Entonces so?¨¦...
Hastiado de ver deshilacharse al pa¨ªs, huyendo de sermones y monsergas, del olor nauseabundo de la cerveza arrojada contra los adoquines mientras se habla de lucha armada, de carro?eros pos¨¢ndose sobre palabras inermes para convertirlas en bombas de efecto retardado, cansado de El Mes¨ªas trajeado que se frota nerviosamente las manos o dice ??gure...!! con tal entusiasmo que parece que ¨¦l mismo nos abarcara a todos, de pol¨ªticos posados cual urracas sobre el brillo de sus poltronas mientras gente sencilla, concejales, militantes del PSE y el PP son amenazados y acribillados, comenc¨¦ a dibujar planos, a recopilar callejeros donde la diosa Devi combat¨ªa con su energ¨ªa Shakti a los demonios y se amancebaba con todos los dioses. Pens¨¦ en marcharme a Calcuta (donde estuvo, como es sabido, G¨¹nter Grass). Entonces so?¨¦...
Pero antes de desvelar un sue?o tan grato, he de decir que hab¨ªa descrito la pesadilla de la que hu¨ªa en distintos foros: de la universidad a las terrazas de verano y las comidas de familia. Que lo hab¨ªa contado en Urdaibai, Madrid, Elantxobe, Haro y Bilbao. El p¨²blico que lo escuchaba resultaba cambiante. Gente que viv¨ªa la misma pesadilla que yo mismo. Otros, por el contrario, que la provocaban y no paraban en mientes para justificarla en aras de un Dios Mayor que nunca supieron describir.
Tambi¨¦n me encontr¨¦ con alg¨²n fan¨¢tico endemoniado. Pero, en la mayor¨ªa de las ocasiones, me encontraba con quien dec¨ªa no saber gran cosa del "tema", con gente que dec¨ªa querer que le dejaran vivir. Gente "normal", individualistas acomodados en este cambio de siglo, ocupados en cortar dos metros cuadrados de c¨¦sped con la gorra a lo Spilberg, y honestamente ocupados en sacar adelante a sus personas y familias. Ellos no entienden de pesadillas. S¨®lo saben que nunca ir¨¢n a Calcuta, y buscan lo que sea que les permita seguir viviendo con alguna comodidad. Ciegos, les dec¨ªa yo, la pesadilla os cubrir¨¢ y anegar¨¢ vuestro sue?o de comodidad. Pero ellos s¨®lo buscan tranquilidad, y ahora. Y entonces so?¨¦ mientras anochec¨ªa...
Es cierto que envidio a mi hija. Ella es capaz de sortear la pesadilla con franqueza y distancia. Siempre ha sido as¨ª. Lee como una condenada y disfruta de la vida sin medida. Vive alegre en medio de la pesadilla sin que ¨¦sta la toque como el aceite no es capaz de penetrar el agua clara. Silva, la muy canalla, con absoluta satisfacci¨®n. Por esos d¨ªas le hab¨ªa dado por repasar un viejo diccionario sobre mitolog¨ªa cl¨¢sica. Lo hac¨ªa de modo compulsivo. Lo devoraba.
Entonces so?¨¦. Los sue?os son retorcidos, dif¨ªciles de relatar. Adquieren un tono de racionalidad borgiana que no corresponde a los meandros que tiene su trama. Sin embargo, ¨¦ste era un sue?o claro, di¨¢fano. So?¨¦ un anochecer fresco del verano. Era un sue?o leve por el frescor de la tarde, durante mi siesta m¨¢s profunda.
Mi hija, tumbada en la hierba, escuchaba. Junto a ella, Prometeo (qu¨¦ disparate, ?no les parece?) adoptaba la pose del padre, y le hablaba de libertad y de haber quitado el fuego a ese Dios Mayor del que hablan algunos. Al lado, Atenea trufaba la conversaci¨®n de palabras sabias. De pronto, aparec¨ªa yo al fondo y me tumbaba para disfrutar del frescor de la hierba. Sermones y monsergas se hab¨ªan disipado, la amenaza de muerte parec¨ªa un mal sue?o, las palabras hab¨ªan recuperado su valor. Habl¨¦ a Prometeo de El Mes¨ªas. Mostr¨® estar al corriente. Su encanto se hab¨ªa disipado, me dijo, con la hu¨ªda de los Dioses. El pa¨ªs se dedicaba a lo de siempre: a sacar adelante a su gente.
Decid¨ª no ir a Calcuta, donde huele tan fuerte y se cuece la basura. Desde entonces, vivo una extra?a relaci¨®n con mi hija y su nuevo padre. A ella le gusta. Yo me he acostumbrado a ¨¦l y a sus palabras grandilocuentes. ?l vive su inmortalidad, pero ya no me agobia en los sue?os. Especialmente, desde que le llamo Prome y le veo como un corta-c¨¦sped m¨¢s. Y veo y palpo que ¨¦stos descubren el vac¨ªo que hay tras el proyecto de El Mes¨ªas.
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