instituciones de ninguna iglesia, sino del Estado y la sociedad. Las dos formas de ense?anza de la religi¨®n son diferentes pero tienen un objeto com¨²n: el hecho religioso en la historia de la humanidad, y de manera especial el cristianismo, en cuanto a que ¨¦l ha determinado nuestra cultura hisp¨¢nica.
Su ense?anza debe situarse en el nivel de racionalidad hist¨®rica que hemos alcanzado. En la escuela hay algo com¨²n a todas las materias: empe?o por dar raz¨®n de los hechos y de las ideas, respeto a los derechos humanos, deseo de enriquecer la vida com¨²n, preocupaci¨®n por llevar la ciencia y la riqueza a los m¨¢s necesitados... Viene luego lo espec¨ªfico de cada materia: contenido, m¨¦todo y racionalidad propia. No es la misma la de la biolog¨ªa que la de la literatura. M¨¦todo es el camino y ¨¦ste viene determinado por la meta propia. La vida humana, siendo una, tiene muchas metas convergentes.
La ense?anza de la Religi¨®n, en su doble forma, debe exponer lo que ella contiene: hechos, ideas, ideales, ritos celebrativos, formas sociales, propuestas morales, ofertas escatol¨®gicas... Pero debe, sobre todo, abrir a ese orden de realidad sagrada y suprema en el orden del ser, del valer y del hacer, al que los hombres se han referido siempre y que han nombrado Dios. Debe mostrar cu¨¢les han sido las actitudes con las que los hombres religiosos se han referido a ¨¦l. ?stas son el reconocimiento y la esperanza de salvaci¨®n, mediante la oraci¨®n, el servicio al pr¨®jimo, el canto y el sacrificio como actos espec¨ªficos, con los cuales han ido expresando en cada caso su relaci¨®n vivida con Dios.
La religi¨®n ha realizado admirables creaciones, pero, como todo lo humano, y cuanto m¨¢s grande y bello, m¨¢s, ha sido tambi¨¦n degradada. Grandeza y degradaciones de la religi¨®n deben ser expuestas con veracidad. ?C¨®mo llevar a cabo esa ense?anza? Con voluntad de verdad real y con empat¨ªa personal. Hay ¨®rdenes de la existencia donde no es posible conocimiento real sin consentimiento personal: hay que dejar a las cosas ser, a los ¨¢rboles florecer, a los hombres expresarse, al creyente desplegarse como tal, y, como tal, entenderle. No introyectarle otra comprensi¨®n neg¨¢ndole la suya, ni dejar que ¨¦l imponga ¨¦sta a los dem¨¢s.
La religi¨®n debe ense?arse racional y religiosamente. Lo mismo que el arte debe ense?arse con rigor y sensibilidad est¨¦tica, la moral, con exactitud conceptual y aliento ¨¦tico. La escuela es el lugar donde se ejercitan y conviven los distintos saberes con los que el hombre debe aprender a fundar el suelo y retejar el tejado de su vida. All¨ª, sin hacer proselitismo ninguno, se debe dar cuenta y raz¨®n de todo lo que ha hecho y puede hacer al hombre m¨¢s humano. A esto debe colaborar rigurosa y concordemente la ense?anza de la religi¨®n en la escuela tanto en su forma de sola cultura como en su forma de teolog¨ªa, es decir, la que piensa la religi¨®n desde el consentimiento creyente, desplegando su interna racionalidad y sentido. De esa teolog¨ªa ha surgido mucho del mejor pensamiento, tanto filos¨®fico como ¨¦tico y cultural, en Europa.
Olegario Gonz¨¢lez de Cardedal fue miembro de la Comisi¨®n creada por el ministro socialista G. Su¨¢rez Pertierra para elaborar el programa Sociedad, Cultura, Religi¨®n (1995).
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