M¨¢s all¨¢ de la emoci¨®n
?Qu¨¦ pueden tener en com¨²n un pianista octogenario (Bebo Vald¨¦s), que trata las teclas como si fueran porcelanas antiguas, con un trombonista volc¨¢nico (Steve Turre) y con un tr¨ªo de corte vanguardista (Medeski, Mart¨ªn & Wood) que puede sonar como una factor¨ªa industrial a pleno rendimiento? Una posible respuesta es que ese nexo de uni¨®n se encuentra en el sincero destino po¨¦tico que todos ellos le otorgan a cada nota, en ocasiones digresor y provocativo, tierno y rom¨¢ntico en otras, pero siempre revelador y estimulante.
M¨¢s all¨¢ de las emociones ordinarias, Bebo Vald¨¦s y Javier Colina (contrabajo) recetaron en la sala de c¨¢mara del Kursaal peque?as p¨ªldoras contra los males del alma, exquisitas miniaturas que apenas ped¨ªan un rinc¨®n de la memoria para recuperarlas siempre que haga falta su consuelo. A pesar del casi abusivo poder t¨¦cnico de su hijo Chucho, el patriarca de los Vald¨¦s confirm¨® que sigue siendo el catedr¨¢tico cubano de las 88 teclas. Sus versiones de Cavatina, tema principal de la pel¨ªcula El
cazador, desarrollado bajo inspiraci¨®n casi chopiniana; El
manisero, un remanso de sabrosura, y Waltz for
Debby, murmurado como una nana, tuvieron la virtud de la contenci¨®n meditada. Sobre el atril del piano de Bebo no hab¨ªa partituras; s¨®lo una cuartilla arrugada donde se supone que figuraba el orden de las canciones.
No hac¨ªa falta m¨¢s y ni siquiera se pudo saber si el cubano de oro lo sigui¨®, porque las piezas finales parecieron acudir a su mente por un impulso repentino. El Cigala, cantaor que tambi¨¦n forma d¨²o oficial con el pianista y que tendr¨¢ ocasi¨®n de refrendarlo en esta misma edici¨®n del festival donostiarra, no pudo reprimirse y lanz¨® desde el patio de butacas sonoros ?ol¨¦s! cuando le lleg¨® el turno a Son de La
Loma, Perdido y, en especial, L¨¢grimas negras. El madrile?o ten¨ªa motivos de sobra para jalear aut¨¦nticas obra de arte.
Steve Turre, un viejo conocido de San Sebasti¨¢n desde que lo visit¨® en 1981 como miembro del quinteto del ya fallecido Woody Shaw (luego repiti¨® con otros dos a?orados trompetistas, Dizzy Gillespie y Lester Bowie), debutaba en la ciudad como director de sus propios proyectos. En el segundo, mucho m¨¢s cuajado que el primero, dedicado a la alianza con instrumentos de cuerda, Turre present¨® una peculiar configuraci¨®n basada en cinco trombones, saxo tenor, trompeta y una secci¨®n r¨ªtmica convencional reforzada con dos percusionistas. Esta inusual distribuci¨®n todav¨ªa ganaba en originalidad gracias a que los encargados de los trombones incorporaban conchas marinas como segunda herramienta. La tesitura de este fruto de mar apenas alcanza media octava, pero su timbre posee un magn¨¦tico halo de misterio, como si recogiese el eco de un horizonte lejano. Turre y los suyos lo aprovecharon a conciencia en composiciones originales, vehementes y densas, en las que los solos desempe?aron tambi¨¦n una funci¨®n estructural. Los fenomenales Josh Roseman, Eddie Allen y Dan Faulk (tromb¨®n, trompeta y saxo tenor, respectivamente) fueron los improvisadores m¨¢s activos, pero fue el propio Turre quien acapar¨® los aplausos m¨¢s encendidos con su alternancia de delicadezas y bramidos.
Mucha gente se preguntaba qui¨¦nes eran esos tales Medeski, Mart¨ªn & Wood que visitaban Espa?a por primera vez despu¨¦s de llevar a?os en la proa del jazz alternativo. Tras su soberbia actuaci¨®n, es de esperar que nadie siga ignor¨¢ndoles. El tr¨ªo es consecuencia l¨®gica de los combos con ¨®rgano de los a?os sesenta, de Lifetime, aquel grupo del bater¨ªa Tony Williams junto a Larry Young y John McLaughlin, y de muchas cosas m¨¢s. Como en su ideario no caben las soluciones cerradas, se concedieron licencia para barajar formas libres, m¨²sica concreta, funk y hasta lounge.
Jugaron con la sorpresa como aliada y as¨ª se entendi¨® que su propina se iniciase en plan heavy metal y acabase con los tres al borde del escenario tocando, sin amplificaci¨®n, la mel¨®dica, el contrabajo en slap y la cuica, un peque?o tambor brasile?o de fricci¨®n que son¨® como los gritos de una hiena. Al tr¨ªo le restan todav¨ªa dos conciertos en el festival, el primero en formato ac¨²stico y el segundo en colaboraci¨®n con el guitarrista Marc Ribot, de modo que, por fortuna, el reconocimiento a su trabajo en Espa?a va a resultar tard¨ªo pero tan exhaustivo como merece.
Babelia
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